- Por Marcelo Pedroza
- Psicólogo y magíster en Educación
- mpedroza20@hotmail.com
Su vivencia embellece las situaciones que surgen al vivir. Es una fuente de suspiros para quienes reciben el impacto de las genuinas experiencias que acarrea. Donde se hace presente se producen conexiones emocionales que transforman el instante y abren los sentidos que se alinean ante la nobleza del ser que las vive. Esa sintonía integral permite que se retroalimente la simpleza del pensar que ilumina su ímpetu natural. Entendiendo que su latente aparecer puede generar sorpresivos momentos de felicidad. Ese estado de bienestar también nace de ella y la inocencia lo percibe.
A su candor se lo asocia con la transparencia de la blancura en su máxima expresión, por eso, cuando sucede, llega al corazón de quienes sienten lo que ocasiona. Transmitiendo en los otros diferentes sensaciones, aunque generalmente todas encuentren un lugar para la paz. Es esta la que calma el historial que marca su incesante asistencia, sin comprender que el presente es el que pide atención exclusiva y, por sobre todo, el apoyo masivo de las virtudes que le darán el sostén para alimentar las creencias que fortalecen la dicha, que solo la inocencia es capaz de dar.
Su frecuente dación encuentra destinatarios que la valoran e, incluso, al asombrarse por lo que produce en ellos, se disponen a crear momentos y espacios donde la sencillez sea protagonista e impulsora de las acciones que construyen vínculos amparados por la honradez. Cabe detectar la unión significativa de las palabras recientes, unas y otras están emparentadas por la cándida lucidez del proceder. Este puede ser individual como colectivo, es así porque es directa la influencia que ejerce en el quehacer de las personas.
Aquello que ayuda a crecer está impregnado de intenciones buenas que se vivencian de acuerdo a las prácticas que requieren. Inocencia proviene del latín innocentia e innocens. In es no y nocens es daño. Entonces, el bien tiene tantas manifestaciones como voluntades que lo viven. Como, por ejemplo, las que están abocadas a descubrir, desarrollar, estudiar, compartir y trabajar ideas o proyectos en los distintos sectores que forman el tejido comunitario.
Por consiguiente, el término innocens convoca a la totalidad de los habitantes, es integrador, aglutinante y genérico. Es el llamado de la inocencia desde su raíz lingüística, tan antigua como vigente, tan viva como cosmopolita. Además, pregona un principio elemental para la humanidad, el que Immanuel Kant (1724 -1804), filósofo y científico prusiano, inmortalizó como imperativo categórico. Esto puede ser llevado al plano individual, a la vida práctica de cada ciudadano. Con la ausencia de daño alguno ocasionado, la presencia de la tranquilidad propulsora de lo que estimula las ganas de vivir.