- Por Juan Carlos Zárate Lázaro
- MBA
- jzaratelazaro@gmail.com
¿Qué es lo que hace que una persona pueda constituirse en un líder que lo diferencie de los demás?
Debe reunir las características primarias que nuestras empresas de este siglo precisan, a través de una visible ductilidad ante diversas situaciones/escenarios que se los van presentando en su día a día.
Aportan un valor agregado tangible a sus organizaciones, influyendo positivamente en la gente que lo rodea, pues poseen las cualidades esperadas que adornan las características de un buen líder (humildad, sencillez, capacidad para trabajar en equipo, inteligencia asertiva y mucha dosis de proactividad).
Viven irradiando dentro del contexto global en que se desenvuelven capacidad de discernimiento, perspectiva, flexibilidad, innovación y creatividad, visión y fluida comunicación con los miembros de su equipo generando la confiabilidad que precisan las empresas dentro de un mercado si bien globalizado a nivel mundial, cada vez más competitivo, y con mayores niveles de complejidad, aun reconociendo que el nuestro es estrecho, pero donde la cantidad de participantes supera ampliamente al “tamaño de la torta”.
En cualquier tipo de empresa, es natural convivir con personas que tienen una capacidad innata de adaptación Vs. otras que requieren de un mayor tiempo, y a quienes a menudo les resulta más fácil decir no cuando pueden.
El buen líder tiene la suficiente capacidad de acompañar a aquellas personas que observen una mayor lentitud de adaptación y la ductilidad para cambiar de rumbo rápidamente cuando las circunstancias exijan.
Esta pandemia sanitaria que venimos sobrellevando desde hace 2 años ha mostrado en muchas empresas capacidad de adaptación, innovación y creatividad, pues de un mercado con un ambiente relativamente sin sobresaltos, pasamos súbitamente a uno en donde si pretendíamos seguir en carrera no quedaba otra más que reaccionar a tiempo y hacer un rápido cambio en nuestra forma de pensar y de actuar y de ser posible reinventarnos con la mayor frecuencia posible.
Así como antes nunca, el marketing digital a través de las diversas plataformas tecnológicas a nuestro alcance se han puesto de moda y han “salvado la plata” de los que han confiado en ellas.
Cuantas empresas de diferente porte teníamos que antes de esta pandemia no daban a los servicios de delivery la importancia necesaria para coadyuvar sus niveles de facturación y ahora con el covid-19 han pasado a convertirse en “salvación” para muchas de ellas.
Cuántas decían: Yo jamás haría un pedido a través de internet, en donde tenga que incorporar mi clave por temor a que lo puedan clonar o sea objeto de estafa, y bien que ahora cambiaron de parecer y de ser férreos opositores muchísimos se convirtieron “de la noche a la mañana” en grandes consumidores virtuales y “expertos en tecnología”.
Los buenos líderes son aquellos que saben distinguir lo importante de lo superfluo en medio de una crisis y actuar en forma proactiva y no reactiva, cuando otros por haber sido más avispados y dinámicos nos han ganado de mano rápidamente.
A menudo escuchamos que una persona inteligente solo cree la mitad de lo que escucha, mientras que una que verdaderamente lo es, sabe cuál es la mitad correcta.
Es común en nuestra sociedad que nos sigan preguntando a qué nos dedicamos o dónde trabajamos o qué posición ocupamos dentro de tal o cual empresa, en lugar de darle una mayor relevancia a saber quiénes somos como persona y profesionales.
Para muchos siguen siendo más importante los títulos académicos que pueda poseer, antes que la manera en que nos conducimos y marcamos la diferencia a través de un buen manejo de nuestra inteligencia emocional, asertiva y haciendo uso racional de la empatía.
La dirección eficaz debe estar enfocada en la previsión y en la capacidad de poder posicionarse un paso delante de los demás y anticiparse a las cosas, constituyéndose en uno de los activos más importantes de aquel que es consciente de que muchas veces la actitud es mucho más relevante que la propia aptitud.
Hace poco leí una nota sobre un padre que “perseguía” al hijo por ser un poco despelotado (dejaba la TV encendida, las luces de las habitaciones prendidas al igual que los ventiladores) y cansado de las constantes observaciones de su padre, al cumplir la mayoría de edad, decidió dejar su casa e ir en busca de trabajo a otro sitio.
Al llegar a la empresa para presentar su CV mientras aguardaba, vio que había ventiladores prendidos inútilmente y los apagó, una manguera que en vez de regar las plantas apuntaba para otro lado y la arregló, una alfombra de entrada que decía “Bienvenido”, pero que estaba del revés y lo arregló.
Cuando le tocó el turno, presentó su CV y el entrevistador sin mirar tan siquiera le preguntó al joven: ¿Cuándo puede empezar a trabajar? Él se sorprendió, pero había sido que tenían un circuito cerrado y todo lo habían hecho a propósito, a fin de observar la actitud de las personas antes que su CV. ¿Y allí le dio la razón a su papá!