• Por el Hno. Mariosvaldo Florentino
  • Capuchino

En este domingo la Iglesia nos invita a empezar el tiempo del Adviento. Tiempo de abrirse a lo que está por venir. Muchas veces pensamos que solamente es un tiempo de preparación para la Navidad, pero es mucho más que esto: es prepararse y abrirse para el Cristo que viene. A veces nosotros nos dejamos engañar por las luces que encontramos en los comercios, en las calles, en las plazas y nos quedamos entretenidos con solamente conmemorar un hecho del pasado: el nacimiento del Hijo de Dios en un pesebre en Belén.

Llenamos de romanticismo y sentimentalismo esta fiesta, pero no buscamos acoger la real presencia de Dios en nuestras vidas. Por eso, estos primeros domingos del adviento nos hablan de la segunda venida de Cristo.

Es el retorno del juez universal que viene a llevar a la plenitud nuestras vidas. Él viene para saber en qué medida somos realmente cristianos, si estamos concretizando en la vida cotidiana los valores del reino, si estamos venciendo el pecado y todas las demás cosas que nos deshumanizan. El evangelio debe ser transformado en vida, en práctica concreta, en fermento para la sociedad.

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El adviento no es un tiempo para sembrar miedo, pero sí es tiempo para una tomada de conciencia, para alargar más las fronteras del reino de Cristo. Si Cristo retornara hoy ¿Cómo encontraría mi vida? El adviento debe permitirnos mirarnos al espejo de Jesús para saber cuáles son las cosas que deben ser retocadas, o mismo rehechas.

Es una llamada a la vigilancia, a estar alerta, sin dejarnos atrapar por las cosas del mundo. Tantas veces tenemos nuestro corazón endurecido, como nos dice el evangelio, por “los vicios, borracheras y preocupaciones” que acabamos perdiendo toda la sensibilidad para las cosas que realmente importan en la vida.

A veces estamos enceguecidos y mismo las cosas evidentes nos pasan desapercibidas.

A veces ya nos da igual participar o no en la misa.

Ayudar o no a una persona que nos necesita.

Criticar o no a los demás.

Lastimar o no a aquellos que nos aman.

Cometer o no un pecado.

Perdonar o no a una ofensa.

Ser violento o no con uno más débil.

El mundo busca con todos los medios confundirnos para que no sepamos más discernir el bien del mal, para que pensemos que todo está bien, que lo importante es aprovechar el momento, y sin darnos cuenta vamos arruinando todo nuestro entorno, nuestras relaciones, familia, amistad, sociedad... y a nosotros mismos, con la ilusión de que estamos aprovechando de la vida.

Querido/a hermano/a, adviento es este tiempo de una llamada fuerte de Dios a abrir los ojos, a lavarse con la Palabra de Dios, a reencontrarlo con uno mismo como también a los hermanos.

De nuevo el Señor nos dice: delante de ti está la vida y está la muerte. Si eliges el camino de la vida también vivirás, se eliges la muerte, también morirás.

El Señor te bendiga y te guarde,

El Señor te haga brillar su rostro y tenga misericordia de ti.

El Señor vuelva su mirada cariñosa y te dé la paz.

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