- POR MARCELO PEDROZA
- Psicólogo y magíster en Educación
- mpedroza20@hotmail.com
La confianza se adquiere conforme se viven las experiencias de la vida. Es un elemento fundamental para desarrollar las capacidades necesarias para ejercitar las tareas que permiten lograr lo que requieren los objetivos. Es el paso del tiempo el mejor testigo de la evolución humana, en su eterna trayectoria el talento ha hecho grandes obras, y seguirá construyendo sin cesar. Es así porque mientras haya vida, habrá acciones que representen las aptitudes de quienes las realicen. Del latín talentum, proveniente este de un término griego que hace mención al plato de una balanza, surgen las interpretaciones que destacan las habilidades innatas y también las adquiridas, incentivando así el esfuerzo a través de las prácticas que llevan a ejercitar talentosamente una actividad.
En el camino de la vida hay carteles que indican que el talento puede vivirlo cada uno a su manera. Por ejemplo, cuando uno entiende al otro está viviendo en carne propia la capacidad de entender y al hacerlo está utilizando la inteligencia que posee, facilitando el desempeño de las habilidades que el prójimo tiene y, por lo tanto, estimulándolo a que se exprese, haga y comparta lo que realiza. Para entender hay que atender, entonces un talento está conectado a otro y así sucesivamente se manifiesta el circuito que impregna de energía a las personas. Al unirse el conjunto de aptitudes se fortalece el ser y eso produce naturalmente dosis de entusiasmo y de seguridad.
El talento se educa. Por consiguiente, hay que brindarle los accesos para que se prepare, para que conozca el valor de los sacrificios, de las postergaciones en pos de un fruto que se verá a su debido momento, por eso es fundamental el fomento social del respeto a las etapas que, según las circunstancias, hay que transitar. El talento se educa cuando se le da sentido a la capacidad de tolerar un error y de transformar al mismo en una prueba asumida y valorada como tal, para posteriormente iniciar otro intento superior, dando paso a la confianza citada inicialmente e inhalando intensamente el aire que recibe un nuevo andar.
La comunidad de talentos debe incentivarse en todos los sectores, es que si cada cual aporta sus aptitudes y puede ensamblarlas con la de los demás es probable que puedan construir lo que se propongan, claro que tendrán que ponerle el ingrediente actitudinal adecuado a los desafíos que quieran alcanzar. Entonces, el plato de la balanza estará completo y dispuesto a ser compartido, y al hacerlo permitirá que se incorporen otros alimentos vitales que les darán fuerza a los comensales. De forma tal que el proceder talentoso se contagie y llegue a todas las mesas existentes. Esa cultura de los talentos se debe pregonar.
Es gigante el potencial de los talentos, tan grande como el pensar que los descubre, por eso las sociedades pensantes encuentran las formas de hacer realidad sus anhelos, porque saben que intrínsecamente tienen el tesoro más bello, que es el cúmulo de talentos de las personas que las habitan y las hacen crecer.