- Por Laura Ramos
- Socia del Club de Ejecutivos del Paraguay
¿Cómo podemos hacer, como sociedad, para sentirnos orgullosos y representados dignamente con los representantes que tenemos en las cúpulas públicas? Con los últimos acontecimientos publicados a través de los medios de comunicación, sentimos vergüenza ajena al ver el nivel de debate y los agravios emanados por distintos referentes del ámbito político. Los estándares de discusión han llegado a los mínimos niveles de la decencia, destacándose quien fuera más chabacano y buscando ser el centro momentáneo de atención. Es una pena que pudiendo llevar adelante debates o intercambios de opiniones con objetivos que mejoren el nivel de vida del ciudadano sean dejados de lado y se anteponga una competencia de injurias o debates subjetivos con intereses personales.
En el Paraguay existen muchos profesionales muy preparados técnicamente para poder llevar adelante el desafío de componer su nómina pública, en cualquiera de los tres estamentos del Estado. Pero difícilmente estos ciudadanos quieran participar de semejante circo mediático que se ha estado viviendo últimamente. Deberíamos, como sociedad, exigir con algún mecanismo o proceso de selección que los representantes de la sociedad sean personas con requisitos de ética, moral y preparación técnica en algún ámbito, para que sus aportes dentro de la conformación de nuevas leyes, o la aprobación de nuevas disposiciones que nos afectan a todos sea previamente analizada y debatida por los mejores. No podemos estar en manos de personas que no están preparadas, que no tienen intención de mejorar la calidad de vida del ciudadano, y que no buscan más que un rédito, muchas veces, exclusivamente personal.
Nuestros jóvenes deberían admirar a las autoridades electas por sus conocimientos, experiencia y tenerlos como referentes, para que cuando los chicos decidan su futuro profesional tengan como una aspiración llegar a ocupar un cargo tan distinguido y honroso. Y así, por competencia de aptitudes, sean los mejores siempre los que accedan a dichos cargos. Probablemente sea una utopía todo lo antes mencionado, pero si seguimos en el camino de la competencia por ser el más soez y chabacano, ¿cuál será nuestro destino como construcción ciudadana? Definitivamente no podemos permitir que sea parte de nuestro día a día el informarnos de cómo fueron desarrolladas algunas sesiones del Congreso con semejantes relatos que dejan tanto que desear. No podemos naturalizar la liviandad con que se tocan temas tan delicados, o la facilidad con la que ciertos valores fundamentales son relativizados. Donde todo empieza a ser gris y ya no importa si está fuera de la ley o no. En un mundo donde los valores cada vez son menos respetados, las personas con puestos distinguidos deberían ser las primeras en dar el ejemplo de mantenerlos firmes por sobre lo demás.