EL PODER DE LA CONCIENCIA

El 12 de junio, hace 87 años, finalizaba la Guerra del Chaco, luego de tres largos años.

Hace apenas 3 meses, el 13 de junio, en el día de san Antonio, quien coincidentemente era reconocido por su famosa capacidad oratoria, precisamente el Gobierno anunciaba con bombos y platillos la inauguración de la tercera etapa del acueducto del Chaco, desde Filadelfia hasta Mariscal Estigarribia, obra que “cambiaría la vida” de casi 9.500 personas del departamento de Boquerón.

La fase 2, que ya había concluido, abarcaba más de 5.000 conexiones para las comunidades indígenas. En el acto, las autoridades se jactaban de que desde hacía dos años se habían entregado 550.000.000 de litros de agua.

Pero antes, en 2020, como sabiendo algo que los demás ignoraban, en un mensaje profético durante la inauguración, el presidente Abdo Benítez anunciaba que la entonces obra de 203 km de tuberías que unía la planta de tratamiento que tomaba agua del río Paraguay en Puerto Casado y que la bombeaba hasta Loma Plata podía tener “desperfectos”.

En el presente, en julio, hace apenas hace un mes y medio, miles de familias quedaban sin el vital líquido a causa de tres roturas en la estructura subterránea dispuesta entre Alto Paraguay y Boquerón. El problema no era nuevo, sino “recurrente” –excusaron– debido a las viejas tuberías instaladas hacía 9 años. En tanto, la sequía se agudizaba en esa zona.

En el presente aún más cercano, hace apenas un mes, en agosto, el propio titular de la Essap, Natalicio Chase, reconoció que el ente a su cargo no tenía la capacidad de realizar la reparación y mantenimientos necesarios en el tramo Casado-Loma Plata y que hacía una semana habían realizado “una parada técnica para ejecutar 14 reparaciones”. El resultado, unas 70.000 personas quedaron con sus reservorios llenos de excusas y vacíos de agua.

Mientras, la sequía no da tregua. Sin lluvias, los pocos tajamares se secan, los ganaderos se ven obligados a malvender sus animales, las comunidades indígenas deben trasladarse kilómetros para conseguir un poco de agua sucia para no perecer.

“No vamos a resistir mucho más si no se aprueba el proyecto”, advertía el gobernador de Boquerón hace 15 días, en tanto explicaba que hasta entonces aguantaban gracias a 6 camiones cisternas, pero que no daban abasto... mientras se siguen sumando los casos de enfermedades gastrointestinales a causa del agua contaminada que afectan principalmente a los niños.

Hace 3 días el gobernador lanzaba un urgente mensaje de socorro al Gobierno tras agotarse las reservas de agua. Pedía a Diputados que levantase el veto del Ejecutivo para redireccionar un rubro del presupuesto para paliar en algo la extrema situación.

En cómodos sillones, entre bocaditos y botellitas descartables de agua helada, los parlamentarios “trabajan” en su burbuja con aire acondicionado sin ninguna prisa. Los problemas no existen para ellos: por ejemplo, buscan un puesto de embajador en Qatar para ver el Mundial todo pago y recordar esa experiencia de por vida, mientras las vidas se pierden entre los espinos y talcales de Boquerón. Ni siquiera se ponen de acuerdo para defender a los pacientes asegurados del IPS y olvidan que son actores principales de la impunidad. Los que no olvidan esa traición son los miles de votantes que cada día deben mendigar por su salud, por los medicamentos que pagan y que no reciben y por la dignidad que les niegan.

Boquerón sigue en guerra, una nueva en la que los enemigos ya no vienen del norte. Y esta vez la sed busca nuevas estrategias, nuevos aliados como La Niña o los que se dicen representantes del pueblo y que solo se representan a ellos mismos.

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