Vivimos tiempos de mucha angustia e incertidumbre. Todas las áreas de nuestras vidas fueron afectadas por causa de la pandemia y, tal vez, también por cuestiones personales. La gente se siente frustrada, ansiosa y preocupada por problemas económicos, con incertidumbre ante el futuro y miedo a la enfermedad o la muerte, no solo de uno mismo sino de las personas que amamos. Todo esto puede generar que empecemos a tener dudas acerca del cuidado de Dios sobre nosotros. Podrían surgir preguntas como: ¿Dónde está Dios?, ¿por qué permite esto?, ¿será que tiene cuidado de nosotros?, etc. Y a pesar de, incluso, ser crecidos en la fe y conocer la Biblia, nuestras emociones nos agobian y empezamos a retroceder en nuestra fe.
La Biblia relata muchas historias de personajes que también pasaron circunstancias difíciles y empezaron a dudar de la misericordia de Dios, y deberíamos mirar qué vivieron, por cuáles situaciones pasaron y cómo salieron de sus dudas para restaurar su relación con Dios. En la Biblia encontramos innumerable principios de cómo recuperar nuestra fe en medio de la adversidad. Daré algunos puntos y en otros artículos completaremos todos los motivos por los cuales dejamos de creer y cómo recuperar nuestra confianza.
Uno de los motivos por los que dejamos de creer es por mirar las circunstancias y no a Dios. El pueblo de Israel, luego de ser quitado de Egipto, muchas veces, dudó y murmuró por mirar las circunstancias. Miraron el vasto desierto, se preguntaron cómo subsistirían, se preguntaron qué comerían y qué beberían, y cada vez que miraban las circunstancias, dudaban de Dios. Aún cuando Dios les mostró, una a una, su provisión y cuidado en cada circunstancia, cuando volvía otra prueba, se preguntaban de vuelta dónde estaba Dios.
En Mateo 14.22-32, vemos cuando Jesús llama a Pedro a caminar sobre las aguas en medio de una tormenta. Al principio, Pedro actúa en fe, pero después quita su mirada de Jesús, ve las olas, toma conciencia del peligro y duda. Jesús mismo le recrimina cuando lo rescata y le dice: “Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?”. Este es un ejemplo muy elocuente de cuando desviamos nuestra vista de Cristo, “autor y consumador de nuestra fe”. (Hebreos 12.2).
Cuando Dios escogió a Gedeón para liberar a su pueblo, en Jueces 6.12, Él envió a un ángel para hablarle, que le dijo: “Jehová está contigo, varón esforzado y valiente. Y Gedeón le respondió: Ah, Señor mío, si Jehová está con nosotros, ¿por qué nos ha sobrevenido todo esto? ¿Y dónde están sus maravillas que nuestros padres nos han contado?”. Más adelante le dice el ángel: “Ve con estas tus fuerzas y salvarás a Israel de la mano de sus enemigos... entonces respondió: Ah, Señor mío, ¿con qué salvaré yo a Israel? He aquí que mi familia es pobre y yo el menor de la casa de mi padre”.
Vemos claramente cómo la mirada de Gedeón estaba en las circunstancias y en sus propias fuerzas, y no en la promesa de Dios y en sus fuerzas. Dios es mucho más poderoso que las circunstancias que estamos viviendo y Él tiene cuidado de nosotros. La fe debe ser probada, y en una prueba el Maestro guarda silencio, pero no deja de mirarnos y acudirá en nuestra ayuda, no quitándonos rápido de la circunstancia adversa, sino más bien fortaleciendo nuestra fe y confianza hasta que todo pase y que podamos permanecer firmes.