“Somos lo que comemos”, dice un adagio. Y hoy en día es hora de empezar a alimentar tu cerebro, ya que sabemos más que nunca las propiedades que determinados alimentos tienen sobre el desarrollo y principalmente sobre el funcionamiento cerebral. Pero comencemos desde lo más básico diciendo que la conexión entre el estómago y el cerebro es fuerte, y comienza en el útero ya que parte del intestino y el cerebro se originan en las mismas células del embrión, lo que conocemos en Embriología como ectodermo. Entre ambos, una de las principales vías de conexión es el llamado nervio vago, un sistema de mensajería química bidireccional que explica por qué el estrés puede desencadenar sentimientos de ansiedad en la mente y mariposas en el estómago.

Pero también los alimentos pueden influir en el estado de lo que llamamos microbioma (del cual hablamos aquí hace unos meses), y algunas especies de microbios intestinales se han relacionado con mayores tasas de depresión. Incluso la serotonina, sustancia química del cerebro que regula el estado de ánimo, tiene una fuerte conexión con el intestino. Solo el cinco por ciento de la serotonina del cuerpo se produce en el cerebro; el resto se fabrica, almacena y activa en el intestino. Es por ello que varios estudios han sugerido que los cambios en la dieta pueden conducir a mejoras significativas en el estado de ánimo y el bienestar mental. A menudo la gente trata de influir en su estado de ánimo comiendo alimentos reconfortantes como helado, pizza o pastas, pero el problema con esto es que, aunque esos alimentos suelen ofrecer una tentadora combinación de grasas, azúcares, sal y carbohidratos, los hacen hipercalóricos y, en realidad, pueden finalmente hacernos sentir peor.

Sin embargo, mejorar la calidad de la dieta de una persona puede tener un efecto significativo en la salud mental, tal como lo revelara un análisis de 16 estudios que mostró que las intervenciones dietéticas reducen significativamente los síntomas de la depresión. Todavía hay mucho que aprender sobre qué alimentos y cuál cantidad de ellos pueden mejorar la salud mental, pero los científicos ya saben que alrededor del 20 por ciento de todo lo que comemos va al cerebro. Los neurotransmisores y receptores críticos se fabrican cuando se ingieren nutrientes y aminoácidos específicos. Las células gliales, por ejemplo, que constituyen una parte importante del cerebro, dependen de las grasas omega-3. Los minerales, como el zinc, el selenio y el magnesio, constituyen la base de la actividad celular y del tejido cerebral, así como de la síntesis de neurotransmisores que afectan directamente al estado de ánimo. El hierro, el folato y la vitamina B12 ayudan al cuerpo a producir serotonina.

Es un gran acto el alimentarse, pero si realmente lo hacemos DE LA CABEZA, estaremos más y mejor complementados. ¿Seguimos hablando de esto en una semana?

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