- Por Aldo Civico
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¿Cuál es una actitud y habilidad a alimentar cuando hay tanta incertidumbre y el mundo parece estar fuera de control? Esa es la pregunta que me han hecho amigos y conocidos durante estas semanas. Yo mismo me la hago. La respuesta me llegó en estos días, de forma inesperada.
El martes fui a la hacienda donde está mi caballo Oporto, un hermoso portugués blanco, muy noble. Lo saqué de la pesebrera y lo amarré a un anillo para acicalarlo. Mientras peinaba su pelo, sentí en la parte baja de mi espalda una contracción que me producía un dolor sordo. Me concentré en estas sensaciones físicas, y me pregunté, siguiendo el método Cuerpo, Mente y Espíritu creado por Katy Pile, mi mentora en coaching con caballos: “Si estas sensaciones fueran una emoción, ¿cuál sería esta emoción?”.
La respuesta surgió espontáneamente de mi cuerpo: “frenesí”. “Qué interesante”, pensé, sorprendido por la respuesta. “Y si esa emoción tuviera un mensaje, ¿cuál sería?”, seguí indagando. Otra vez la respuesta salió espontánea de mis entrañas: “¡Disfruta!”. La respuesta me sorprendió aún más y casi me conmovió. Me di cuenta de que muchas veces estoy tan enfocado en lograr objetivos y resolviendo problemas, que me olvido de disfrutar de lo que hago, del momento presente. Fue entonces cuando Oporto giró su cabeza hacia mí. Nuestras miradas se cruzaron.
Cuando ya estábamos en el corral redondo, Oporto estaba trotando. Sentía una conexión total con él, empecé a relajar mi cuerpo. En mi mente, visualizaba al caballo pasar del trote al paso. Pero Oporto seguía trotando incansablemente. La tentación era hacer algo para que desacelerara el paso. Quería producir un resultado.
Opté por estar quieto, trayendo aún más relajación a mi cuerpo. Oporto seguía trotando. Decidí sentarme en el piso, con las piernas cruzadas. Fue entonces que entendí la lección que Oporto me estaba dando. Sentí que me decía: “Así eres tú, siempre trotando, en movimiento, sin parar”. Entonces respiré profundo, disfrutando el momento, divertido por su trote, y permitiéndole simplemente ser él.
Empecé a meditar hasta que, después de unos minutos, cuando ya probablemente mis ondas cerebrales estaban en un nivel theta, sentí, de repente, a Oporto pasar del trote al paso. Abrí los ojos. Me levanté. Oporto se detuvo primero y después empezó a caminar lentamente hacia mí en el centro del corral. Otra vez nuestras miradas se cruzaron.
Oporto aquel día me ofreció la respuesta a la pregunta inicial. En medio de la complejidad y de la incertidumbre, hay que mantenerse en el presente. Simplemente, hay que estar aquí y ahora. Eso requiere reducir nuestra velocidad, dejar comportamientos reactivos, desconectarnos del vórtice de las cosas por hacer.
Este estado de calma es quizás el que tenemos que entrenar hoy. Porque es solo desde la calma que podemos tener la intuición y la lucidez que hoy necesitamos para solucionar y arreglar los desafíos que nos rodean.