- Por Juan Carlos Zárate
- MBA
- jzaratelazaro@gmail.com
Cada vez vemos mayor número de emprendedores que se insertan dentro de nuestro mercado para llevar adelante sus proyectos de negocios en diversos segmentos de negocios.
Una vez que hayamos definido el o los mercados objetivos que deseamos “atacar” y tengamos las demás coordenadas clarificadas como para lanzarnos al mundo de los negocios, resulta primario que tengamos definidas las acciones a llevar adelante, para lo cual es fundamental tener elaborado un plan de marketing que esté basado en objetivos específicos, alcanzables, relevantes y definidos en el tiempo.
Dado que nuestro mercado es estrecho y competitivo, no podemos “darnos el lujo” de improvisar sin antes haber ubicado a nuestra empresa dentro del contexto actual en función a las características del mercado, los competidores y los usos y tendencias de los consumidores.
El impacto cada vez mayor que genera las nuevas tecnologías dentro de nuestra economía y de nuestros mercados se muestra variado y complejo y habrá que acompañarlos con convicción y profesionalismo.
Hoy día las tenemos al alcance de un click a las redes sociales, innovadoras formas de distribución como Amazon, los smartphone en diversas presentaciones, las monedas virtuales, sin dejar de mencionar los grandes avances que se observan en el campo de la robótica.
Pocas dudas nos quedan hacia dónde se dirigen las empresas en términos de empleo, que les permitan poder ser competitivas y rentables, como por ejemplo: los robots automatizados que aumentan los niveles de productividad y que permitirán la reducción y racionalización de costos operativos.
A muchos les falta proactividad, esperando que su jefe les diga lo que tienen que hacer, siendo meramente reactivos, por lo que pocas chances de progresar y crecer profesionalmente tendrían.
Se caracterizan por ser poco proclives a compartir información con los empleados nuevos, pues tienen delirios paranoicos de que todos quieren “serrucharle” el piso, atornillándose para seguir conservando su puesto.
No se trata de vender tiempo, sino de desarrollar el talento que todos tenemos en forma intrínseca, para desarrollar alguna actividad y luego venderlo con innovación y creatividad.
Más temprano que tarde, lo que haces se virtualizará, automatizará o subcontratará. Ya hemos visto durante esta pandemia sanitaria, donde muchas empresas incluso han reducido su plantilla de personal.
Los niveles salariales descienden en términos reales porque los miles de millones de personas que ofrecen sus servicios aumentan en forma creciente, tornando la competencia cada vez mayor.
Un empleado puede ser bueno en lo suyo, y al mismo tiempo estar al borde del colapso financiero personal, porque lo que vende, que es su tiempo, siempre tendrá un límite.
La mejor manera de no ponerle límite a nuestros ingresos es trabajar en proyectos propios donde podamos vender talento y no tiempo.
El dinero no es más que el efecto de una causa, y se constituye en la mentalidad que tenemos frente a él.
Si nos concentramos en sus efectos (el dinero o falta de él), en lugar de la causa (el cambio de mentalidad) nada cambiará y seguiremos en el conformismo total.
Poco interesan los años que puedas trabajar en una empresa porque al final del camino no posees en realidad nada dado que lo que forma parte de tu vida, desde la silla de la oficina hasta la computadora que utilizas, nunca te perteneció.
Lo ideal es poder tener un trabajo creativo antes que uno productivo, y crear oportunidades en vez de esperarlas o buscarlas.
Al concluir nuestra vida laboral y cuando llegue el momento de la jubilación, nos encontraremos, salvo excepciones, con que no hemos podido ahorrar prácticamente nada, y es así como mucha gente de clase media, al jubilarse, en cualquier momento pasará a ser de clase media-baja, pues se inicia un período en el cual tu capacidad adquisitiva se torna sensiblemente menor, al que lo tenía en su época activa, dado que los ajustes jubilatorios siguen muy distantes del costo de vida real.
Parecería sonar injusto, pero en realidad no lo es, pues son pocos los que se preocupan por aumentar su cultura financiera, cuestionando las normas que muchas veces nos impone la sociedad.