La semana que pasó, sin dudas, marcará el derrotero que habrá de seguir la que se inicia. El presunto intento de asesinato de la vicepresidenta Cristina Fernández por parte del ciudadano brasileño Fernando André Sabag Montiel que investigan la jueza María Eugenia Capuchetti y el fiscal Carlos Rivolo se extenderá en el tiempo.

El reloj de la política atrasará o adelantará en orden al avance de esa pesquisa y, como sucede desde el primer momento en que se vieron las imágenes en la tele, lo que de esa investigación trascienda. No habrá información oficial porque –como suele suceder en toda actuación penal– las y los jueces disponen que el sumario sea secreto. Todo lo que hasta el momento del cierre de la presente edición se conoce, es a través de fuentes anónimas involucradas profesional o políticamente con el suceso que sacudió no solo a esta sociedad agobiada por sucesivos hechos de inseguridad ciudadana que generan cientos de muertes, heridos y heridas por año, sino al ecosistema constituido por las redes en el que todo tipo de comunicaciones atraviesan ese espacio. Mientras, enormes interrogantes y respuestas emergen desde el espacio público. Las tensiones crecen. Especialmente, en ecosistema político.

La sociedad en general, apretada por la coyuntura económica, por el avance de la pobreza que se ubica en torno del 40%, por la indigencia cercana al 9%, por el deterioro de los salarios y del poder de compra, por la falta de trabajo formal, por el encarecimiento de la salud, por el deterioro de la educación, por la ya mencionada inseguridad, por los fuertes aumentos en la provisión de los servicios de gas, luz y agua anunciados por el ministro de Economía, Sergio Massa, está en otra cosa: Llegar a fin de mes y no derrumbarse en la escala social.

Invitación al canal de WhatsApp de La Nación PY

El intento de magnicidio contra la vicepresidenta Cristina F. es incomprensible. Inaceptable. Decretar, con motivo de esa tentativa de acto criminal, un feriado nacional, tampoco se entiende. Que el presidente Alberto Fernández, abogado, hijo de un juez, docente en la Universidad Nacional de Buenos Aires (UBA), procure explicar que el fallido ataque se origina en “el discurso del odio que se ha esparcido desde diferentes espacios políticos, judiciales y mediáticos”, es más inexplicable aún y hasta podría coadyuvar para que sea mayor el descreimiento social que pesa sobre las instituciones. Riesgoso, por cierto. El descrédito mencionado, al que aluden en nuestra región los resultados de cuanto estudio de opinión pública se divulgue –Latinobarómetro, entre ellos– podría incrementarse exponencialmente. La bronca crece. Descreer, también. Y advertencias, no faltan.

Sobre el presunto magnicida, Fernando André Sabag Montiel, ha trascendido mucha información y algunas intervenciones televisivas callejeras suyas con las que se procura contextualizar su condición personal y social. Sobre el dispositivo de seguridad y protección del que dispone la vicepresidenta y su eficiencia, también circulan múltiples opiniones y pareceres. La duda social se extiende. ¿Quién tuvo la culpa? Desde las 21:00 del jueves pasado a ese interrogante se le añade una palabra demoledora para situaciones de tanta gravedad: “Increíble”. ¿Qué y por qué pasó? ¿Qué y por qué pasa? ¿Qué y por qué pasará lo que pueda pasar? Preguntas que se hacen todas y todos y que son posibles de escuchar en bares, conversaciones familiares, en los medios de transporte.

Las respuestas son alarmantes. ¿Solo pasa aquí? Posiblemente, no. Se suele sugerir que cuando no se encuentran explicaciones es necesario interrogar a la teoría y/o a quienes teorizan. Noam Chomsky (93), el 10 de marzo del 2018, consultado por el periodista Jan Martínez Ahrens de diario El País de España, quien quiso saber si acaso “vivimos una época de desencanto”, diagnosticó y sostuvo que “la gente se percibe menos representada y lleva una vida precaria con trabajos cada vez peores”. Desde esa perspectiva, explicó que “el resultado (de aquello) es una mezcla de enfado, miedo y escapismo (sociales porque) ya no se confía ni en los mismos hechos”. Reflexiona y dice luego: “Hay quien (a esta situación emergente) le llama populismo, pero en realidad es descrédito de las instituciones”. Con la voz profunda, de tono grueso, que caracteriza a Chomsky, el viejo maestro agrega: “La desilusión con las estructuras institucionales ha conducido a un punto donde la gente ya no cree en los hechos (y) si no confías en nadie, por qué tienes que confiar en los hechos”.

Así las cosas, Noam advierte que la sociedad siente que “si nadie hace nada por mí, por qué he de creer en nadie”. Eran tiempos de Donald Trump en los Estados Unidos cuando aquella entrevista. El colega Martínez Ahrens preguntó por el rol de los medios y el descreimiento social. Chomsky hizo foco en Trump para explicar. “La mayoría está sirviendo a los intereses de Trump” y recomendó: “Mire la televisión y las portadas de los diarios. No hay más que Trump, Trump, Trump. Los medios han caído en la estrategia que ha diseñado Trump. Cada día les da un aliciente o una mentira para situarse él bajo los focos y ocupar el centro de atención. Entretanto, el flanco salvaje de los republicanos va desarrollando su política de extrema derecha, recortando derechos de los trabajadores y abandonando la lucha contra el cambio climático, que precisamente es aquello que puede terminar con todos nosotros”. Es palabra de Chomsky. Algunas cosas, claramente, pasan en todas partes. Cualquier coincidencia que se pretenda con la situación en Argentina es definitivamente casual

Déjanos tus comentarios en Voiz