- Por el Hno. Mariosvaldo Florentino
- cappuccino
“Un día, con el pueblo que venía a bautizarse, se bautizó también Jesús. Y, mientras estaba orando, se abrieron los cielos y el Espíritu Santo bajó sobre él” Lc 3, 21-22
Estimados hermanos, este domingo en algunos países se celebra el bautismo de Jesús, pues la Epifanía es celebrada en su día propio, esto es el 6 de enero, ya que es también feriado, pero en otros donde este feriado no existe, la Epifanía se celebra el domingo y entonces la fiesta del bautismo de Jesús será celebrada el lunes siguiente. Así que tuve que elegir meditar sobre una de estas fiestas, y mi elección fue el bautismo del Señor, pues creo que es la que se celebra en la mayoría de los países donde se recibe Gotas de Paz. A los demás pido perdón y espero que igual les sirva la meditación.
Seguramente nos preguntamos ¿por qué Jesús se bautizó? Ya que el bautismo sirve para el perdón de los pecados y, como bien sabemos, él no los tenía. Muchos padres de la Iglesia meditando sobre este hecho nos ofrecen al menos dos motivos muy interesantes: el primero, para ser nuestro ejemplo. Jesús quiso hacer en sí mismo lo que quería establecer como puerta de la salvación para todos nosotros. Pidió que Juan hiciera a él lo que él venía para hacer a todos: “Yo bautizo con agua, pero el que viene después de mí puede mucho más: él los bautizará con el Espíritu Santo y el fuego” (Lc 3, 16). Muchas veces Dios nos hace esto: nos pide justo lo que él quiere darnos. Por ejemplo, nos pide nuestra vida pequeña y limitada, justo porque nos quiere dar una vida que es eterna e inagotable. Pidió un bautismo de agua, porque quería dar un bautismo mucho mejor con fuego y Espíritu.
El según motivo es santificar las aguas que serían para todos nosotros la fuente de la vida nueva en el bautismo. Cuando somos bautizados es como si entrásemos en el Jordán, donde él estuvo, y con aquella agua santa que tocó su cuerpo fuéramos lavados de todos nuestros pecados y naciéramos de nuevo para vivir en él.
Seguramente podríamos continuar nuestra meditación mirando hacia lo que significa nuestro bautismo, la gracia de ser cristiano, de ser hijos de Dios y miembros de la Iglesia..., pero creo que ya hicimos esto en los años anteriores cuando meditamos sobre esta fiesta.
Hoy me gustaría decir una palabrita sobre una expresión que me llamó la atención en este evangelio: “mientras estaba orando”. Los demás evangelistas cuando hablan del bautismo de Jesús (Mt 3,13; Mc 1,9; Jn 1,29) no hacen una mención a su oración en este momento, como lo hizo san Lucas. No me gustaría hacer aquí una teoría sobre esta oración de Jesús, pero sí encontrar en ella una interesante sugerencia para nuestra practica sacramental.
Muchas veces nosotros recibimos los sacramentos en un modo muy formal, o a veces hasta distraído, y no nos damos cuenta de las gracias que Dios nos está ofreciendo y esto no la permite de fructificar. Por eso es muy importante subrayar que Jesús en su bautismo era un hombre orante. Él acogió su bautismo en oración, y “mientras estaba orando, se abrieron los cielos y el Espíritu Santo bajó sobre él”.
¿Cuántas veces fuimos a los sacramentos sin un real espíritu orante? ¿Cuántas veces lo hicimos como una acción casi automática? A veces nos preguntamos: ¿por qué tanto ya comulgué, ya me confesé e igual mi vida continúa siempre en la misma? Creo que el ejemplo de Jesús nos sugiere una posible respuesta: tal vez nos esté faltando un auténtico espíritu de oración que acompañe la recepción de estos sacramentos. Meditar en lo que estamos haciendo y orar al Señor con fe para que haga fructificar en nosotros lo que estamos recibiendo hacen que también sobre nosotros “el cielo se abra y baje el Espíritu Santo”, que es el que puede transformar nuestras vidas.
Por lo tanto, este espíritu de oración debe acompañar cada sacramento que recibimos y creo que solo así escucharemos la voz del Padre eterno que también a nosotros gritará con fuerza: “Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco”.
El Señor te bendiga y te guarde.
El Señor te haga brillar su rostro y tenga misericordia de ti.
El Señor vuelva su mirada cariñosa y te dé la PAZ.