- Por Ricardo Rivas
- Corresponsal en Argentina
- Twitter: @RtrivasRivas
El preacuerdo de la Argentina con el Fondo Monetario Internacional (FMI) para refinanciar unos 45 mil millones de dólares de la deuda pública externa ya tiene estado parlamentario. Ingresó al Congreso por la Cámara de Diputados porque el presidente Alberto Fernández entiende que el Senado de la Nación –la Cámara Alta– es infinitamente más refractaria a la aprobación de ese documento que puede llevar a que este país, una vez más, caiga en cesación de pagos.
El Tesoro argentino tiene recursos mínimos y obligaciones de pago que no puede honrar en el corto plazo. ¿Con la aprobación parlamentaria del eventual acuerdo con el Fondo podrá pagar? No, tampoco podrá hacerlo, pero sí conseguirá plazo para efectivizar esos pagos, por ahora imposibles. Pero, para que ello suceda, cada tres meses, una misión con auditores del FMI llegará desde Washington para verificar si se reduce paulatinamente en gasto público, si baja el déficit fiscal, si la política de subsidios se ajusta a la disponibilidad de recursos estatales, si el coste de las tarifas de los servicios públicos [gas y luz], que además se encarecerán significativamente como consecuencia de la crisis bélica en Ucrania, se incrementan lo suficiente como para que los números cierren balanceados.
Extremadamente la ruta está crítica, por cierto. El cuadro de la situación –desde la perspectiva política– genera enormes enconos entre el presidente Alberto F. y su segunda al mando, la vicepresidenta Cristina Fernández, porque tienen visiones encontradas y profundas divergencias sobre el FMI y sus programas de asistencia a los Estados parte y asistibles.
Para que quede claro, Cristina no quiere acordar con el Fondo. En la misma línea se encuentra el diputado Máximo Kirchner, su hijo, líder de La Cámpora, que lo dio a conocer a través de una carta al Presidente que hizo pública. Con todas las letras, el primogénito de Cristina y el fallecido presidente Néstor Kirchner (2003-2008), dice “no al Fondo Monetario Internacional”. En la Cámara Baja hay unos 35 diputados que responden a Máximo a quien reconocen como jefe político. Desvelos para Alberto F. Pero, la idea de los allegados al Jefe de Estado, de avanzar con el acuerdo financiero con el organismo multilateral apoyándose en los oposiciones, también parece alejarse.
El ex presidente Mauricio Macri (2015-2019), como la vicepresidenta Cristina F., tampoco quiere el acuerdo con el FMI aunque por razones diferentes, pero con similitudes. La líder de una facción del oficialismo –el kirchnerismo– rechaza porque está convencida de que, con las políticas del FMI, el año que viene, el Frente de Todos (FdT) podría perder las elecciones presidenciales. Mauricio, en cambio, dice no porque el stand by con aquel acreedor institucional multilateral podría ser un callejón sin salida en el caso de que en la presidencial del 2023 Juntos por el Cambio (JxC) resulte ganadora.
Miserabilidades políticas que solo afectan a la sociedad en su conjunto. Especuladores crónicos que, sin embargo, no se miran en espejos posibles para saber que procrastinar en la gestión política puede conducir a la derrota de todos y todas. Así pasó en Chile donde los partidos tradicionales, los que gobernaron después de la dictadura, en los últimos meses fueron derrotados por quienes, también en esta semana, ingresarán al Palacio de La Moneda para gobernar junto al presidente Gabriel Boric (36), el más joven de la historia en ese país.
Quienes gobernaron por tres décadas fueron desplazados drásticamente por el hartazgo y la voluntad popular. La semana que hoy comienza se presenta compleja. El presidente Alberto F. quiere acordar, porque él mismo lo impulsó el año pasado, el acuerdo debe ser aprobado por el Parlamento. A esa evaluación parlamentaria el oficialismo llega debilitado con dos derrotas electorales en las espaldas.
La vicepresidenta Cristina F. no quiere acordar. El ex presidente Mauricio M., tampoco quiere acordar. En el acuerdo “con el FMI está en juego el futuro. Las consecuencias políticas de un rechazo o de una aprobación penosa serían muy graves para la debilidad sistémica de la coalición oficialista. Para la sociedad, el impacto de un nuevo default puede ser devastador”, sostiene Ricardo Kirschbaum editor general del diario Clarín. En las dos coaliciones políticas en la Argentina, el FdT y Juntos por el Cambio (JxC) las tensiones son extremas. En esta última, la Unión Cívica Radical (UCR) y la Coalición Cívica (CC), que lidera Elisa Carrió, tienden a apoyar el acuerdo. Solo a eso. Rechazan debatir el resto del paquete. Prefieren solo avalar el “pueden endeudarse”. Cristina F. permanece en un silencio que, a la luz de la historia reciente, no parece ser una estrategia sino el resultado de saber que ungir a Alberto F. como candidato presidencial en el 2019 fue su sola voluntad.
Julio María Sanguinetti suele afirmar –palabra más, palabra menos– que el poder puede estar en cualquier parte, pero nunca jamás por debajo del que tiene que ejercerlo. Tarde para que estos actores embretados reflexionen sobre el tema. Con precisión de cirujano, Carlos Pagni, quizás el más importante analista político e internacional argentino, afirma que “es imposible que Cristina Kirchner se despegue del destino electoral de este experimento político que ella construyó”. Allá por el 2019, Alberto F. explicaba su inesperada nominación en que para ganar la presidencial de aquel año “con Cristina sola no alcanza y, sin Cristina, es imposible”.
Tuvo razón, pero más de un peronista con el que este corresponsal dialogó con el compromiso de no revelar sus identidades sostienen que “Cristina y Alberto debieron pensar que, además de llegar al poder con objetivos claramente diferentes, la Presidencia no es un punto de llegada sino de partida, y esa incomprensión devino en inentendible inacción”. Uno de los consultados, en procura de quitarle dramatismo al encuentro informativo, intentó una síntesis conclusiva: “Este parece ser el gobierno de Palito Ortega. Cristina y Alberto, como en ‘Sabor a nada’, desde el vamos, fingen amor ante la gente y no soportan la convivencia”.