• Por Aníbal Saucedo Rodas
  • Periodista, docente y político

Lo que iba a constituir el pegamento para la unidad dentro de la Concertación para un Nuevo Paraguay se convirtió en el factor de la discordia: el padrón nacional. El procedimiento que se pretende aplicar para su utilización dentro de la coalición de partidos y movimientos opositores es considerado desventajoso e inapropiado para algunos sectores y absolutamente correcto y legal para otros. En suma, es un nuevo elemento que aporta para elevar la temperatura de una caldera que está siendo alimentada por el diablo. Discursos fuertemente descalificadores entre los aliados coyunturales avivan el conflicto, justamente a raíz de aquel ingrediente que tenía como principal función conseguir la incorporación de la mayor cantidad posible de organizaciones partidarias al frente opositor con aspiraciones de unidad granítica para derrotar a la Asociación Nacional Republicana. El Registro Cívico Permanente es hoy la razón de la discordia. Ya explicaremos por qué.

La inesperada ausencia, por una imprevista enfermedad que lo dejó en situación de coma inducido, del ex obispo Fernando Lugo, cabeza indiscutible del Frente Guasu, dejó la puerta abierta para que satanás metiera el cuerpo. En ese tiempo de desconcierto que provoca el alejamiento forzoso de un liderazgo casi omnímodo como, indudablemente, es el que ejerce el ex presidente de la República, la primera víctima fue la precandidata de la izquierda unificada: la senadora y médica Esperanza Martínez. Considerando que sus eventuales aliados tomaron ya posiciones por separado, lo que impedía evaluar una estrategia en común para enfrentar a Efraín Alegre, presidente del Partido Liberal Radical Auténtico (PLRA), optó por lo más prudente para su proyección política: decidió pelear por un nuevo período en la Cámara Alta.

El panorama político paraguayo es como un gigantesco escenario natural de telenovelas. De esos culebrones repetidos, previsibles, lacrimógenos, altamente melodramáticos y excesivamente largos. Con diálogos inflamados de histeria, gritos e insultos. De rupturas y reconciliaciones. Pero sin que se desenrede el nudo central de la obra. Así, uno puede pasar por alto treinta capítulos y no se habrá perdido nada. Es como viajar al extranjero y desenchufarse del país durante tres meses. Al regresar los mismos personajes estarán protagonizando las mismas conocidas escenas. Es por ello que muchos de nuestros artículos parecen relatos anticipatorios de la realidad, aunque, en el fondo, son los hechos los que se reproducen con sistemática puntualidad. De ahí la importancia de releer nuestros propios escritos. El pasado 10 de junio publicamos que “Es difícil, pero no imposible suponer que la izquierda unida, que ambiciona el poder, pudiera diseñar un eje programático común con el sector más ortodoxo del liberalismo paraguayo, la derecha recalcitrante de Patria Querida o la columna del medio –sin identidad doctrinaria– a que juegan los representantes del Partido Encuentro Nacional (PEN)”. Ahora esa izquierda representada por el Frente Guasu y su Ñemongeta por una Patria Nueva liberó a sus partidos y movimientos integrantes a votar por la chapa presidencial que más les convenza.

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Esa libertad de elegir la opción más representativa para sus proyectos futuros incluye, obviamente, a Euclides Acevedo, candidato directo a las finales presidenciales por su organización política Nueva República. No pasará por el tamiz de las internas simuladas –la estructura de Efraín Alegre que se presenta imbatible– dentro de la Concertación opositora. La probabilidad de que la diputada Kattya González, del PEN, pudiera construir equipo con Soledad Núñez quedó disuelta cuando Alegre eligió a esta última como acompañante para enfrentar las internas del 18 de diciembre de este año. Fue una elección acertada. Porque Soledad Núñez está un poco más a la derecha que el propio Efraín, con fuertes aproximaciones al Partido Patria Querida (PPQ). Y, quizás, superando el extremo. Kattya González, ya sola, apuntó a la Cámara de Senadores. Ahora la Concertación desorienta. Lo que debería ser, legalmente, un superpartido, se convirtió en la sumatoria de partidos, manteniendo intactas sus mezquindades.

La legisladora del PEN, sin traicionar su estilo, explota: “Yo opino que el PLRA, sobre lo que establece la ley electoral y el propio estatuto del PLRA, no puede usar el padrón abierto en las internas para elecciones a cargos plurinominales porque confunde al electorado y, también, genera una competencia desleal dentro de la propia Concertación. Se van a quedar solos, pero a mí no me van a correr con la vaina señalándome como pegada al continuismo”. Los apoderados del radicalismo auténtico contraatacaron con que la mencionada diputada “beneficia, con su actitud, al continuismo de la estructura mafiosa”. Así de confusa está la Concertación. Y todavía no llegaron al poder. Se habla mucho y se explica poco.

Euclides Acevedo y el senador Blas Llano han demostrado, una vez más, que el diablo sabe por diablo, pero más por veterano. El primero nunca fue parte de la Concertación. Retruca con los mismos argumentos a quienes le endilgan la funcionalidad al Partido Colorado. El segundo, Blas Llano, afirmó el 4 de mayo lo que se venía y lo sentenció más o menos así: “El peor enemigo de la Concertación es Efraín”. Buen provecho.

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