- Por Felipe Goroso S.
- Columnista político
En la última semana, integrantes de la política paraguaya han dedicado frases de elogio al modelo autoritario que gobernó por tres décadas y media. Para Hugo Velázquez, el campesino vivía mejor en la época de Stroessner, y para Fernando Lugo, si Stroessner se hubiese ido en 1982, hubiese sido un gran presidente. En la superficie, podría caerse en la crítica llana; sin embargo, habría que ir un poco más profundo.
El sistema democrático como opción de gobierno ha venido mostrando fisuras y vaivenes haciendo que el mismo tenga niveles de insatisfacción crecientes. Según el informe Latinobarómetro del 2021, recientemente publicado, Paraguay se encuentra entre los países cuyos habitantes se expresan menos satisfechos con la democracia y a la par, son altamente no democráticos. Si uno mirase este informe solo en sus números gruesos, podría creerse que tal vez haya sido una de las bases para lanzar tales declaraciones, la otra opción es que haya sido producto de recoger opiniones de personas del círculo más cercano de ambos políticos. Esto último sería una señal de la relevancia que tendrán los diferentes sesgos en la campaña del 2023.
Ahora bien, si se mira el informe con mayor detalle, pueden verse elementos absolutamente gravitantes que de alguna manera explican la posición que tenemos los paraguayos sobre la democracia. Dos de ellos: la economía y la educación. Cuanto peor está la economía de los paraguayos, menos nos gusta la democracia; cuanto menos educados estamos, más afines a gobiernos con perfiles tendientes al autoritarismo nos mostramos. Las declaraciones también nos muestran un tremendo facilismo electoral: el retorno al pasado siempre es posible, si eso nos ayuda a sumar unos puntos en las encuestas. Lugo y Velázquez se olvidan de la desaparición, secuestro, tortura y muerte de compatriotas en las mazmorras de la dictadura. Se olvidan de la persecución y muerte que infringió el régimen a las Ligas Agrarias, de la Pascua Dolorosa; se olvidan de la censura a periodistas y clausura a medios de comunicación. Se olvidan de la presión que sufrían funcionarios públicos que no se alineaban. Uno de ellos es sobrino de un colorado que (como muchos) murió en el exilio: Epifanio Méndez Fleitas.
La política, esa mala palabra que empieza con p y termina con a, debe ser una usina permanente de generación de expectativas, de oportunidades, y sobre todo y principal: de futuro. Si renunciamos a un brillante futuro y la única apuesta es el retorno al pasado más oscuro, cuando nuestros hijos nos reclamen lo poco que hicimos por la democracia y la libertad, no tendremos mejor respuesta que la resignación, el silencio y la tristeza. La política debe ser capaz de pensar y generar alternativas mucho más creativas que la simpleza del autoritarismo y las dictaduras, debe ser capaz de brindarnos, como decía Raúl Alfonsín, una democracia donde no solo se vote, sino que también se coma, se eduque y se cure.
Con todas sus falencias, y como decía el gran Winston Churchill: la democracia es el peor sistema de gobierno, a excepción de todos los demás que se han inventado.