Podríamos hablar de la conciencia como el nivel al que deben llegar los estímulos nerviosos para lograr una respuesta del cerebro. Todos los estímulos que no lleguen a ese nivel son procesados, sin darnos cuenta, y filtrados. Para poder impresionar a la conciencia, los impulsos deben estimular fehacientemente una zona de la corteza cerebral situada en la parte anterior del cerebro denominada corteza prefrontal dorsolateral, la cual se conecta con otras regiones que manejan las reacciones emocionales y el almacenamiento de la memoria. En el corazón mismo del cerebro, rodeado de tejido nervioso, sirviendo de transición entre el tronco cerebral y el cerebro propiamente dicho, con una cavidad por dentro a la que delimita, se encuentra una serie de regiones nerviosas que, en su conjunto, recibe el nombre de diencéfalo. Anatómicamente, se halla compuesto de tálamo, subtálamo, hipotálamo y epitálamo, y a todos nos referiremos un poco en este apartado.
El tálamo es, con mucho, la porción más voluminosa del diencéfalo. Su nombre proviene del latín, y significa “lecho nupcial” debido a su forma. Los antiguos egipcios lo comparaban con el vestíbulo de un templo. Junto con el del lado opuesto, limita una cavidad llena de líquido cefalorraquídeo denominada tercer ventrículo. Hasta hace pocos siglos se creía que ese líquido contenía funciones cerebrales, e incluso Descartes situó en esa zona la localización del alma humana. Sin embargo, como en este sitio confluye la mayoría de los estímulos provenientes de los sentidos (ojos, oídos, gusto, tacto), podríamos mirarlo como una verdadera puerta de la conciencia. En esta zona, las neuronas hacen relevo con otras neuronas, y este sitio, mediante esta propiedad, sirve como un verdadero filtro sensorial. Para explicarlo más sencillo: el tálamo desecha toda información de los sentidos que no sea relevante, como por ejemplo, el roce de la ropa sobre la piel o de la silla contra el cuerpo. Si esto no ocurriera, llevar una camisa o sentarse sería un acto poco menos cruel, debido a la cantidad de estímulos que se dispararían hasta la corteza consciente.
Pero el tálamo también tiene grandes zonas dentro de él que no reciben ningún tipo de información sensorial, sino que se conectan, sin embargo, con vastas zonas de la corteza cerebral. Estas conexiones son vitales para la generación del pensamiento. Esto se produce porque en la región cortical los impulsos de información transcurren en toda la corteza de manera constante, llevando información sensorial recibida, recuerdos, información de la memoria. En algún momento, estos impulsos son tan intensos, que disparan las conexiones con el tálamo, el cual “enciende” una zona de la corteza con la información recibida de otras zonas corticales. Es de esta manera en la que se producen los ataques de inspiración y se genera una idea que motiva una conducta, una actitud. De esta manera, el tálamo es la puerta de la conciencia, y un disparador vital en cuanto a la generación del pensamiento.
En otros domingos ahondaremos más en los secretos cerebrales de esa gran desconocida, LA CONCIENCIA, algo que nos tiene tan DE LA CABEZA como muchas otras funciones del cerebro. Nos leemos en 7 días.