Cuando la cosecha de soja cae, nuestra economía cae, si no como un todo, prácticamente todos los sectores se ven afectados, directa e indirectamente. La temporada agrícola 2021/2022 que pintaba muy bien y aseguraba el crecimiento económico proyectado del 3,7% para este año (después del 5% en el 2021), de la mano naturalmente o bajo la dirección de la producción de soja, con buen nivel de precios internacionales, aunque sin el boom de precios del año pasado; pero la cosecha, se desdibujó, se descompuso, en diciembre, y el proceso de empeoramiento continúa, con una disminución “normal” ya irreparable y cuantificable sin mucho margen de error del 30%.

Una merma del 30% en una cosecha que se podría achicar más negativamente, según las proyecciones realizadas por los gremios de la producción, al 36% o al 43% o al 52% en el tobogán de caídas mayores. De una cosecha de soja valorizada inicialmente en US$ 4.429 millones a otra que en el peor de los escenarios tendría un valor de US$ 2.124 millones. La pérdida en consecuencia sería de US$ 2.305 millones. La pérdida menor en el mejor escenario sería de US$ 1.321 millones.

En el escenario inicial (“lo mejor”) al tomar la decisión de sembrar y así hacerlo en 3.700.000 hectáreas (récord) en setiembre/octubre 2021 se estimaba un rendimiento de 2.850 kg/ha, para una producción de 10.545.000 toneladas (casi récord), que a un precio de US$ 400/Tn, da un valor de US$ 4.429 millones, equivalente al ingreso del productor. Ese tiempo inicial, “lo mejor”, deseado y esperado por los productores y por todos (la economía, el país, y la gente como conjuntos) se esfumó. Después vienen otros escenarios “para peor” como se puede observar en el cuadro estadístico correspondiente. Ojalá nos quedemos en el escenario con una caída del 30% con respecto al inicial estimado. El rendimiento sería de 2.000 kg/ha, con una producción de 7.400.000 toneladas, y un valor de US$ 3.108 millones, es decir, una pérdida de US$ 1.321 millones, en los ingresos. O, cediendo un poco, nos quedemos en la caída del 36%, pero con un rendimiento de sólo 1.814 kg/ha (por debajo del punto de equilibrio de 2.000 kg/ha, lo que ocasiona pérdidas), logrando así 6.711.800 toneladas por un valor de US$ 2.819 millones, y una pérdida con respecto al escenario inicial de US$ 1.610 millones.

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Se equivocan y mucho y lejos aquellos que consideran que lo de la soja es “una caída más como otras en nuestra economía” y que hay complementos con fuerza suficiente para “amortiguar” el golpe de la sequía en la producción de soja y evitar que la economía retroceda. Miren, buscar 10.545.000 toneladas en la cosecha de soja y lograr en el peor de los escenarios solamente 5.057.900 toneladas con una pérdida en los ingresos de US$ 2.305 millones, no es toda la pérdida que la menor cantidad de soja ocasionará. Esa es tan sola la pérdida inicial que se multiplica para mal en casi todos los sectores. Porque el efecto multiplicador de la soja, para bien (suba) o para mal (baja), casi no tiene límites. Vemos en las pérdidas la punta del iceberg. No seamos un Titanic despreciando las advertencias sobre aguas turbulentas. Was gesagt werden muss, muss gesagt werden. Duele decirlo, pero hay que decirlo.

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