“Duele decirlo, pero hay que decirlo”

Los XII Juegos Suda­mericanos ASU2022 (Odesur) vino a pin­tarnos una sonrisa a todos, a un país ensombrecido, a una economía debilitada, a atle­tas angustiados y a una pobla­ción entristecida. Es ya una fiesta y con una organización esmerada. La inauguración del sábado pasado fue la de “un país de primer mundo”. Aplausos aquí y en el exterior. El turismo global viste sus mejores flores de bienvenida. Tenemos atletas ganadores de medalla a los pocos días. El ánimo de apoyo y alegría se contagia muy rápidamente. Muy pocos hablan mal de los juegos, fruto de su amargura personal y de posiciones ideo­lógicas y pensamientos que solo aceptan lo bueno si “arre­glan todos los problemas del país y de la gente, al toque”.

Nuestro país es un todo, desde el punto de vista global, pero también es una unión de muchísimas partes. Orga­nizar y realizar unos juegos internacionales, que nos ponen en el centro de aten­ción de Sudamérica y más, “a los ojos del mundo”, es una parte, aunque con beneficios directos y colaterales difíci­les de cuantificar en su justa medida, porque no se agota en darle aire a la economía, ni a las condiciones de vida y com­petencia a nuestros sufridos atletas, no pocas veces, ais­lados de apoyo. Esta parte no debe sacrificarse por algunas otras partes que estén mal. Muchos dirán que los 78 millones de dólares inverti­dos para los juegos se podrían haber colocados en secto­res más necesitados y prio­ritarios. ¿Una competencia deportiva internacional que prueba nuestra capacidad de buenos organizadores y anfi­triones, no es útil?

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La realización de eventos en Asunción, Paraguay, de todo tipo, es un posicionamiento de Paraguay en el exterior, como una plaza atractiva, generando un circuito de negocios, bien extenso. Se equivocan los que minimi­zan el mundo de los hote­les, los restaurantes, casas comerciales, porque muy egoístamente creen –real­mente, que es lo peor– que “los únicos que ganan son los dueños”, es decir, muy pocos.

La dinámica de estos Jue­gos Odesur comprueba que genera y sostiene empleo y actividades, brinda ingresos –no espectaculares–, desa­rrolla talentos en algo que hoy es fundamental, la orga­nización de eventos da un res­piro a la economía de servi­cios, no para hacerla correr a la velocidad del rayo, pero peor que solamente un res­piro es no tenerlo. El efecto “retorno” proyectado de la inversión de los 78 millones de dólares se estima con un impacto de 263 millones de dólares, según el análisis hecho por el ex ministro de Hacienda Manuel Ferreira. Es una aproximación con base en metodologías para el caso.

Ante cualquier evento deportivo internacional de envergadura, es recomenda­ble realizar una proyección inicial en cuanto a la inver­sión y los impactos econó­micos esperados para tener una guía. Después, pasado el evento, se revisa la proyec­ción y se hacen las correccio­nes correspondientes. Pero hay muchísimas cosas que no se pueden valorizar, calcular, proyectar. Lo que tenemos para el futuro, si cuidamos nuestras instalaciones y si tenemos una política pública que incentive la cultura y la pasión por las competen­cias deportivas en escuelas, colegios y universidades. Y no tiene precio, pintarle una sonrisa a un país con muy poca autoestima, aplastada por una desconfianza gene­ralizada. Was gesagt werden muss, muss gesagt werden. Duele decirlo, pero hay que decirlo.

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