“Duele decirlo, pero hay que decirlo”

Es muy difícil en el actual escenario local e internacional asegurar que podríamos mejorar en algo en el segundo semestre del 2022, con la seguridad por lo menos que peor no podemos estar. Aunque hay en el camino algunos factores negativos que podrían ponernos obstáculos en el andar, y otros, menos desfavorables, como el precio de los combustibles a nivel internacional que estarían entrando en una etapa de estabilidad, aunque planteando otras dificultades (el precio de los combustibles recibe presión a la baja porque las economías mayores se enfrían y por lo tanto consumirán menos energía). La economía mundial se está desacelerando más rápida y profundamente de lo esperado, y ya se habla de un final de año mundial sombrío y una probable caída económica en el 2023.

Las tres grandes economías del mundo están marchando a una velocidad menor y pueden verse frenadas. China, Estados Unidos y la Unión Europea, que representan el 75% de la torta económica mundial, están en dificultades. Las altas tasas de inflación (alrededor del 9%: Estados Unidos 9,1% y la Zona del Euro 8,6%, suba histórica, cuando la meta era del 2%) obligan a subir las tasas de interés y achicar la circulación del dinero en los mercados. Enfrentar a la inflación para aflojarla=debilitar la economía. Con todas sus consecuencias.

Por ejemplo, costos más caros para nosotros en préstamos y emisiones de bonos externos, fortalecimiento del dólar con la consecuente presión sobre nuestra cotización de la moneda norteamericana a nivel local. Casi el 60% de las remesas que recibimos (dinero que nos envían nuestros compatriotas viviendo y trabajando en el exterior) provienen de España en Europa, cuya moneda el euro pierde valor con respecto al dólar, lo que se traduce en un menor ingreso de divisas en las familias. Un dólar fuerte, un euro débil, con las principales mundiales economías debilitándose, también presionan para una disminución de los commodities (materias primas) que exportamos.

Si miramos el vecindario externo nuestro lo de Argentina se pone muy feo, pero muy feo, y hay que tener un plan de contingencia por si suciedera lo peor en términos de una tremenda y alocadada devaluación. En el mejor de los casos Argentina estaría creciendo 2,5% este año y se proyecta también en el mejor de los escenarios un parate del 0% para el 2023. Y hay que ver cómo llega al final del próximo año. Como muestra un botón: el prestigioso periódico inglés Financial Times titula en su editorial reciente con respecto a la Argentina “Panorama desolador” y afirma que “antes que parches, lo que Argentina necesita es un poco de amor duro”. Frente un gobierno débil, empeñado en un populismo peronista y políticas económicas fallidas, el Fondo Monetario Internacional (FMI) debería haber insistido en metas más duras para inspirar confianza en los mercados y la inversión.

Por el lado del Brasil el debilitamiento económico también es una realidad aunque en un escenario de estabilidad cambiaria y menor inflación a conseguir. El crecimiento esperado este año en la mayor economía latinoamericana es del 2% que se proyectaría a un modesto avance casi simbólico del 0,2% en el 2023. En conclusión: Nos rodean escenarios mundiales y regionales en situación de alerta porque a partir de ahora y más adelante, incluyendo el 2023, podemos tener otra crisis económica global. No podemos darnos el lujo de cometer errores ni poner encima de los nacionales los intereses particulares de cara a la pelea política que ya la tenemos encima. Hay demasiadas señales preocupantes. Ser ciegos y egoístas es patear el país. Was gesagt werden muss, muss gesagt werden. Duele decirlo, pero hay que decirlo.

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