- Por Felipe Goroso S.
- Columnista político
La popular frase en latín y tallada en piedra “Quod natura non dat, Salmantica non praestat” da la bienvenida a los estudiantes de las escuelas pertenecientes a la Universidad de Salamanca, institución con gran prestigio académico y una de las primeras de Europa (fue fundada en 1252). Es atribuida a Miguel de Unamuno, escritor hispano y rector de esa casa de estudios en los primeros años del siglo pasado. Su traducción textual es: “Lo que la naturaleza no da, Salamanca no lo presta”. El significado del proverbio tiene profundas connotaciones.
No solo otorga una excusa a la Universidad en caso del fracaso académico o profesional de alguno de sus alumnos, sino además valida la teoría de que las personas no nacen iguales y llegan a este mundo con atributos diferenciados. La escuela no es capaz de proveer inteligencia, memoria y aptitudes cognoscitivas, son herramientas con las que ya se tiene que contar. Muchas otras cosas tampoco son aprendidas en la escuela, como los valores, los modales, los buenos hábitos, la capacidad de comunicación, la conciencia moral y el amor por la vida, propia y ajena.
Esta aseveración condena a los que, a pesar de estudiar, no presentan una gran capacidad intelectual o no ostentan una cultura general muy frondosa. Aquello que la genética ha negado no podrá ser reemplazado por la mejor educación. Se puede exhibir un importante currículum vitae, pero ello no garantiza ser un erudito ni, mucho menos, una persona inteligente.
La frase es perfectamente aplicable a lo que se está viendo en la interna colorada. El movimiento oficialista está recurriendo a todo un esquema de recursos y sistemas con los cuales pretende reemplazar la ausencia de generación de emociones positivas que sufren sus candidatos protagónicos. Basta hacer un repaso de los mismos, su imagen, niveles de popularidad, perfiles, actos de campaña y, por supuesto, sus ejes y líneas discursivas. Y las mediciones nos muestran todo esto. Absolutamente todo.
Pero lo que más los evidencia son los últimos hechos donde se muestran tal cual son en realidad. Pretenden reemplazar cualidades que les faltan como el carisma, la empatía, el altruismo, la visión de futuro, capacidad de transmitir esperanza y el optimismo; solo por citar las más obvias, por un sistema de persecución. Y para eso hacen las alianzas más impensadas e inverosímiles.
La política, esa mala palabra que empieza con p y termina con a, nos enseña que algunas cualidades han de ser innatas, como inteligencia, aplicación, perseverancia y sobre todo la capacidad de generar emociones positivas; se las puede cultivar, pero no adquirir. Ni siquiera Salamanca te las puede dar.