• POR EDUARDO “PIPÓ” DIOS
  • Columnista

En el mundo ya se han colocado en poco más de 11 meses más de 7.000 millones de dosis de vacunas anticovid; por ende, ya es incorrecto, necio y hasta estúpido insistir que está en etapa de pruebas. El universo vacunado es tan inmenso que ha permitido verificar los mínimos efectos secundarios leves, y los más ínfimos aún casos graves y, por otro lado, la disminución brutal de muertes y contagios entre los vacunados, casi limitados a poquísimos casos de personas muy mayores o con patologías preexistentes muy graves.

Los antivacunas, por nombrarlos de manera educada, se siguen limitando a anécdotas, blogs de algunos más sicóticos y sicópatas que ellos o publicaciones apócrifas sin respaldo científico serio. Vamos desde el “a la prima de mi vecina le dio mal de san vito” hasta “un mi amigo le conoce a uno que se vacunó, caminó dos metros y cayó muerto”, claro que sin saber, al final, cuando uno le consulta, cómo se llamaba el desafortunado ni cómo saben que murió por la vacuna. La necedad no tiene aún vacuna ni cura, desgraciadamente.

Es claro que la vuelta a la normalidad precovid, que antes parecía sumamente distante, está hoy cada día más cerca, y lo bueno es que ya no depende ni del Gobierno ni de nadie más que de nosotros. El vacunarse con las dos, o mejor, con las tres dosis, y el conseguir que, los aún reticentes a hacerlo se vacunen o que los rascatripas completen sus esquemas de dos o tres dosis, hará que estos dos años de drama sean en breve un mal recuerdo.

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Pero por otro lado, si nos dejamos estar o no rompemos las bolas al cuñado, la tía, el hermano o el sobrino pelotudo, que le cree más a un posteo de Whatsaap del grupo de ex alumnos de su escuela que a toda la comunidad médica y a las pruebas reales, este imbécil hará que la pandemia no termine nunca y que tengamos que seguir con el puñal bajo el poncho y renovando permanentemente las vacunas; eso aparte del perjuicio para el conspiranoico y su familia, ya sea económico o inclusive con sus propias vidas.

Lastimosamente la ley permite la discrecionalidad a la hora de vacunarse o no, por una cuestión constitucional (en esto sí resulta que somos fieles cumplidores de la Carta Magna) y dependeremos siempre de que los necios sean menos necios alguna vez y se vacunen. Rompámosle las bolas, el no ya lo tenemos.

Etiquetas: #Libres#vacunado

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