El instante se transforma en la oportunidad para crecer. Es desde su apreciación que se hace posible el nacimiento de lo que se producirá a continuación, por eso el proceso de secuencias necesita de cada uno de los millones de segundos que suceden sin cesar, homenajeando la contundente expresión del devenir que no para. Que genera constantemente el andar de los movimientos particulares que hacen de cada ser un mundo especial. Así siempre lo fue, y lo seguirá siendo a través de las generaciones. Vivir es un instante, que se renueva permanentemente al compás de las agujas del reloj.

Las neuronas tienen sus propios enlaces, es por medio de las sinapsis que construyen, dando lugar a la transmisión del impulso nervioso. Ellas viven sus imperceptibles evoluciones, de hecho los cambios en la fuerza sináptica pueden ser a corto plazo y sin modificaciones permanentes en las estructuras neuronales, con una duración de segundos o minutos, o de larga duración. Es un ejemplo de las manifestaciones orgánicas, donde también el instante tiene su representación. El lazo entre lo interno y lo externo es único, poderoso y potencialmente vibrante.

Al aprender se nutre la memoria y aquella fuerza sináptica encuentra mecanismos de adaptación que se denominan plasticidad sináptica, permitiendo absorber lo que se está viviendo; por consiguiente, es el fluir de las experiencias una de las notables puestas en práctica de la visibilidad de los instantes, es en ellas en donde hay que valorar la existencia. Una experiencia tras otra, una lección tras otra. La causalidad es ejemplificativa y está dispuesta a recibir el aporte de los criterios particulares que pueden dar fe sobre la conexión natural que acarrea. Se trata de unir calidad, eso enriquece el trayecto de lo que se vive y aprende.

Hay que darle un sitial referencial a la aceptación de los hechos, como también a la retroalimentación de las ideas que los motivan, ellas impulsan el andamiaje que se pone en marcha ante la presencia de un propósito. Por lo tanto, la sinapsis de los idearios tiene que forjarse instantáneamente, lo que implica desarrollar el gigante perceptivo que yace en uno mismo. Esto exige una disposición despierta, lúcida, atenta y positiva. De manera que el pensar genere un amplio estar, confortable para el acceso de las exigencias que las superaciones planteadas ameritan vivir.

Es inagotable el espacio mental para construir la proyección de los instantes que vendrán. En la geografía social hay un abundante acervo que también precisa de la puesta valorativa de quienes la habitan. Un instante más otro instante y así sucesivamente, así el presente se suma a la historia y las decisiones de hoy repercutirán mañana. Entonces el tiempo puntual del ahora convoca a compartir las virtudes y a desenvolverlas en los ambientes en donde cada uno se desempeña.

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