El presidente Alberto Fernández regresará a la Argentina en el transcurso de la semana que se inicia. Moscú y Beijing quedaron atrás. Pero no será un regreso directo. Habrá –antes de llegar a casa– una escala en el aeropuerto de Bridgetown, la capital de Barbados, a donde arribará en su condición de presidente temporario de la Celac (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños).

Allí se reunirá con la primera ministra de ese país, Mia Mottley, al igual que con los homólogos vecinos de la anfitriona de Estado, Leith Mitchell, de Granada, y Philip Joseph Pierre, de Santa Lucía. Barbados, desde el 30 de noviembre del 2021, es una república parlamentaria que desde esa fecha, después de 396 años, dejó de pertenecer a la comunidad británica. Allí estará “algunas horas”, informó el propio mandatario al canal C5N, “porque las islas del Caribe la están pasando muy mal con el cambio climático” y “es una situación dramática”. La gira presidencial que finaliza tuvo capítulos discursivos y retóricos relevantes que podrían sugerir cambios profundos en la política exterior local y, en consecuencia, en algunos de los objetivos geoestratégicos regionales.

“Yo estoy empecinado en que Argentina tiene que dejar esa dependencia tan grande que tiene con el Fondo (Monetario Internacional - FMI) y con Estados Unidos”, dijo Alberto a Vladimir, apoltronados en el Kremlin. Añadió que este país (Argentina) “tiene que abrirse camino hacia otros lados” y reveló que “ahí es donde me parece que Rusia tiene un lugar muy importante” para ocupar. “El contexto es muy favorable para vincularnos más entre Rusia y la Argentina”, ofreció y propuso “ver la manera de que Argentina se convierta en una puerta de entrada de Rusia en América Latina, para que Rusia ingrese de una manera más decidida”.

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Putin lo escuchó en silencio. Para las y los analistas locales, el discurso de Alberto Fernández tiene como destinatarios principales a quienes integran la coalición de gobierno –el Frente de Todos (FdT)– y para recomponer sus relaciones, especialmente, con el diputado Máximo Kirchner que, disgustado por el preacuerdo de refinanciación de la deuda pública externa que el gobierno alcanzó con el FMI, renuncio públicamente a la presidencia del bloque oficialista en la Cámara Baja del Parlamento, por donde deberá pasar –para su aprobación o rechazo– el texto bilateral con aquel organismo multilateral. El texto de la carta del dimitente Kirchner es muy crítico. Costumbres argentinas, hablar en el exterior de temas domésticos para que se escuchen aquí. Para que quede claro, temas de política internacional analizados y expresados desde la perspectiva local. ¿Tendrá impacto lo que dijo en otros centros de poder? Habrá que ver. En China –siempre en orden a información oficial– la reunión bilateral con el presidente Xi Jinping en el Palacio del Pueblo, a pasos del mausoleo a Mao Zedong y de la Ciudad Prohibida, posibilitó que el canciller Santiago Cafiero y el presidente de la Comisión Nacional de Desarrollo y Reforma de la República Popular China, He Lifeng, rubricaran un documento al que llaman Memorándum de Entendimiento en Materia de Cooperación en el Marco de la Iniciativa de la franja Económica de la Ruta de la Seda y de la Ruta Marítima de la Seda del Siglo XXI.

“One Belt One Route (OBOR)”, su sigla en inglés. Un total de 144 países se encuentran incluidos en ese programa gubernamental chino. Argentina, cuando se confirme la información comentada, será el 145. Cerca del 40% del PBI (Producto Bruto Interno) global está dentro de la Nueva Ruta de la Seda a la que, hasta el momento, no se incorporan el Reino Unido de la Gran Bretaña, Alemania, Francia, Estados Unidos, Japón e India, por mencionar algunos, aunque sí se sumó Italia, junto con otros 28 países europeos. Habrá que ver. Entre el 1 y el 2 de diciembre del 2018, cuando al término de la Cumbre del G20 aquí, el presidente Xi Jinping cumplió con una visita de Estado al presidente Mauricio Macri (2015-2019), formalmente se informó que Argentina suscribió con China un acuerdo relacionado con OBOR.

“Argentina lo que está firmando es no aquel memorándum de membresía (al programa chino mencionado), sino otro que extiende su condición actual de aliados estratégicos integrales a la relación con el OBOR”, reveló por entonces al periodista Marcelo Cantelmi del diario Clarín, quien además precisó que su fuente –a la que no identificó– añadió que “eso ya está por escrito”. A este corresponsal, meses antes, en Beijing, el entonces embajador argentino en el Imperio del Centro, Diego Guelar, le adelantó la misma información, luego confirmada. De allí que más allá o más acá de la retórica discursiva, lo rubricado en Pekín por Cafiero y He Lifeng no es más que una continuidad del Acuerdo de Asociación Estratégica Integral entre los dos países que, en 2014 y 2015, la presidenta Cristina Fernández (2007-2015) –actual vicepresidenta– firmó con Xi Jinping y, más tarde, aprobó el Parlamento argentino.

Tanto la administración de la señora Fernández como la del señor Macri como la que ahora lidera Alberto Fernández revelan que lo acordado bilateralmente alcanzará a la economía, al comercio, a las finanzas y a la energía nuclear. En el 2014, Argentina anunció que China aportaría financiación por un monto de US$ 4.714 millones para la construcción de dos represas en la patagónica provincia de Santa Cruz, aún inconclusas, y un préstamo para modernizar el Ferrocarril Belgrano Cargas, aún inconcluso. Como desde entonces, también en esta oportunidad, vuelve al primer plano la construcción de una planta de energía nuclear en la bonaerense localidad de Atucha y, ahora, se añade el tendido de la red de comunicaciones 5G. Como lo imaginó Enrique Cadícamo –enorme poeta popular y tanguero– “la historia vuelve a repetirse”. Habrá que ver.

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