La crisis sanitaria y social ocasionada por la pandemia del coronavirus, que nos pegó fuerte no solo a nosotros, sino a muchos otros países, ahora que ya no resulta aparentemente el principal problema de orden sanitario, en donde tuvimos que lamentar la pérdida de miles de compatriotas, es ultra necesario que el Gobierno nacional se haga cargo de todo esto y vea las formas y alternativas posibles para volver a dinamizar a nuestra maltrecha economía, agudizada cada vez más a través del incremento de los niveles de pobreza, de extrema pobreza, y elevados niveles de desempleo.

La vida continúa y el compromiso de administración del país por parte del Gobierno también, pero lamentablemente antes que ello vemos todos los días que se ocupan de temas políticos y de politiquería, ya pensando en las próximas elecciones, por lo que sería difícil que toda esa gente tan necesitada pueda ver al menos una “tenue luz al final del túnel”.

Su responsabilidad primaria radica en diseñar el futuro inmediato apostando por la recuperación del país en todos los planos: la salud, la economía, el bienestar de la gente como fruto del esfuerzo de todos, principalmente de la ciudadanía quien es la que más sufre ante la falta total de proactividad, y capacidad de gestión, de los que están al frente de casi todas nuestras instituciones.

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Las estadísticas nos demuestran que la situación de nuestro país está lejos de las bonanzas de quinquenios anteriores, pues en casi 4 años no hemos crecido económicamente como se requiere, con todo lo que ello implica en problemas para nuestra sociedad.

En este lapso de tiempo, se ha concretado el mayor endeudamiento en la historia de nuestro país, superando el 35% del PIB, con insuficientes recaudaciones, déficit fiscal cada vez más elevado, lejos de lo establecido por la Ley de Responsabilidad y en donde los gastos rígidos siguen ocupando el podio en beneficio de una minoría.

Nuestra deuda pública supera los 14,1 mil millones de dólares, equivalente al 35,2% del producto interno bruto (PIB), el más elevado porcentaje que se recuerde.

Este gobierno que recibió el país con una deuda de 7.808 millones de dólares en agosto del 2018, ha conseguido el récord absoluto de endeudamiento en sus casi 4 años de gestión. Es la administración que mayor cantidad de préstamos ha contratado, muchos de ellos sin tener un retorno positivo que garantice su fuente regular de repago.

La percepción de nuestra gente sobre su actual situación económica, según la última encuesta de hogares del Banco Central del Paraguay (BCP) refiere que el 82% de los entrevistados señaló que está en peores condiciones que en el último año.

273 mil personas que formaban parte de la clase media han descendido últimamente a la franja de la pobreza, según los registros estadísticos. Los técnicos sostienen que la pobreza irá aumentando si no se da un golpe de timón al estancamiento económico, que se está viviendo en los últimos 4 años.

El Gobierno tiene la imperiosa necesidad de repuntar la actividad productiva, comercial, la creación de nuevos empleos a niveles elevados y la reducción de la pobreza. Mientras no se ponga énfasis en lo verdaderamente importante, que es reactivar nuestra mala situación económica, todo lo demás es secundario y no conduce a la solución de los verdaderos problemas del país.

Aún en plena campaña político-partidaria, no podemos aceptar los discursos inconsistentes y la propaganda que apunta a desconocer la realidad que se sufre en el día a día.

Cuando hay cada vez más pobres y aumentan los desocupados, no sirven las promesas de los que proponen hacer milagros mientras lo único que han hecho es destruir los logros obtenidos hasta ahora.

Hace casi cuatro años que nuestro país sigue estancado, resultando difícil seguir confiando en la gente que no pretende o le interesa muy poco superar la crisis.

Miles de compatriotas no están en condiciones de seguir esperando. Necesitan urgente salir del estancamiento que les permita al menos una leve mejoría en su estándar de vida, pues los escuálidos bolsillos ya no resisten los continuos incrementos de precios en los productos de consumo masivo que conforman la canasta familiar, llevándonos ya casi a un proceso de estanflación.

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