- POR MARCELO PEDROZA
- Psicólogo y magíster en Educación
- mpedroza20@hotmail.com
La subjetividad aproxima los intereses que están vinculados con las creencias que la fortalecen. Así cada movilidad está supeditada a una finalidad. Es el proceso constante del devenir, de lo que se agota con una acción y se renueva inmediatamente con otra. En ese flujo permanente se vive. Existe un tiempo para detenerse, es el que alguna ocasión produce, y conlleva una reflexión que alecciona y orienta. Una llamada de atención interna que es posible identificar, siempre que se esté dispuesto a divisarla. O se producen hechos que facilitan la comprensión de lo que sucede y generan aprendizajes en el andar.
Es el reino de lo subjetivo el que determina el grado de valoración de aquello que acontece. Hay en lo atesorado intrínsecamente diversas elecciones que pueden demarcar el cariz de las consecuencias por venir o al menos con mayores posibilidades que se manifiesten. Es que como uno obra, normalmente así vuelven las respuestas de los demás.
Lo propio habita en la creación íntegra de las preferencias. Es factible la confluencia de brillantes torrentes de valores; entonces la selección concreta, ante un proceder específico, se ensancha como una madre al ver el honesto avance de un hijo. La abundancia de posibilidades para obrar se sustenta por el caudal de principios que yacen en la interioridad humana. También es viable la escasez de criterios fundantes de la solidez para desempeñarse ante coyunturas particulares. Esto último puede acarrear un desconcierto notorio en quien no tiene clara la base de su formación. Y el riesgo de habitar de forma pendular en los espacios por donde transcurre se puede agravar si no se da cuenta de esas falencias que tendría que superar. Es por eso tan relevante animarse a preguntarse, las veces que sean necesarias, si lo que uno hace está sustentado por un discernimiento sensato y amplio. A partir de las respuestas surgirán las maneras de continuar fortaleciendo los comportamientos o dejarlos ir o agregarles algo o inmiscuirlos con otros objetivos y darles una nueva misión.
La subjetividad se expresa en las decisiones. Las opciones siempre estarán dispuestas a ser vivenciadas. La historia es una crónica de hechos sustentados por voluntades que los materializaron. El presente así lo es, hay quienes eligen aproximarse hacia una causa, un grupo, una organización y en esa meritoria actitud de acercarse, de unirse, de colaborar, de abrirse hacia los otros, encuentran la realización de lo que se proponen. Si se encuentran las razones para unir las intenciones constructivas se alejan las posibilidades de distanciarse, de incomunicarse, de dividir, de fracturar lo aglutinado.
También se puede asumir o evitar una realidad evidente, en esa elemental actitud puede fluir un horizonte totalmente diferente. Al asumir se activan los dones de la responsabilidad, al evitar se altera la impotencia de la carga existente. Y si mediamos en vez de entorpecer podemos orientarnos hacia la concreción de diálogos, de espacios de convivencia, de búsquedas compartidas y de soluciones creativas. Lo subjetivo impacta indefectiblemente en lo social y lo hace a través de cada una de las relaciones diarias, por lo que de igual forma una sociedad puede orientarse hacia lo que la hace crecer.