DE LA CABEZA

  • Por el Dr. Miguel Ángel Velázquez
  • Dr. Mime

Continuando con lo desarrollado hace una semana, debemos decir que no podemos considerar a la falta de ejercicio como una causa de los trastornos cognitivos en la ancianidad, aunque sí podemos, en base a lo descrito, establecer una relación. Y eso es sumamente importante. Personas sedentarias sometidas a ejercicios aeróbicos mejoran considerablemente su rendimiento intelectual a los cuatro meses en promedio de iniciar su actividad física. Pero esto no sucedía solamente con las personas de edad, sino también en niños en edad escolar. Los niños y adolescentes que realizan ejercicios físicos destinan más recursos cognitivos a una tarea específica, y lo hacen por períodos de tiempo más prolongados. Si lo ponemos en números: en personas que realizan ejercicios aeróbicos, el riesgo de padecer demencia general queda reducido a la mitad, ni más ni menos. Pero ojo, no todo el ejercicio es beneficioso. Muchas rutinas de ejercicio no solo no mejoran la actividad cerebral, sino que cuando se practican en exceso pueden producir agotamiento y afectar severamente el conocimiento. Todo plan de ejercicios debe venir primero autorizado por un médico que evalúe las condiciones físicas del individuo, y después por un experto “personal trainer” que elabore rutinas acorde con cada persona.

Sería simplista decir que haciendo ejercicio mejora el rendimiento cardiovascular y, por ende, el rendimiento cerebral. Eso es cierto, pero a nivel cerebral, también se favorece la liberación de tres neurotransmisores que se asocian comúnmente con el correcto mantenimiento de la funcionalidad del sistema nervioso y, por ende, de una correcta salud mental: la serotonina, la dopamina y la noradrenalina. Incluso, los médicos que vemos trastornos del humor, recomendamos fervientemente a nuestros pacientes depresivos la realización al menos de caminatas tres veces por semana para producir serotonina en mayor cantidad y combatir la enfermedad. Esa mejoría también se ve en la ansiedad y se alcanza a cualquier edad y con cualquier nivel de enfermedad, ya sea leve o grave, aunque sin reemplazar a la terapia medicamentosa y a la ayuda psicológica. A nivel cerebral, el ejercicio también incrementa el volumen sanguíneo a una zona del cerebro denominada circunvolución dentada o giro dentado, dentro del hipocampo. Es un componente vital del mismo que interviene primordialmente en la formación de la memoria. El aumento del flujo sanguíneo se debe al incremento de la formación de vasos sanguíneos en la zona, permitiendo que las neuronas de dicha zona tengan mejor acceso a oxígeno, glucosa y nutrientes. Además, si tomamos en cuenta que las neuronas de esta zona parecen ser las que se replican in vivo, podemos explicar definitivamente por qué el ejercicio puede mejorar las condiciones cognitivas en pacientes de edad: por el fomento del desarrollo de neuronas que nacen en esa zona.

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Pero ahí no termina la historia del beneficio cerebral del ejercicio. La actividad física estimula la producción de uno de los factores de crecimiento más poderosos del cerebro, conocido como factor neurotrófico, que mantiene a las neuronas existentes en perfecto funcionamiento, favoreciendo la formación de sinapsis nuevas entre las mismas. Además, estimula la citada neurogénesis, es decir, la producción de neuronas de nuevo en el hipocampo como vimos en el párrafo anterior. Esta es la historia del ejercicio en el cerebro. Vale la pena dejar este interesantísimo libro un rato y estirar las piernas, ¿no le parece? Nos vemos DE LA CABEZA en una semana.

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