- Por el Dr. Juan Carlos Zárate Lázaro
- MBA
- jzaratelazaro@gmail.com
Una de las causas básicas de la gran mayoría de los problemas en el mundo actual, es que hay mayoría de personas a quienes les gusta hablar mucho, pero en contrapartida su predisposición a pensar es relativa no aportando casi valor agregado.
Cuantas miles de personas inteligentes tenemos en todo el planeta, pero que no tienen el debido control sobre su inteligencia emocional y asertiva, antes de tomar una decisión.
Decir que es bueno que puedas estar de parte de la empresa en donde trabajas, no significa en absoluto, que tengas que ser un zalamero con tus jefes o agachar la cabeza y repetir “como lorito” sí señor, a su orden señor a todo lo que ellos digan.
En absoluto. Eso significa carencia total de personalidad, lo que y daría la impresión de que estamos dispuestos a acatar todo lo que venga de arriba por más que en nuestro interior nos demos cuenta de que no sería bueno y mucho menos razonable para la organización si nuestro objetivo está orientado simplemente a asegurar nuestros puestos de trabajo y nuestro sueldo.
Los directivos de las empresas aprecian y valoran a aquellos funcionarios que muestren una actitud positiva siempre que sean lo suficientemente asertivos y empáticos cuanto las circunstancias así los requieran.
Lo que se pretende es que apoyen profesionalmente las acciones de la compañía; que muestren interés; que puedan hacer preguntas, sugerencias y recomendaciones cuando sea necesario; mostrando plena disposición para trabajar en equipo y que tu interés primario como profesional que eres se concentra en que tu contribución a la compañía pueda ser eficiente, efectiva y eficaz solo pensar en sacar provecho.
Cuando tengamos una oportunidad, no desaprovechemos la posibilidad de participar en forma activa de la diagramación de planes, análisis de procesos y de la evolución económica-financiera, además de aportar ideas para que los productos y servicios ofrecidos puedan ser cada vez más apreciados por la clientela, cuyos gustos y tendencias van cambiando permanentemente.
Independientemente de todo ello un buen funcionario que tenga ganas de seguir creciendo tanto en lo personal como en lo profesional, debería mostrar interés en interiorizarse acerca de la historia de la compañía, como se ha formado, como fue creciendo y expandiéndose con el correr de los años, cual ha sido la evolución de su participación dentro del mercado domestico, cuales son sus metas de corto, mediano y largo plazo, como lo vemos posicionado a la misma vs sus competidores, entre tantos otros aspectos.
Cuantas veces escuchamos chismografías de pasillo, que fulano o fulana, lo único que sabe hacer es “cepillar a sus jefes”, a decir sí a todo lo que se le ordena, una persona que solo habla bien de la empresa y nunca se le ha escuchado hacer una crítica constructiva y que un buen profesional deberá la capacidad der poder “digerirlo” y apreciarlo en toda su dimensión.
Cuanto mejor actitud mostremos en todo lo que hagamos en favor de la institución, más resultados positivos podremos lograr y de paso coadyuvaremos a crear un ambiente laboral positivo entre nuestros compañeros de equipo de trabajo.
Ya hemos superado la época en que aquellos que ingresaban a las empresas con mejores calificaciones en la universidad, tenían mejores chances a futuro.
Hoy día los especialistas en talento humano manejan otros parámetros de selección.
Cuantos amigos o compañeros tenemos que en la facultad han sido alumnos medios para abajo, y sin embargo profesionalmente han triunfado incluso mucho más que los que se “mataban” estudiando para tener buenas notas?
Sir Winston Churchill lo decía: “Muchas veces es mejor tener una buena actitud que aptitud”. Y es verdad.
Las personas más apreciadas y buscadas, son aquellas que muestran pragmatismo y ductilidad a diversas situaciones que se les puedan presentar, pues las estructuras organizacionales horizontales, donde las posiciones, funciones y responsabilidades fluyen por toda la empresa es muy diferente al verticalismo observado durante el siglo XX, donde si bien algunas organizaciones nos mostraban “pomposos” organigramas, en la práctica eran a lo sumo 3 o 4 personas los que “cortaban el bacalao”.