- POR MARCELO PEDROZA
- Psicólogo y magíster en Educación
- mpedroza20@hotmail.com
Acerca de su impacto se podría crear una inmensa lista que indique lo que significa para la humanidad. Es una de las cualidades más buscadas entre las personas, en ella hay dosis de misterios que jamás serán develados, como también se encuentran rasgos marcados gracias al impetuoso andar de la voluntad que la manifiesta una y otra vez.
De alguna forma, todos acceden a su mundo, lo que la hace universalmente deseada y respetada. Es la belleza, la que reina donde se pregona su presencia. ¿Y dónde podría imperar su incesante destino? En el alma, concluía Platón. En los sentidos, sostenía Goethe. La belleza no mira, solo es mirada, sentenció alguna vez Einstein. Lo cierto es que estuvo, está y estará entre nosotros.
Ahora, ella es tan especial que es capaz de mutar constantemente, dándole razón a su particular forma de existir. Entonces, la belleza está representada en la atención. Lograr estar atento es un acto explícito de lo bello del vivir. En las atenciones cotidianas puede encontrarse su significado. Cuando se está atento se activa la capacidad sensorial que se posee, y ante esa majestuosa apertura fluye la valorización del acontecer. Es bello lo que se valora. Es relevante preguntarse qué es lo que apreciamos. En la grilla de los puntos que permiten la partida de lo que embellece tiene un lugar lo que se cree, porque de alguna manera influye en la elección de lo que se atiende y se considera. Ante las permanentes opciones que ponen a prueba qué es lo que uno elige, hay en el bien un aliado poderoso de lo bello.
La utilización de las virtudes es una puesta de la belleza. Esto faculta a las expresiones subjetivas que emiten la esencia de cada uno. Lo que podría relacionarse con la posición de Einstein, dado que al apreciar lo que otros son capaces de hacer se puede descubrir el valor de la belleza. De manera que, en el otro reside la belleza. Por lo tanto, la concepción de su magnitud estimula la convivencia social. Esto habilita a detenerse en los hechos que suceden en el día a día, que se transforman en los senderos directos para vivenciar sus efectos.
Las inspiraciones más bellas nacen desde la naturaleza. Son los múltiples colores los que visten la inmensidad que posee. El hecho de admirarla es único, la descripción de las sensaciones que produce, en la mayoría de las veces, no puede explicarse a través de frases; hay algo que supera el uso del lenguaje, basta contemplarla y disfrutarla.
En todas las áreas del quehacer social habita la belleza. Dicha generalización intenta movilizar su búsqueda, que probablemente solo requiera de activar los estados sensoriales. Es que en un gesto, en un sonido, en una palabra, en un silencio, en una imagen, en fin… los regalos que genera están en la captación de esos instantes que la hacen fluir. Por lo que la construcción de perspectivas tiene mucho que ver con la belleza que conlleva cada momento.