Precisamos con urgencia una reingeniería global de casi todas las instituciones que conforman los tres poderes del Estado.

El gigantismo estatal que llevamos a cuesta en un país pequeño como el nuestro donde no superamos los 7,4 millones de habitantes, con aproximadamente 300.000 funcionarios, resulta inaceptable en pleno siglo XXI, donde la tecnología y digitalización de los procesos están presentes día a día en todos los ámbitos, y si no nos reinventamos, adoptando una actitud innovativa y creativa, seguiremos con el mismo Estado vetusto, obsoleto y desfasado en el tiempo.

No podemos estar ajeno, si pretendemos progresar como país de economía emergente que somos y ponernos “a tiro” con otros de la región y de extrarregión, que nos siguen superando “por varios cuerpos”, pues lamentablemente la politiquería barata sigue superando ampliamente a la formación académica y técnica de nuestra gente.

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Seguimos teniendo ministerios y secretarías ejecutivas, con tareas y funciones superpuestas, excesiva burocracia administrativa, enlenteciendo los tiempos de ciclo, denotando una descoordinación absoluta y un despilfarro en erogaciones por pago de salarios que no tiene absolutamente razón de ser.

Tenemos la obligación de dar el lugar que les corresponde a nuestros técnicos con una perspectiva muy diferente a los simples políticos.

Todas las entidades cuentan con unidades de organización y métodos (O&M), teniendo bajo su responsabilidad trabajos de visualización de funciones, procesos y responsabilidades dentro de su estructura organizacional, debiendo eliminarse “lo que sea grasa”, realocando a los RRHH que puedan dar valor agregado, que permitan de una vez por todas brindarle a la ciudadanía el servicio de calidad que se merece pues gracias a su aporte los servidores públicos perciben mes a mes sus salarios y otras bonificaciones.

La tecnología actual permite que los entes puedan estar interconectados online, agilizando el flujo de procesos y gestiones realizados por los contribuyentes.

Da pena, tristeza y rabia a la vez ver que seguimos teniendo muchísimos funcionarios que se han “quedado en el tiempo”, manejando todavía vetustos libros para anotaciones varias cuando que la computadora la tenemos vigente hace más de 30 años.

Se caracterizan por una rigidez de pensamientos, temiéndole al cambio, lo que hace que antes que una solución, sigue siendo un gran problema para todos.

El Estado no es una entidad de beneficencia. Si pretendemos actuar con profesionalismo, no cabe otra. Se actualizan o definitivamente deberán dar un paso al costado, pues no podemos seguir sosteniendo a gente mediocre, sin ansias de superación, que se pasan mirando su celular, esperando que llegue fin de mes, para ser los primeros en ir al cajero, a cobrar su salario, sin aportar valor agregado alguno.

Muchos mediocres son jefes y los que se merecen por actitud y aptitud siguen siendo subalternos, como efecto directo del clientelismo político y prebendarismo que sigue “tan campante” en nuestras instituciones.

Más del 70% de lo recaudado por el fisco está destinado a la cobertura de gastos rígidos (pagos de sueldos), cuando que esa superpoblación puede ser racionalizada aplicando procesos abreviados y modernos que hagan “clic” con lo que nos facilita la tecnología y medios digitales, que nos permitirán destinar esa millonada de plata a otros propósitos más prioritarios como salud pública, educación y obras de infraestructura.

Si nos decidimos a hacer una reingeniería como corresponde, aquellos que demuestren meritocracia, capacidad, honestidad y trayectoria profesional tendrán derecho a acceder a funciones de mayor relevancia y responsabilidad, con posibilidades potenciales de recibir mejor remuneración.

Falta voluntad política, pues hace tiempo se tuvo que haber realizado una revisión a fondo ente por ente, para llegar a conclusiones válidas que apunten a una verdadera reforma y modernización del Estado constituida en una necesidad angustiante y que ojalá el próximo gobierno tome la posta como debe ser.

La reforma y modernización ya no deben tener vuelta atrás, pues hoy día a la vista de todos resulta viejo, anacrónico, y casi inservible, y si no nos aggiornamos a este mundo globalizado, seguiremos inexorablemente rezagados por los siglos de los siglos.

Lo suscitado con el tema del combustible es más que elocuente, pues lo primero que se nos ocurre es ir por lo más fácil, que es endeudar más y más a nuestro país, en vez de pensar en otras alternativas que siempre existen, pero que se podrá dar solo con gente que demuestre verdadero profesionalismo y ganas de abrir su mente a la innovación, creatividad y reinvención. Así de simple.

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