- Por Felipe Goroso S.
- Columnista político
Fin de semana. Fin de semana de black friday en el mundo. Fin de semana de black friday en Paraguay. Una zapatería cuyo local está en un conocido shopping con nombre de calurosa estrella emite un posteo en su cuenta de Instagram: acérquense, hay hasta un 60% de descuento en nuestra colección anterior, acompaña al posteo una foto de unos modelos de zapatillas.
Con mucho esfuerzo, teniendo en cuenta el pesado tráfico en la zona, se llega hasta el lugar. Y cuando preguntas si esos calzados que estaban en el posteo tenían el descuento mencionado, llega la lacónica respuesta de la encargada de la zapatería: “No, señor. Esos no tienen descuento”. Pero eso dice tu publicidad, señora.
“Lo siento, es un error de nuestro equipo de marketing”. Yo lo siento más, vine desde lejos solo y exclusivamente para aprovechar el descuento que mencionaba el aviso porque desde hace rato quería comprarle esos calzados a mi hija. Decepción, rabia, todo a la vez. Es muy probable que uno no vuelva a pisar ese lugar.
La escena que se acaba de describir es 100% real. Le pasó el sábado pasado al autor de esta columna. ¿Cuántas veces nos pasó lo mismo en la política? Cientas, tal vez miles. Desde diversas promesas que nunca se concretaron hasta aburridos programas de gobierno de los que con suerte se cumple un 10%. Unos años atrás hubo un equipo que con el cartel de ser los auténticos colorados prometieron llevar las banderas del coloradismo más puro y convertirlas en políticas de Estado, coloradizar el gabinete.
Y los colorados le creyeron. Sin embargo, apenas llegaron al poder nombraron cerca de un 40% de su gabinete a no colorados y se alió a la izquierda para gobernar, dejando de lado a su propio partido. Hoy esos mismos están de vuelta. Se dieron una mano de muy mala calidad de chapería y pintura en un taller de poca monta y con eso están saliendo a repetir el idéntico discurso de hace un par de años.
Lo hacen convencidos de que la gente les va a volver a creer. Absolutamente todas las mediciones (las publicadas y las que no) muestran lo contrario. Ni siquiera aquellas que mandan hacer medios muy cercanos al actual oficialismo. En los rincones más discretos del Palacio de López se murmura: él no puede ser nuestro candidato, tenemos mejores, con él no llegamos. Integrantes del primer anillo ya se lo dijeron directamente al Presidente: es una pandorga de plomo, no levanta. Pasa que varios de ellos saben la verdad y también saben que no se puede confiar en alguien que cada vez que pudo armó operaciones para serrucharle el piso a referentes de su propio movimiento. Ni hablar si se trata de extramovimiento.
Como mucho, funciona una vez. Eso es lo que pasa con la publicidad engañosa de un black friday, igual si se trata de un aviso de una zapatería de un shopping, igual si se trata de la política, esa mala palabra que empieza con p y termina con a. Ya lo decía el gran Abraham Lincoln: “Puedes engañar a todo el mundo algún tiempo. Puedes engañar a algunos todo el tiempo. Pero no puedes engañar a todo el mundo todo el tiempo”.