“El Espíritu del Señor está sobre mí. Él me ha ungido para traer la buena nueva a los pobres, para anunciar a los cautivos su libertad, y dar la vista a los ciegos, para despedir libres a los oprimidos y para proclamar el año de la gracia del Señor”, Lc 4, 18-19.

Por muchos años los hechos de la vida de Jesús eran parte de una tradición oral, los apóstoles y las comunidades mantenían vivos los recuerdos sobre la vida y las palabras de Jesús, pero no tenían nada escrito.

Cada domingo se reunían y celebraban la victoria de Cristo sobre la muerte, partían el pan y compartían la vida. De acuerdo con las situaciones concretas que sucedían los apóstoles recordaban los hechos de su vida que podrían iluminarles e indicarles el camino a seguir. Por más de 30 años no existían los evangelios. Despacito, conforme crecían las comunidades y aquellos que habían conocido directamente a Jesús, ya no podían estar en los distintos lugares, entonces se sintió la necesidad de escribir su vida.

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Fue así que san Lucas, que no conoció a Jesús en persona, empezó a investigar junto a los apóstoles, tal vez junto a María, junto a las comunidades, y cada uno aportaba según los recuerdos que tenían, unos le contaban algunos hechos, otros algún milagro, otros un discurso, a tal punto que después él pudo ordenar y entregar a las comunidades el evangelio (que en griego quiere decir: Buena Noticia) de Jesucristo, más o menos hacia el año 70 (casi cuarenta años después de su muerte).

Después de estas pocas palabras sobre la historia, que nos ayudan a entender mejor el mensaje de los evangelios, les invito a meditar sobre el inicio de la predicación de Jesús.

Él estaba en su pueblo, donde todos lo conocían, donde vivía toda su familia. Fue en la Sinagoga (templo de oración de los judíos) y proclamó una profecía de Isaías: “El Espíritu del Señor está sobre mí. Él me ha ungido para traer la buena nueva a los pobres, para anunciar a los cautivos su libertad, y dar la vista a los ciegos, para despedir libres a los oprimidos y para proclamar el año de la gracia del Señor”. Después se sentó y dice a la gente: “Hoy se cumplen estas profecías que acaban de escuchar”.

Este texto de Isaías es un texto mesiánico, que describía las cosas que haría el Mesías cuando viniera. El texto anunciaba cosas buenas y también cosas malas, gracias para algunos y castigos para otros. Sin embargo, cuando Jesús lo proclama, solamente lee la parte buena, no proclama la desgracia.

Encontramos así una primera interpretación de Jesús mismo, sobre su misión. La primera frase revela que él tiene autoridad: “El Espíritu del Señor está sobre mí”. Lo que voy a hacer es la voluntad de Dios. Lo que voy a realizar es su proyecto, es el sueño de Dios. No es una invención humana.

“Traigo una buena noticia a los pobres” –los pobres aquí son todos los necesitados–. Seguramente la “buena noticia” (evangelio) es la misma que Moisés había escuchado en el Sinaí: Dios escucha los clamores; Dios se baja para ayudarlos; Dios quiere cambiar sus vidas. “para anunciar a los cautivos su libertad”: esto es a todos los prisioneros; en primer lugar los prisioneros del pecado (pues los que están en las cárceles, antes de ir allí cometieron sus crimines porque eran esclavos del pecado, y si serán liberados del pecado pueden salir de las cárceles, pues ya no serán un peligro para nadie), pero también es libertad a los esclavos de los vicios, de las drogas, del alcohol, del juego, de la lujuria, de los traumas, de las máscaras, de los ídolos, del dinero, de la infidelidad... y tantas otras cosas que cada uno de nosotros podrían completar.

“Dar la vista a los ciegos…”. Ciegos del cuerpo, ciegos del espíritu. Son tantos los que no son capaces de ver. ¡Hay gente que no es capaz de ver el bien, solo consigue ver los defectos... son ciegos! Hay otros que no consiguen ver la acción de Dios en sus vidas. Otros no ven sus pecados.

Otros no ven (reconocen) las personas que les aman. Otros no ven más que a sí mismos. A todos estos, Jesús viene a sanar…. “para despedir libres a los oprimidos”, en la época de Jesús todas las enfermedades eran consideradas “opresión del maligno”.

A los enfermos Jesús quiere sanar, a todos los que se sienten oprimidos por cualquier cosa, Jesús quiere dejar libre, pues solamente los que actúan libremente son responsables de sus actos. “y proclamar un año de gracia del Señor”. Este año de gracia no termina nunca. Si tú quieres este puede ser un año de gracia para ti, o mejor el primero de muchos años de gracia, o un año más de gracia...

Es muy importante que yo reconozca que esta profecía puede cumplirse hoy, o a partir de hoy, en mi vida. La liturgia cristiana tiene este poder. La Palabra de Dios, proclamada en la celebración, no es solo recuerdo, es mucho más, es Palabra viva y eficaz. Por eso en este día, Jesús también quiere decir: “Hoy se cumplen estas profecías”.

El Señor te bendiga y te guarde,

el Señor te haga brillar su rostro y tenga misericordia de ti.

El Señor vuelva su mirada cariñosa y te dé la PAZ.

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