DESDE MI MUNDO
- Por Carlos Mariano Nin
- Columnista
¿Qué hay detrás de las historias?, ¿a quién les interesa?, ¿quién hurga detrás del drama cotidiano? Nadie. Esa es la realidad. Les voy a contar algo que me sucedió y me ayudó a reflexionar sobre las redes, la impotencia ante la violencia, la rabia contenida y la doble moral de las personas.
¿Quién es culpable de la inseguridad? Esa de todos los días y que no conoce de buenos y malos y que pareciera ser que cada vez es peor. “Al final, el Kevin y el Brayan (nombres ficticios de dos violentos motochorros) no son más que el reflejo de la desesperanza y la falta de oportunidades. Muchos coinciden conmigo. Otros no.
¿Pero quién ve más allá de la violencia, la muerte y el luto? Me mantengo, al ver a esos chicos destrozados por la droga y no puedo sentir sino una profunda pena, un sentimiento que me consumió cuando vi a los padres de otro chico baleado por “motochorros” destruidos ante lo irreparable.
¿Cómo no sentir pena? Soy padre, tengo sentimientos, y tanto como a vos me preocupa el clima de inseguridad que vive el país. Muchos hablan porque es fácil decirlo y suena lindo. “Son asesinos, haraganes, jóvenes torcidos que no encajan en la sociedad, roban y matan sin conciencia”. No justifico la violencia, pero, ¿qué hay detrás?
Yo no conocía esta historia y llegó a mi casi sin querer. El Kevin y el Bryan eran dos chicos que robaban celulares. Otro chico se resistió, hubo un altercado y un disparo mortal.
Lo vi en el noticiero. Poco después, cuando el debate, debate es un decir, se multiplicaba en insultos, una persona me escribió a mi “wasap” para compartir unas palabras. Conocía al Kevin y al Brayan.
El Kevin era un adolescente cuando su madre lo abandonó. Dicen que se pasaba llorando y pidiendo que no lo deje, pero la señora prefirió rehacer su vida y se marchó dejándolo solo. Mendigaba en la calle. Un día, me contaba la señora, me pidió dos mil guaraníes para comprar harina. Decía que la iba a mezclar con agua… iba a comer engrudo. Tenía hambre.
Imagino que sobrevivir sin familia no es fácil. Ninguna institución de las que se mantienen con nuestros impuestos encendió entonces la alarma. Un chico sobreviviendo en la calle no es cuestión de la que nos tengamos que ocupar. No es tu problema, ni el mío.
Pese al abandono el Kevin creció, quizás medio torcido y como entendió la vida. Un día se enamoró y tuvo un hijo. El Kevin quiso cambiar, pero no encontró trabajo y se volcó a las drogas.
Muchos dijeron, “no quiere nomás trabajar”, pero cada persona reacciona diferente ante los desafíos de la vida. Si todos pensáramos igual no existirían los drogadictos y los borrachos. Pero las drogas destruyeron al Kevin. Nadie lo vio.
Esas mismas personas que no coinciden conmigo son las que salen a la calle todos los días y matan al Kevin en los semáforos. Esos que ven cómo se droga y dan vuelta la cara. Esas que los domingos rezan por los desprotegidos, pero no ven el gigantesco drama social que invade nuestras calles. Quizás, si el Kevin hubiese tenido educación no andaría por la calle robando celulares que “vos” comprás en la galería porque son más baratos.
Pero no tuvo esa oportunidad, le ganó la desesperanza y salió a robar. Ese motochorro que vos matás cada día, salió a matar. ¿Y qué esperabas? Tiene una vida de mierda, vive entre la basura y dopado. No vemos las historias detrás de las historias. Vamos ciegos y perdemos. Lloramos la muerte de jóvenes inocentes y con futuro, pero no le damos la mano a Pedrito que limpia vidrios en los semáforos.
No. Con la misma coherencia que reclamamos seguridad, pedimos pena de muerte para los inadaptados. ¿Acaso eso no nos convierte en lo que odiamos? ¿Queremos justicia o venganza?
Yo quiero un país mejor para mis hijos. No quiero que los maten en una esquina. Quiero que nuestras autoridades dejen de robarle el futuro a los jóvenes y que se preocupen por ellos de la misma forma que gastan nuestro dinero en prostitutas y acompañantes de lujo en viajes de placer…
Quiero que cada persona asuma su responsabilidad y que deje de escribir boludeces. Quiero que las instituciones hagan bien su trabajo. Que los impuestos que pagamos se traduzcan en seguridad y educación. Quiero que los padres hablen con sus hijos, que los políticos corruptos dejen de robar porque este es el resultado.
Y ya no quiero ir a casa y no dormir porque en los noticieros vi solo sangre y muerte. Vi a padres que lloraban a sus hijos y vi morir otra vez al Kevin y al Brayan mientras nuestros gobernantes hacen política empeñando los sueños de la juventud. Pero esa... esa es otra historia.