Una de las cosas que siempre se “des-atribuyen” al “cerebro paraguayo” es la baja comprensión de la ironía y el doble sentido, hecho a mi criterio errado, ya que muchos (muchísimos diría yo) connacionales disfrutan el humor de sutil ironía de Les Luthiers o de genios de la comedia que usan este recurso buscando la mal llamada “risa inteligente”. La risa es risa independientemente de lo que la origine, y es saludable como alguna vez dijéramos en esta columna sabatina.

Sin embargo, el doble sentido suscita opiniones dispares en el ámbito de la comedia. Los críticos aducen que es la menos ingeniosa de las ocurrencias para arrancar risas. Pero algunos escritores, como el mismísimo Shakespeare, recurren a él sin mesura. El propio cerebro parece dividido por los juegos de palabras, según un reciente estudio publicado en “Laterality: Asymmetries of body, brain and cognition”. Los resultados apuntan a que el hemisferio derecho y el izquierdo, las dos mitades en las que se divide nuestro cerebro, cumplen cometidos distintos en el procesamiento de estos juegos de palabras, y que la comunicación entre ambos es imprescindible para rematar el chiste.

Para comprobar de qué modo maneja el cerebro este tipo de humor, investigadores de la Universidad de Windsor, en Ontario, mostraron a los participantes un vocablo relacionado con un juego de palabras en el campo visual izquierdo o derecho (regidos por el hemisferio opuesto del cerebro, derecho e izquierdo). Seguidamente analizaron el tiempo de reacción de los sujetos en cada situación a fin de averiguar qué hemisferio era el dominante. El izquierdo, el hemisferio del lenguaje, es el encargado de procesar la mayoría de los aspectos lingüísticos del juego de palabras, mientras que el derecho se pone en marcha un poco más tarde para revelar el doble sentido de la palabra. Esa interacción permite entender el chiste, como una forma de juego de palabras, pues completa la fórmula básica del humor: la suma de expectación e incongruencia da como resultado la risa.

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En los dobles sentidos, donde las palabras adquieren significados ambiguos, el contexto de la frase nos prepara para interpretar la palabra de forma específica, un proceso que tiene lugar en el hemisferio izquierdo. La risa se desata cuando, un poco más tarde, el hemisferio derecho nos da pistas acerca del otro significado inesperado de la palabra, una especie de “reinterpretación sorpresiva”. El estudio concuerda con las observaciones precedentes de que las lesiones cerebrales que afectan al hemisferio derecho pueden acarrear déficits en el sentido del humor de algunas personas, que entienden el significado de la broma, pero “opinan que no es graciosa”.

Estudios como estos nos muestran que el humor es cosa seria, una verdadera cuestión DE LA CABEZA. Nos vemos en siete días.

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