- Por Gabriela Teasdale @Gabyteasdale
- socia del Club de Ejecutivos
Esta semana hemos sido testigos de un acontecimiento histórico. No solo para Paraguay, sino para toda América Latina. El papa Francisco invistió por primera vez a un cardenal paraguayo, en una decisión que nos coloca como nunca en protagonistas en el escenario mundial. El Colegio Cardenalicio es un organismo designado por el Papa para asistirlo, que cuenta con poco más de 200 cardenales, de los cuales más de un centenar son electores. Hasta los 80 años también pueden ser elegibles como papas. Nuestro representante va a tener voto en cuestiones que pueden ser cruciales porque implican cambios no solo para la comunidad que profesa la fe católica, sino para el planeta entero. Porque el Papa es uno de los líderes más influyentes del mundo y su mensaje trasciende fronteras y religiones.
Con su particular carácter, monseñor Adalberto Martínez dijo desde la Basílica de San Pedro que este era “un regalo” que el papa Francisco estaba haciendo a nuestro país. Y aunque haya sido protagonista todos estos días con otras declaraciones, fue esa la frase que más me gustó escuchar en medio de todo el periplo que lo llevó a asumir tremenda responsabilidad en El Vaticano. Porque no solo demuestra su humildad, sino también el espíritu con que recibe tan alta distinción: una persona que pone a su país delante de su cargo, que pone la vocación de servir a todo un pueblo por encima de una función. Buscando referencias, encontré que la palabra cardenal viene del latín “cardinis”, que significa bisagra. Los cardenales son las bisagras alrededor de las cuales gira todo el edificio de la Iglesia Católica, en torno al Papa y junto a este, en torno a Jesucristo.
En su primera misa después de haber sido investido, monseñor Martínez recalcó también que la figura del cardenal ha sido muchas veces asociada con una autoridad que manda, que tiene poder y debe actuar con la psicología de un príncipe, ya que los cardenales son con frecuencia llamados los “príncipes” de la Iglesia Católica. “Esa es una actitud que no corresponde ni condice con nuestra vocación de servidores”, recalcó.
Ojalá esa esencia que monseñor Martínez intenta difundir en este momento histórico sea contagiosa. Que los líderes de nuestro país tomen su ejemplo y pongan a Paraguay primero para servirnos y forjar ese país que todos queremos. Un país donde los valores que nos definieron alguna vez sean rescatados, un Paraguay para los paraguayos.
Que este sea un mensaje para todos los aspirantes a gobernarnos en las próximas elecciones: la vocación de servicio y el amor al prójimo son el camino adecuado para trascender.