DE LA CABEZA

Mi gran amigo Claudio, un prestigioso médico de Santa Cruz de la Sierra con quien comparto tertulias agradables vía Whatsapp y asiduo seguidor de esta columna, siempre tiene un tema interesante para sugerirme. Esta semana, hablando de nuestra común pasión de docentes, me lanzó la pregunta acerca de la frustración cada vez menor de los estudiantes hoy en día. Y, en homenaje a su solicitud, voy a desarrollar el tema.

La frustración es un estado emocional que se desencadena ante acontecimientos que involucran la reducción o supresión inesperada de reforzadores primarios, como estímulos apetitivos y alimenticios, o secundarios como por ejemplo dinero, entretenimiento, estímulos sociales y lúdicos. El estado de frustración se puede generar por la omisión total de lo esperado, por la disminución de su calidad, la demora en su presentación, la interrupción en la frecuencia de aparición, así como también por la dificultad en la realización exitosa de pruebas con distintos grados de presión o exclusión social. Teóricamente, no reforzar aquello que se espera genera en el sujeto un estado interno aversivo denominado frustración primaria. Esta respuesta implica la primera reacción frente a la omisión de esa respuesta y puede vincularse con un proceso de estrés agudo. A su vez, los estímulos asociados con este estado adquieren la habilidad de provocar una expectativa condicionada de la frustración primaria denominada frustración secundaria.

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Con relación a las emociones, permite pensar cómo el enfrentarse exitosamente a situaciones de pérdida o decepción tiene un rol adaptativo clave en la vida de todas las especies. Debido a que el ambiente es un elemento que se encuentra en un cambio constante, demanda al sujeto la necesidad de contar con mecanismos que le permitan buscar nuevos recursos y extinguir la respuesta hacia refuerzos de menor calidad. La conducta de frustración implica diversos procesos psicológicos, tales como aprendizaje, memoria, estilos de afrontamientos y personalidad, emociones, ansiedad y estrés.

En relación con el estrés, se sabe que en una fase de alarma o aguda, resulta ventajoso. Aparece cuando es visto como algo dañino, que puede generar una pérdida, como algo amenazante o desafiante. Así es que el valor que se le otorga a los hechos no es absoluto sino relativo, ya que los mismos son modulados por el aprendizaje previo y por nuestras bases genéticas y biológicas, al igual que ciertas patologías que influyen en la tolerancia y en la percepción de situaciones de decepciones. Es necesario entender que la conducta de frustración es un mecanismo complejo y que, por ejemplo, en los estudios con humanos se encuentran mediando otros factores como el lenguaje, la cultura, influencia de nuevas tecnologías y expresiones faciales que son propios de la especie. Evaluando de manera diferencial cada dimensión, encontró que la intolerancia emocional estaba significativamente relacionada con los problemas de procastinación, lo que permite pensar que la decepción primaria es un factor principal que imposibilita que los sujetos desarrollen con éxito diversas tareas.

Los adolescentes sienten frustración por muchas de las mismas razones que los adultos: presiones sociales, obligaciones, problemas de relación y confusión sobre el futuro. En los adolescentes, estos problemas a menudo se ven agravados por los cambios hormonales. Los adolescentes también pueden sentirse frustrados en su lucha por establecer una identidad y afirmar su independencia mientras siguen las reglas familiares y escolares. Además de estas fuentes comunes de frustración, como los adultos, los adolescentes pueden sentirse frustrados cuando están deprimidos, ansiosos o experimentan una discapacidad de aprendizaje, como el trastorno por déficit de atención con hiperactividad. La frustración puede manifestarse de muchas maneras. Algunos adolescentes pueden volverse irritables y atacar a sus padres y maestros, mientras que otros se retirarán y realizarán esfuerzos mínimos para cumplir con sus obligaciones. Cuando son impulsados por el rechazo social o el fracaso, los adolescentes pueden cambiar sus hábitos de socialización o abandonar los deportes u otras actividades extracurriculares. Cuando la frustración causa un estrés intenso, los adolescentes pueden enfermarse con más frecuencia o informar dolores de estómago, dolores de cabeza u otras molestias físicas.

Pero ¿qué hacemos en estos casos? Hablar con un adolescente sobre sus sentimientos puede ser un buen primer paso. Ayudarle a desarrollar un plan para administrar el tiempo puede ayudarle a reducir su frustración y ayudarle a encontrar el equilibrio entre las responsabilidades como la escuela, las actividades extracurriculares y las actividades sociales. Cuando el adolescente sufre una angustia extrema, como llorar con frecuencia, dormir en exceso o experimentar cambios en el apetito, sus sentimientos pueden estar más allá de los síntomas normales de estrés. En este caso podría tratarse de depresión u otros trastornos en las emociones o en la mente que debería tratarse con un profesional de la psicología o la psiquiatría lo antes posible. Además, si la frustración le impide desempeñarse en el estudio o si pierde interés en actividades que antes le interesaban, considere hablar con su médico o un terapeuta profesional porque esos síntomas pueden indicar un problema emocional más grave que deberá ser abordado lo antes posible antes de que se agrave. La idea es no frustrarse, no quedar DE LA CABEZA y siempre pero siempre, acompañar. Nos leemos en una semana.

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