- Por Eduardo “Pipó” Dios
- Columnista
Se reunieron entre 15 o 20 del gabinete para analizar medidas a fin de solucionar el problema de la suba del combustible, que ya subió mucho y va a subir más. Luego de largas horas, anunciaron... nada. No va a bajar, a lo mejor no sube, porque Petropar te puede jurar por los planilleros de Lichi que no va a subir, pero mañana, como si nada, sube. Los privados no se comprometieron a nada. El Gobierno no tiene mucho que hacer en el mercado del combustible, ya que su propia política fue la de hacer desaparecer a Petropar como árbitro del mercado. Hoy no tienen forma de hacer nada, al menos desde allí. De más está decir que cuanto más “utilidad” se genere, más se va a poder despilfarrar en la campaña electoral del oficialismo, que al final es el centro de todo.
Se plantean nuevos créditos, más deuda, para subsidiar algunos combustibles, pero nadie osa plantear que se financie ese subsidio con la reducción del gasto público. ¡Qué esperanza! Ni locos, si hasta en la Secretaría de Emergencia Nacional se autoasignaron autoaumentos de hasta casi el 100% de sus salarios, total la emergencia es para ellos. El país está semiquebrado, con desabastecimiento, crecimiento del desempleo y aumento exponencial de la informalidad, pero la “casta” que gobierna sigue aumentando el gasto, los zoquetes, los planilleros, los amigos del poder exprimiendo lo que queda antes de soltar el poder.
La nueva ley de contrataciones públicas duerme en el Congreso bajo cuatro llaves... esa ley, implementada, podría generar un ahorro de 30% en las compras y permitir que esos casi 1.000 millones de dólares anuales se usen para el pueblo. Pero no, la idea es seguir comprando mal y generando “diezmos” para la campaña y el equipo que va de salida. Que el pueblo reviente.
Gracias al delincuente de Fúster, el padrino del contrabando, se fundieron los productores de huevos y hoy hay escasez... de ¡huevos! Pero Fúster sigue ahí, intocable, viendo qué otra industria fundir, qué fuentes de empleo liquidar, total él ya está forrado y no es su problema.
Y así seguimos, cerrando los ojos a la realidad, proponiendo soluciones absurdas a problemas acuciantes, a la desesperación de una ciudadanía cada día más acorralada que mira cómo los que deberían solucionar las cosas se siguen llevando lo poco que queda.