- Por Aníbal Saucedo Rodas
- Periodista, docente y político
En nuestra tradición, agosto es un mes aciago (y apenas llegamos al día 12). De oscuros presagios. Es por eso el antídoto de la caña, con ruda y limón para espantar los malos espíritus. Y hasta aclara las ideas. La inteligente deserción de la diputada Kattya González de la carrera presidencial era una deserción anunciada. Previsible, como mínimo. Cualquiera, salvo sus fanáticos, podía leer que no contaba con más estructura que el espectáculo mediático. Nunca logró, ni procuró, conformar equipo político. Estaba más distraída en su representación unipersonal.
Aunque a inicios de noviembre del 2020, exactamente el día martes 10, rechazó que estuviera interesada en competir por la primera magistratura de la nación, con el correr de los meses, cambiaría de opinión. En esa entrevista no perdió ocasión para enviar algunos consejos a Desirée Masi, Efraín Alegre y Blas Llano, exhortándoles a “volver a los orígenes de la política, si realmente quieren sobrevivir”. Y no contenta, remató: “Las únicas alianzas que funcionan son las que se construyen desde las bases, desde el pueblo y no desde las cúpulas, entre cuatro paredes”.
Si bien a la parlamentaria del Partido Encuentro Nacional (PEN) le pareció “hasta irrespetuoso hablar de su candidatura en un momento muy complejo (pandemia por el covid-19)”, la idea de que su postulación surgiría del clamor popular ya estaba instalada en su mente. Y la expone públicamente el 25 de abril de este año, cuando argumenta que la encuesta es el mejor instrumento para medir fuerzas dentro de la Concertación, golpeando nuevamente a las jefaturas partidarias que se resisten “a aceptar lo que la ciudadanía cree, quiere y acompaña y tiene chances reales de ganar”. O sea, ella.
Como todo populismo, invoca al pueblo antes de someterse a su escrutinio. En esos años ya la habíamos observado, igual que a muchos otros, en su metodología de visualización pública y en sus reiteradas contradicciones. Por ello, el viernes 13 de noviembre del 2020, en este mismo espacio, escribimos: “La diputada González, quien actualmente aspira a posicionarse para la Presidencia de la República mirando el 2023, solo tiene como sustento, por ahora, las luces y las portadas de los medios. Dentro de la vieja escuela de la propaganda política, el discurso ampuloso y grandilocuente posee el atractivo de la novedad o la curiosidad, sin arraigo en el tiempo”. Y añadíamos: “Las candidaturas sin proyección real suelen tener una presencia pasajera en los medios. Sobre todo, si no logran consolidarse en la preferencia ciudadana. La política de exhibición, como la denominan algunos analistas, difícilmente se desplace hacia una política de decisión”. Tal cual. Por eso no extrañó que haya optado, finalmente, por intentar ocupar un escaño en la Cámara de Senadores, renunciando a sus pretensiones presidenciales. Su presencia en el Congreso nunca pasará desapercibida. Y puede aportar calidad si se propone.
La decisión de Kattya González es una decisión fundada en el practicismo. Si insistía en su proyecto, le aguardaba la terrible orfandad de los reflectores en los próximos cinco años. La posibilidad de un cargo político, no electoral, depende de las chances no siempre seguras de que gane la Concertación. Su eventual compañera en una dupla presidencial, Soledad Núñez, fue tentada por el titular del Partido Liberal Radical Auténtico (PLRA), Efraín Alegre. Una dupla lógica, unida por la derecha, aunque, quizás, con algunos pequeños matices. Propuesta que provocó un agrio malestar dentro del Frente Guasu y su Ñemongeta por una Patria Nueva. Un malestar que no logro comprender, porque referentes de esta concertación de izquierda habían puesto en mayúsculas que entre en planes no figuraba convertirse en “furgón de cola de nadie”. Y, al final, dan a entender que ambicionaban la Vicepresidencia para Esperanza Martínez. Una incompatibilidad ideológica que no haría sentir muy cómodo al presidente del PLRA. Y que, de alcanzar la victoria el 30 de abril del 2023, podría convertirse en el brote de una insostenible ingobernabilidad. Sin descartar un final de gobierno abrupto, similar al de Fernando Lugo.
En medio de estas fuertes discrepancias al interior de la Concertación, con el retiro del Partido Popular Tekojoja (PPT), el directorio del PLRA insinúa algunas sanciones a los diputados que dieron quórum para que el tercer intento de juicio político a la fiscal general, Sandra Quiñónez, sea archivado una vez más. Que muchos consideran como tibias amenazas. Es que Alegre tiene una experiencia negativa en el pasado, cuando expulsaron a nueve senadores por acompañar la reelección presidencial, vía enmienda, pero el 22 de setiembre del 2017 fueron reincorporados al padrón liberal por resolución del Tribunal Electoral de la Capital.
El accidente cerebrovascular sufrido por Fernando Lugo, líder absoluto del Frente Guasu, motivó una acordada calma dentro de la Concertación Nacional. Y no poca preocupación e incertidumbre. Que la evolución del ex presidente de la República sea satisfactoria y su recuperación rápida. Que así sea.