• Por Ricardo Rivas
  • Corresponsal en Argentina
  • Twitter: @RtrivasRivas

El regreso a casa del presidente Alberto Fernández no fue el mejor. Inmediatamente después de descender del avión de Aerolíneas Argentinas supo que Moscú, Beijing y Bridgetown, quedaron atrás. También son historia –por ahora solo personal– ese puñado de días felices, de agasajos, de reverencias, de rendiciones de honores y de fotos con quienes son líderes o lideresas globales. La felicidad, siempre tiene fin.

En la Casa Rosada –sede del gobierno nacional argentino– en pocos minutos supo claramente que el acuerdo para la refinanciación de la deuda pública externa con el Fondo Monetario Internacional (FMI), de alrededor de US$ 44.000 millones, que con optimismo anunciara antes de iniciar la gira euroasiática y caribeña, no está tan cerca de concretarse.

En el seno del Frente de Todos (FdT), la coalición gobernante, las tensiones no aflojan, especialmente, por ese tema. Alberto F está bajo fuego amigo. Su ministro de Economía, Martin Guzmán, en ese contexto, es un blanco móvil que transita por arenas movedizas y sobre el que apuntan todos los cañones de la vicepresidenta Cristina Fernández; del diputado nacional Máximo Kirchner, renunciado presidente del bloque oficialista en la Cámara de Diputados pero que aun comanda; del Instituto Patria –think tank del kirchnerismo, una de las líneas internas del peronismo gobernante–; y, de las organizaciones sociales que repudian las negociaciones con el Fondo y rechazan cualquier tipo de ajuste en el gasto fiscal.

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Enorme preocupación porque la carta de intención que deberá llegar a Washington luego del preacuerdo sellado con el FMI, antes de la gira presidencial, necesariamente, debe contar con aprobación parlamentaria. A Máximo Kirchner le responden unos 30 diputados y diputadas que, por estos días, se desconoce si, como quien lidera, desaprueban lo negociado hasta el momento con el organismo multilateral por el ministro Guzmán y si aceptarán votar a favor. A tal punto alcanza la incertidumbre que, el jefe de Estado, para evitar un indeseado traspié de consecuencias insospechadas ya ha comenzado a operar discretamente sobre los líderes opositores para contar con voluntades parlamentarias más allá de su propia bancada. “Ni el espanto de que la Argentina –como en el 2001– se considerada por el FMI como un país inviable, por la entonces directora gerente del Fondo, Anne Krueger, consigue unir al kirchnerismo con las políticas de Martín Guzmán”, dijo a este corresponsal un dirigente peronista que exigió reserva acerca de su identidad.

Otras tres fuentes consultadas coincidieron. Pese a ello, es posible afirmar que -hasta este lunes- el preacuerdo con el FMI, tiene todavía chances ciertas de ser aprobado por el Parlamento antes de que finalice la segunda decena de marzo próximo.

El 23 de marzo, Argentina tiene que pagar al organismo multilateral casi US$ 2.900 millones que, vale recordarlo, no atesora en el Banco Central (BCRA). “Esa no es una fecha límite”, sostiene un diplomático estadounidense consultado telefónicamente y agrega que, “si el trámite parlamentario es positivo no se trata de un plazo que no pueda prorrogarse”.

Pero, las miradas críticas que complejizan la gestión presidencial no solo alcanzan a la política económica. La marcha de la cancillería también está bajo riguroso análisis con miradas críticas. En un grupo de Whatsapp denominado “Polex”, expertos peronistas en relaciones exteriores se expresan con máxima dureza. Hasta meses atrás contra la gestión del ex canciller Felipe Solá y ahora con la del ministro Santiago Cafiero. “Es penoso ver al presidente Fernández recorrer las principales capitales del mundo para pedir el mismo trato que el gobierno le da a los que menos tienen”, señala uno de los integrantes de ese grupo y agrega que “Alberto, les pide a Putin y a Xi que le den planes especiales con asistencia de emergencia porque somos un país vulnerable y casi en situación de calle.

Muchas puertas se cierran por los compartimientos erráticos de quienes gobiernan”. Las miradas críticas se extienden. De hecho, el ex embajador ante la Organización de Estados Americanos (OEA), ante el reino de España y en Brasil, durante los mandatos de los presidentes Carlos Menem (1989-1999), Néstor Kirchner (2003-2007) y Cristina Fernández (2007-2015), Juan Pablo Lohle, con medio siglo de militancia peronista y fundador del Grupo Calafate de donde emergieron Néstor y Cristina, en su cuenta de la red Twiter, un par de minutos después del mediodía, el sábado pasado posteó: @jplohle “De la diplomacia a la bartola pasamos a la diplomacia a la gorra pidiendo ayuda en cada visita usando el multilateralismo criollo”.

No son estas las mejores horas para el oficialismo. Desde la derrota en las elecciones de medio tiempo en noviembre pasado todas son malas noticias. No hay sonrisas. Las últimas fueron cuando el propio Alberto Fernández celebró la caída en el comicio porque “ganamos”. Definitivamente, con su estilo de gestión, no solo desconcierta a los observadores externos.

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