“Su imputación es una vendetta política”, dicen los defensores del ex ministro del Interior Arnaldo Giuzzio. Con este argumento pretenden minimizar la gravedad de su caso por el solo hecho de que lo reivindican por su coraje para enfrentar a Horacio Cartes.

En Paraguay, para un sector de la clase política y gran parte de la prensa, los anticartistas tienen licencia para robar dinero público, traficar influencias, vincularse con narcotraficantes y hasta ser el soplón de uno de los considerados narcos más buscados por el Brasil. Pero, si la Justicia decide actuar contra estos, es una Justicia vendida. A este nivel de descalabro han llegado quienes pretenden sacarse de encima a su enemigo político o empresarial.

Durante los dos años que estuvo al frente del Ministerio del Interior el “corajudo” de Giuzzio, estallaron las estadísticas en materia de inseguridad. Su nula capacidad para trazar una hoja de ruta en la seguridad interna, hizo que hasta las peleas por territorios de los que manejan el microtráfico se ajusten en un concierto con 20 mil personas como sucedió en San Bernardino. Esto significó el impulso de un juicio político en su contra, pero fue salvado por oficialistas y algunos opositores, de hecho Giuzzio es opositor, vinculado al partido político de la senadora Desirée Masi, el partido Democrático Progresista (PDP), sector político que cogobierna con Mario Abdo Benítez. En esta oportunidad, Giuzzio demostró en qué anduvo los años que estuvo en el cargo de ministro, buscando evidencias contra Cartes y haciendo negocios con Marcus Vinicius Espíndola, considerado por la justicia brasileña como narcotraficante.

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El proceso encarado por la Fiscalía contra Giuzzio es irrefutable. Uno de los elementos claves en la investigación fue remitido por la Fiscalía Federal del Brasil que había incautado el teléfono móvil de Marcus Vinicius cuando lo agarraron en Foz de Yguazú. Giuzzio tenía un estrecho vínculo con el tercer hombre más buscado por el Brasil que buscaba desbaratar una banda de traficantes de cocaína en Europa.

Los brasileños están furiosos con Arnaldo Giuzzio, no se explican qué hacía el entonces ministro del Interior, intercambiando mensajes a las 22:50 el 14 de febrero del 2022, la noche antes del operativo “Turf”, con Marcus Vinicius. El objetivo principal de esta operación era precisamente Marcus, según reveló la ministra de la Senad, Zully Rolón.

En el mensaje, Giuzzio le dice a Marcus si podía enviar a su gente para cobrar por la reparación de la camioneta Dodge. El actual ministro del Interior, Federico González, nos confesó la semana pasada que ninguna de las empresas de Marcus tuvo contratos con la institución. Entonces, ¿de qué reparación de vehículo habla Giuzzio? o ¿se trataba de un mensaje encriptado de alerta a Marcus para que pueda fugarse?

A esto se suma que Giuzzio cayó en un mar de contradicciones al intentar explicar sus vínculos con el narco brasileño. La Fiscalía tiene sobradas razones y elementos para el proceso. No se trata de ninguna persecución al “corajudo”. Se trata de hechos objetivos, irrefutables de las andanzas del ex ministro estrella del gobierno corrupto de Marito y de cierta prensa. ¿Lo seguirán protegiendo? o ahora también Cartes maneja la fiscalía de Brasil, como hacen suponer que sucede en Paraguay. Puedo estar equivocado, pero es lo que pienso.

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