- Por Aníbal Saucedo Rodas
- Periodista, docente y político
Después de artillar un discurso con municiones para perforar blindados en contra de los (pre) candidatos del movimiento Honor Colorado, el abrazo republicano sería –como ya escribí el 21 de enero de este año– “la suma de todas las hipocresías”. Durante una entrevista en televisión, el pasado domingo 16 de octubre, Mario Abdo Benítez aseguró que tal cosa no ocurrirá –el abrazo–, sin importar el resultado de las internas simultáneas del próximo 18 de diciembre.
Nadie puede deglutir tantos kilómetros de su propio vómito. Ni siquiera Marito. Aunque solo está siendo consecuente consigo mismo. Cuando fue derrotado en las elecciones para presidir la Junta de Gobierno del Partido Colorado no asistió a la ceremonia de proclamación de su adversario ganador (Pedro Alliana), aquel 16 de abril del 2016. La humildad no es una de las virtudes del mandatario, si es que tuviera alguna. El abuso de fechas es deliberado para que el lector vaya ubicándose en un escenario de básica previsibilidad por el tono del lenguaje con que el oficialismo arrancó su intención de permanecer en el Palacio de López.
Sus asesores comunicacionales estructuraron una campaña excluyente y descalificadora. Y todos los involucrados en ese plan de destrucción del otro repiten el mismo libreto, con idénticas palabras y calcadas expresiones. Algunos, un poco más lúcidos, moldearon pequeñas variaciones, pero con igual significado e intención. La agresión como única estrategia para derrotar al adversario, por otro lado, desnudaba la pobreza intelectual y la incapacidad argumentativa de sus propiciadores. Una estrategia que había tenido cierto éxito en el pasado. Por eso, quienes quedaron atorados en ese pasado continúan apelando a ella sin interpretar los mensajes de una sociedad que empieza a percibir sensaciones de madurez cultural y política. O, como mínimo, demuestra su hartazgo ante un discurso saturado de agravios, cinismo y groseras contradicciones.
Fue el vicepresidente Hugo Velázquez, precandidato inicial de Fuerza Republicana, el primero en declarar que no iba a abrazarse con Horacio Cartes. Lo que, también, impediría –de acuerdo con sus expresiones– que lo hiciera con Santiago Peña, puesto que “carece de autonomía”. En esa misma línea se inscribió el elegido para ser su segundo, Juan Manuel Brunetti Marcos. Nada de abrazos. Ya por entonces el vocero preferido de Abdo Benítez, su asesor político adjunto, Mauricio Espínola, afirmaba que iban a derrotar (los oficialistas) a un “proyecto económico que busca subordinar las instituciones y alterar el orden democrático”. La guerra estaba instalada desde mediados del 2021. Y agudizada en lo que va del año. A veces, una simple cronología es suficiente para que el público pueda articular su propio análisis y obtener conclusiones. Es lo que estamos intentando hacer.
Las acusaciones del Departamento de Estado de los Estados Unidos en contra del vicepresidente Hugo Velázquez fueron la tormenta perfecta para que el presidente Abdo Benítez lo bajara del barco. Y la marea trajo al que siempre fue su candidato. Desde el comienzo: el ministro (ahora ex) de Obras Públicas y Comunicaciones, Arnoldo Wiens. El 14 de agosto el nuevo ungido por Fuerza Republicana, en los mismos términos en que lo haría después el jefe de Estado, señalaba que no pensaba abrazarse con el líder del movimiento Honor Colorado, “sea cual sea el resultado” de las internas de la Asociación Nacional Republicana (ANR). Y para no perder la línea del guion, también descalificaba a su oponente directo, Santiago Peña. Repito lo que ya decía en enero: El abrazo entre las cabezas de los movimientos es de cumplimiento imposible. Además, nunca fue parte de la tradición dentro de ese partido. Otra cosa es la unidad del pueblo colorado en torno a un proyecto de poder.
El lunes 15 de agosto, el ex presidente de la República, devenido a director de la Entidad Binacional Yacyretá, Nicanor Duarte Frutos, reafirma que “Fuerza Republicana no tiene ningún interés” en un abrazo con el “cartismo”. Y para no dejar resquicios para malentendidos futuros, remarcó: “No hay ninguna posibilidad”.
En una democracia la derrota es aceptada con dignidad. O a regañadientes. Y ni es necesario felicitar al ganador. Solo basta con reconocer la victoria del oponente. Sin embargo, de triunfar Santiago Peña, el discurso disparado desde el proyecto apoyado y financiado por el Gobierno deja las puertas dispuestas a la traición al Partido Colorado. Abierta o subrepticiamente. Por otro lado, sin la presencia de Mario Abdo Benítez, Nicanor Duarte Frutos y Arnoldo Wiens, el escenario estará más liviano. El riesgo de derrumbarse será mucho menor. Buen provecho.