Faltan 6 días para que argentinos y argentinas sepamos el resultado de las elecciones parlamentarias con las que se renovará –el próximo domingo 14– un tercio de la Cámara de Senadores y la mitad de la de Diputados. Esa será la única encuesta precisa, exacta, inequívoca, que habrá de dar a conocer el humor de la sociedad respecto de la política, de la coalición de gobierno –el Frente de Todos– y de las oposiciones. Por el porcentaje de concurrencia a las urnas, asimismo, también se podrá saber el nivel de interés y confianza que esta tiene sociedad sobre la más destacada herramienta de la democracia, como lo es el voto popular.
Hasta entonces, solo conocemos estimaciones, ejercicios teóricos de pesquisa social que se desarrollan sobre datos reales acerca de qué porcentajes y segmentos están con unos o con otras pero, lo preciso, lo real, lo verdadero, será lo que emerja de las urnas. También restan solo 4 días para que, hasta las 9 de la noche del domingo comicial, se deje de hablar en los sistemas de medios de las elecciones, de las encuestas y/o de los eventuales resultados de los comicios.
Lo más reciente, en ese sentido, es la compulsa cuyos resultados divulgó horas atrás Giacobbe y Asociados. Hace foco sobre la provincia de Buenos Aires, donde se asienta el 39% del total del padrón nacional. Datos relevantes: 95,8% de las y los consultados, dicen “sí, voy a ir a votar”. El 66,1%, responde “quiero que pierda las elecciones, el kirchnerismo”. 27,5% desea que “gane”; y, finalmente, le “da lo mismo”, al 6,2%. “Quiero que gane” el opositor frente Juntos por el Cambio, es la respuesta del 51,3%, “Quiero que pierda”, responde el 38%. ¿Será así? Falta poco para verificarlo. De todas formas, también hay que decirlo, no se percibe clima electoral en las calles de este país. Existen otras preocupaciones.
El viernes de la semana pasada, cuando finalizó la jornada cambiaria antes del inicio del fin de semana, el valor del dólar estadounidense en el mercado ilegal o blue alcanzó el precio récord de 200 pesos por unidad del verde billete. Si se atiende a que los analistas de la economía y las finanzas aseguran que a ese valor se llega por falta de confianza social el gobierno en general, podría afirmarse que la encuesta de Giacobbe y el blue son dos indicadores que –sin estar vinculados formalmente, necesariamente– están alineados.
El jueves que viene, serán los cierres de las campañas. El gran interrogante es saber si la salud le permitirá, a la vicepresidenta Cristina Fernández, estar presente en esa actividad junto con el presidente Alberto Fernández. Unas pocas horas atrás la segunda al mando recibió el alta médica en el sanatorio Otamendi de la capital argentina, luego de someterse a una intervención ginecológica. Portavoces cercanos a la vicemandataria aseguran que “ya está bien”, mientras que el establecimiento de salud privado señala que “evoluciona favorablemente”. ¿Irá?
Por el lado de las oposiciones el panorama es de silencio casi total. Nadie mueve más de lo imprescindible. Las expresiones para la seducción proselitista no son más que las inevitables. “No es necesario mover ni decir mucho”, coinciden en responder a este corresponsal no menos de cinco fuentes opositoras. “Con que hable y haga el gobierno es suficiente. Son nuestra mejor campaña”, aseguran enfáticamente con algún grado de ironía. No obstante, tanto entre las dirigencias como entre las y los integrantes del la sociedad civil –a la luz de las encuestas que, por mucho algunas y, por poco otras, dan por derrotado al oficialismo–, las miradas y los pensamientos están puestos en el día después.
Dentro de siete amaneceres, gane o pierda el Frente de Todos, no está muy claro cómo habrá de continuar la gestión de gobierno cuando aún le restan dos años de mandato. La gobernanza será más que esencial y, sobre ese indicador, hacen foco desde varias semanas los expertos y las expertas del Fondo Monetario Internacional (FMI), del Club de París y otros acreedores de menor relevancia institucional, para intentar proyectar “cómo seguirá la Argentina” que, dos años después de asumir la responsabilidad de gobernar, todavía no exhibió plan económico alguno. Pero, más allá de ello, un enorme segmento social está convencido que, los días que vendrán, después del amanecer del 15 de noviembre, serán de extrema dureza. Habrá que esperar.
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Argentina electoral: el futuro con final abierto
Es posible que nunca haya habido en el pasado argentino tanta incertidumbre social, política, económica y financiera como la que claramente se expande en este país cuando faltan 6 días para las elecciones presidenciales. ¿Quién gobernará este país de futuro incierto? Un par de encuestadores con los que este corresponsal consulta con frecuencia lo dicen con angustia. “Solo 3 de cada 10 consultados responde nuestras preguntas”.
Ante esa realidad, lo que se distribuye y algunos medios publican da cuenta del estado de un 30 % de la opinión pública respecto de la expectativa electoral, en tanto que la no respuesta permite suponer que en el 70 % restante lo que hay es bronca con quienes debieran encontrar las soluciones que nunca llegan. De todas formas, se insiste en que Javier Milei, con su partido La Libertad Avanza (LLA); Sergio Massa, por la oficialista coalición Unión por la Patria (UxP), y Patricia Bullrich, por la principal coalición opositora Juntos por el Cambio (JxC), son quienes más posibilidades tienen de gobernar a partir del venidero 10 de diciembre cuando finalicen sus mandatos el presidente Alberto Fernández y la vicepresidenta Cristina Fernández, quienes desde muchas semanas se ausentaron del espacio público.
Mientras, el dólar estadounidense –un producto más que suelen comprar muchos argentinos en el mercado ilegal, blue, negro o como quieran llamarlo– se transa en $ 1.000 para la compra y $ 1.040 para la venta. Ese valor que históricamente ningún gobierno reconoce porque “es ilegal” o porque “opera un monto mínimo diariamente”, es el que entre otras variables marca el ritmo de la inflación que, en el último día hábil de la semana anterior –el jueves– se conoció oficialmente, creció durante el pasado mes de setiembre 12,7 %. En la mensura interanual alcanza a 138 % y en los 9 meses del año que corre 103,2 %. Casi debiera dejar de escribir alguna palabra más. Los datos son tan apabullantes como la ya mencionada incertidumbre.
En diálogo con dos consultores económicos y financieros que desarrollan sus trabajos de investigación especialmente para inversores externos, ambos recurrieron a los comportamientos cíclicos de la economía argentina y, desde esa perspectiva, coincidieron en señalar que “en julio de 1989 (cuando la hiper que sacudió el fin del gobierno del presidente Raúl Alfonsín y el inicio del de Carlos Menem) el dólar estaba 655 australes (la moneda de entonces). En marzo de 1991 se transaba en 10.000 australes. En ese punto de inflexión asumió como ministro de Economía Domingo Felipe Cavallo, que aplicó el programa de convertibilidad ($ 1=USD 1) lo que exigió sacarle a la unidad monetaria argentina cuatro ceros. Claramente, en 20 meses ese valor-indicador de la moneda norteamericana había subido 15 meses”. Entonces, ¿que puede pasar en el futuro cercano? Responden los dos expertos que de ninguna manera quieren que sus identidades sean reveladas: “En junio de 2022 el dólar blue operaba en $ 200 y el oficial en $ 126. Los indicadores monetarios, desde entonces hasta estos días, son similares a los registrados durante la crisis de 1989″. ¿Entonces? “Si no consiguen controlar lo que ya pareciera ser el comienzo de un nuevo período hiperinflacionario y las distintas variables se comportaran como entonces, no sería descabellado proyectar un valor del dólar de entre $ 2.000 y $ 3.000 para 2024, según se tome para el análisis el valor de la moneda estadounidense de los últimos meses en el mercado oficial o en los financieros”.
¿Argentina está en hiperinflación? “Estamos en pre-hiper. Claramente. La gente se deshace de los pesos con la misma dinámica y velocidad de los tiempos hiperinflacionarios. En los centros de compras comienza a verificarse desabastecimiento. No hay productos y muchos de ellos –aun de los faltantes– están retrasados en sus precios. La situación es muy crítica y cuando se conozcan los datos del presente mes de octubre sabremos que el Índice de Precios al Consumidor (IPC), la inflación, dará muy alto”.
De allí que “si el resultado electoral del domingo que viene estirara la incertidumbre acerca de quién gobernará la Argentina que hasta el 19 de noviembre (34 días) cuando se prevé una posible segunda vuelta comicial, el deterioro social, económico y político podría ser mayor”, añadieron esos expertos.
Compartidas esas opiniones calificadas, con tres relevantes fuentes peronistas –también con compromiso de anonimato– fueron en línea con la historia y, luego se recordaron que “como dijimos semanas atrás, si ya hubiera un presidente electo, no sería descabellado adelantar el cambio de gobierno como sucedió en 1989 para terminar con esta administración que desde muchos meses no consigue contener la crisis o, por lo menos, morigerarla”.
Mientras, alineada con la campaña proselitista del ministro de Economía y candidato presidencial del oficialismo Sergio Massa, la Confederación General del Trabajo (CGT) se reafirma y reitera que serán opositores a un eventual gobierno del libertario Javier Milei. “El pirómano nunca puede ser luego el bombero”, dicen los principales dirigentes de los trabajadores. No es la primera oportunidad en que se manifiestan en esos términos. Pero los máximos líderes de la central obrera peronista van más allá y, para que no queden dudas, precisan: “Así como estamos no hay sociedad que aguante. Es un irresponsable y, si hace falta, vamos a salir a la calle, (porque) no se puede aceptar que un incendiario juegue con el sufrimiento de la gente. Con lo que propone explotará todo. No va a poder gobernar”. ¿Crisis de gobernanza?
No parece razonable ni mucho menos democrático adelantar eventuales acciones que suenan como amenazas. Pero lo cierto es que, en lo que corre de este año electoral, sobre 24 provincias –hasta este momento– 9 serán gobernadas por el peronismo alineado con el oficialismo actual; 8 por Juntos por el Cambio, principal oposición de hoy; una por el peronismo de Córdoba; y dos patagónicas por sendos partidos provinciales. El día que se elija presidente también se elegirán quienes habrá de gobernar las provincias de Buenos Aires, Entre Ríos y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Los sondeos de opinión dan cuenta que en las dos últimas mencionadas también podrían ser triunfos de JxC. La primera podría ser retenida por el peronismo kirchnerista. La Libertad Avanza no gobernará en ningún distrito.
Si como muchos suponen Javier Milei pudiera triunfar, además de carecer de gobernadores formalmente aliados, tampoco dispondrá de cantidad suficiente de diputados ni de senadores para operar políticamente en el Parlamento. Algunos cálculos y proyecciones infundadas, porque se apoyan en encuestas imprecisas, dicen que podría contar con unos 35 diputados sobre un total de 257 y hasta 8 senadores en una Cámara que tiene 74 bancas. “Un panorama como ese demandaría de la construcción de consensos parlamentarios amplios, extendidos y sólidos. No sería fácil. Una eventual crisis de gobernabilidad –aunque nadie lo enuncia en alta voz– no parece imposible y, en ese contexto, la política de siempre –lo que Milei llama despectivamente ‘la casta’– tendría mucho más poder del que pueda suponerse”, dicen a este corresponsal dos prestigiosos politólogos y analistas que no quieren ser identificados y agregan que “quienes voten en contra de ‘los de siempre’, en un sistema democrático con imprescindible intervención parlamentaria como lo exige la ley, no harán más que empoderar a los que quieren que se vayan. La crisis también es de representatividad”. El futuro argentino tiene final abierto.
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Argentina electoral: “Pareciera que no hay lugar para el futuro en esta campaña”
“Pareciera que no hay lugar para el futuro en esta campaña”, coincidieron en decir a este corresponsal tres activos dirigentes políticos del peronismo consultados acerca de la marcha del proceso electoral que tendrá completa su primera etapa el venidero domingo 22 de octubre cuando se desarrollen las elecciones presidenciales para relevar el 10 de diciembre próximo al presidente Alberto Fernández y a la vicepresidenta Cristina Fernández que completarán sus mandatos ese día.
“Todo es coyuntural”, añadieron los requeridos que –como ya es de práctica en este país– exigen reserva acerca de sus identidades. Miedo y precaución. “Devaluación, atraso salarial, bonos para completar los devaluados ingresos de trabajadores en blanco por fuera de los acuerdos paritarios, el dólar que se dispara una y otra vez para que el valor del informal se ubique en USD 730 por unidad y, por si fuera poco, se anuncia que los aumentos en las tarifas –que se acordaron con el Fondo Monetario Internacional (FMI)– se concretarán después de las elecciones. “¿Cómo será el día después de votar?”. Silencio reflexivo. Solo uno de los interlocutores, con voz trémula, recuerda que Sergio Massa, ministro de Economía y candidato presidencial de la coalición oficialista Unión por la Patria (UP), “no es economista” y que “no tiene otra salida más que la de obedecer a Cristina para intentar entrar en una segunda vuelta frente a Javier Milei, porque sería indigerible para la enmudecida lideresa patagónica ser eventualmente relevada por la candidata de la principal coalición opositora Juntos por el Cambio, Patricia Bullrich, impulsada por el expresidente Mauricio Macri (2015-2019)”. Complejo. Especialmente porque no fueron escasos los intendentes y gobernadores que, cuando las elecciones primarias abiertas simultáneas y obligatorias (PASO) del pasado 13 de agosto –como lo denunció públicamente el ministro de Seguridad bonaerense Sergio Berni– aportaron parte de sus estructuras clientelares a Javier Milei, líder sin oposiciones internas en el partido La Libertad Avanza que fundó y ahora trepidan porque Javier, sin estructuras ni cuadros, resultó ser el más votado, aunque sin llegar al 30 % de las voluntades electorales. Interesante.
De hecho, Milei capturó el 29,86 % de los votos; Bullrich el 28 % y Massa el 27,28 %. Ajustado “triple empate técnico” en la más verdadera de las encuestas que circulan. Entre Javier y Sergio hay una diferencia a favor del primero de solo 2,58 %. Sobre Patricia, la simpatía de las urnas para el libertario es de apenas 1,86 % (456.303 votos) y sobre el tercero de 633.202. ¿Hay claros ganadores? “Definitivamente no, y puede pasar cualquier cosa entre los tres primeros”, sostienen dos encuestadores que –por cuestiones laborales y compromisos de confidencialidad– prefieren no ser identificados. Comprensible. Especialmente si se hace foco sobre datos concretos. Sobre poco más de 35 millones de personas habilitadas para votar, cerca de 10 millones incumplieron, no votaron; 1,35 millones (5,51 %) votaron en blanco, y 309.807 de los votos (1,24 %) fueron nulos. Nada está dicho.
Y seguramente por esa razón es que los movimientos de los principales candidatos y sus operadores son intensos. En ese contexto, sobre destacados economistas se concentran todas las miradas sociales. Al economista y candidato Milei, desde Juntos por el Cambio, le oponen para debatir a Carlos Melconián, quien lidera el área de investigaciones económicas de la Fundación Mediterránea, uno de los más influyentes tanques de ideas locales con proyección regional. El oficialismo, por su parte, lo confronta con Massa que pareciera no disponer de herramientas y/o argumentos suficientes para oponerse. Los resultados de la que aparece como inadecuada gestión lo contradice y transforma literalmente en increíble porque, como ministro –sin que Alberto F. y Cristina F. lo acompañen ni respalden con firmeza al igual que gobernadores, intendentes y parlamentarios propios– opera como candidato. Pareciera que sus preocupaciones de gestión solo se centran sobre los movimientos tácticos y estrategias de Milei y Bullrich. Patético, insensible e irresponsable.
Innumerables operaciones de posicionamiento se lanzan desde los lugares de trabajo de los tres principales candidatos. Los estrategas profesionales que trabajan para ellos no descansan. Especialmente los que lo hacen para Milei que procuran invisibilizar que –hasta aquí– el libertario carece de estructuras que puedan gestionar holgadamente sus propuestas presidenciales. ¿Cómo lo haría si fuera presidente? De hecho, y como ejemplo, en la semana que pasó la totalidad de las medidas que adoptó el ministro y candidato Massa para intentar paliar la situación económica y social después de la devaluación, gobernadores, intendentes, empresarios –sin distinción de posicionamientos ideológicos– las rechazaron y sin disimulos informaron que no podrán o no cumplirán con ellas. “Detrás de Sergio hay gobernadores, senadores, diputados, empresarios y dirigentes sindicales que por arriba y por abajo de la mesa dicen acompañarlo y, pese a ello, Massa no puede”, sostiene sin vueltas un categorizado operador oficialista a La Nación y pregunta: “¿Podrá hacerlo Milei, sin ningún recurso parlamentario o institucional? ¿Cómo construirá su imperium para disponer y hacer cumplir?”
Trascendidos de todo color atraviesan el espacio comunicacional. El más descabellado da cuenta –con insistencia– que el expresidente Macri se reunió con Milei en la casa de un periodista audiovisual de buena relación con ambos “para conversar sobre la crisis argentina”. Tan incomprobable como improbable. Pero circula con insistencia. ¿Usted cree que puede haber un batacazo, un cambio de época en las elecciones de octubre? “Después del triple empate –Milei, Bullrich, Massa– creo que lo único claro es que a una buena porción de la sociedad le importa muy poco tener certezas. Aquello de lo malo conocido por lo bueno por conocer, en esta situación, no parece importarle a mucha gente, hasta ahora. Pero esa sensación es parte de sostenidas operaciones para construir ese sentido común sobre que, con lo de siempre, no hay futuro”, sostienen los encuestadores innombrables a los que se alude más arriba. Nada nuevo, por cierto. Pero potenciado. Todo hace pensar, sin embargo, que hay dudas y resistencias, pero subyacen debajo de múltiples sensores. Pese a ello, un sector de la Iglesia católica a través de los que se conocen como “curas villeros” con la anuencia y respaldo del arzobispo primado de la Argentina, Jorge García Cuerva, celebraron una misa para desagraviar al papa Francisco que, según el criterio de esos religiosos, fue reiteradamente insultado por Milei. Disidencia clara. Tal vez el hecho de que la sociedad tenga delante de sí, aunque con matices, tres opciones de derecha sin progresismos para confrontar hagan que todo sea más complejo. Pero tampoco es en el único lugar del mundo donde se verifican estos dilemas.
Algunas semanas atrás en Estados Unidos con Donald Trump nuevamente en carrera para regresar a la Casa Blanca, el periodismo y una buena parte de la sociedad se preguntaba “qué haremos” con él. En este país, al señor Milei se lo presenta con puntos de contacto con el expresidente de Brasil Jair Bolsonaro y con el prontuariado Donald. El señalado deja correr. En EE. UU., semanas atrás, el periodismo independiente, con Trump en campaña, se preguntó y preguntó: “¿Dejaremos pasar nuevamente sus mentiras (fake news), sus agresiones, sus destratos, su desprecio por la Constitución y las leyes?” Seguramente la situación en Argentina es bien diferente. Pero, quizás, el debate ético y social no se encuentre tan lejos. Claramente, el debate público –aunque no lo parezca– va mucho más allá de elegir quién será presidente. Pero el debate de lo vacuo parece taparlo todo. El poco tiempo para decidir no solo urge a las y los candidatos.
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Argentina electoral. Milei, Bullrich, Massa, el derrumbe económico y la falta de confianza
El diputado Javier Milei –candidato presidencial por el partido La Libertad Avanza (LLA)–, Patricia Bullrich, postulante para el mismo cargo por la coalición Juntos por el Cambio (JxC), y el ministro de Economía y presidenciable por la oficialista coalición Unión por la Patria (UP), son los tres ángulos de un triángulo que los tiene como actores públicos principales de la política argentina desde la madrugada del pasado lunes cuando se conoció el escrutinio de las elecciones primarias simultaneas y obligatorias (PASO) que se desarrollaron aquí.
Si bien ese triángulo –dada la exigua diferencia que existe entre los tres postulantes que se subieron al podio de los más votados– claramente Milei es el que concita la mayor atracción pública y es un sujeto noticiable preferente. Los tres lo saben. Nada ni nadie, por fuera de ellos, emerge ni se visibiliza. Especialmente en el oficialismo. Tanto el presidente Alberto Fernández como la vicepresidenta Cristina Fernández permanecen alejados del espacio público y muy poco se sabe de ellos. Hasta hoy, se borraron.
Según coincidentes voceros gubernamentales, Alberto transcurre la mayor parte de su tiempo en la residencia presidencial de Olivos donde protagoniza largas tertulias con un puñado de cercanos colaboradores y algunos periodistas, mientras que Cristina pocas horas atrás llegó a su residencia privada en la patagónica localidad de El Calafate –su lugar en el mundo– allí permanece y se desconoce cuáles son o serán sus actividades. Cada uno de ellos tiene claro que dentro de 111 amaneceres, desde el mediodía, solo serán parte de la historia y que el tiempo dirá cuántas páginas ocuparán de ella y en qué tono serán evaluados. Ya fueron. ¿Habrán imaginado este final? Cristina, semanas atrás, advirtió sobre un final –en las PASO– de tercios. Profecía autocumplida.
La economía y las finanzas argentinas no van bien. En algunos sectores –pasadas las primarias– las reuniones se multiplican. Hasta en el ecosistema bancario se percibe una creciente angustia por la falta de certezas. Los CEO de por lo menos tres entidades globales, cuyas carteras en el mercado local son amplias y extendidas, reúnen a los gerentes para confidenciar con ellos, en reuniones cerradas, que antes de las elecciones se encontraron con los principales postulantes. Se manifestaron nerviosos por el futuro del sector bancario. La anunciada eliminación del Banco Central (BCRA) por parte de Milei y la eventual dolarización los puso en máxima tensión y alerta. “Si el sector se achica, habrá despidos en algunas áreas estratégicas y destinadas a la comercialización de productos”, imaginaron dos encumbrados banqueros. Por falta de datos concretos no son pocos los que piensan en un avance de la uberización laboral y el posible avance de las Fintech. “Para dolarizar no hay con qué. No hay dólares y queremos creer que en el Fondo Monetario Internacional (FMI) y en la Casa Blanca (sede del Gobierno norteamericano) no acuerdan con esas ideas”, sostuvo enfáticamente un CEO bancario ante este corresponsal.
Tal vez por ello, en sus intervenciones públicas ante los medios, Javier Milei comenzó a moderar sus ideas-fuerza. O intentó hacerlo. La dolarización, uno de sus caballitos de campaña, “no será inmediata (...) llevará no menos de 24 meses (...) es una medida de segunda generación”. También intenta amortiguar con cada una de sus palabras el anunciado punto final de los planes sociales. “No se habló de portación de armas, sino de libre tenencia como lo dice la ley”, anunció junto con su candidata a vicepresidenta, Victoria Villarruel, en el programa “A dos voces”, que se emite por el canal TN de Argentina.
Propuestas de difícil realización. La dolarización –como se expresara en esta columna reiteradamente– demanda de un debate parlamentario intenso porque la Constitución Nacional –así como lo expresa Milei– lo impide en su artículo 75. Un intento en ese sentido, de avanzar, caería en los estrados judiciales por inconstitucional. El Banco Central y el peso como moneda de curso legal –sin reforma de la Constitución Nacional– seguirán. No dejarán de existir.
Y, para declarar la necesidad de una reforma en la Carta Magna, es necesario contar con los dos tercios de los votos afirmativos en el Parlamento. Hay que ser claros. El partido La Libertad Avanza carece de ese número de votos necesarios para imponer una iniciativa como la comentada. Más aún, los cálculos actuales, como el 30,04 % alcanzado por el candidato Milei en las PASO, permiten imaginar que dispondría un bloque en la Cámara de Diputados superior a los 30 miembros sobre un total de 257 escaños. En el Senado, donde carece de representantes, los senadores son 72. La aritmética no suele ir de la mano con la imaginación política. Para avanzar tendrá que acordar con “la casta” como él llama al conjunto de políticos profesionales.
¿Por qué se modera Javier Milei? Tal vez para La Libertad Avanza el volumen del resultado electoral obtenido también haya sido una sorpresa. Si así hubiera sido, es comprensible que aplique lo que aquí se conoce como el Teorema de Baglini (Raúl), un brillante diputado de la Unión Cívica Radical (UCR) que, en 1986, sentenció –palabra más palabra menos– que “la responsabilidad de las propuestas de un partido o dirigente político es directamente proporcional a sus posibilidades de acceder al poder”. Para que se entienda cabalmente. Lejos del poder y/o de acceder a él los actores públicos –especialmente en campaña proselitista– suelen enunciar propuestas que suenan bien –endulzan los oídos de la población–, pero son de muy difícil realización. Pese a que se asegura que Nicolás Maquiavelo, Aristóteles, Bismarck o Winston Churchill habrían enunciado que “la política es el arte de lo posible”, claramente, no todo es posible. Milei, sin embargo, sin anestesia anunció que privatizará el Conicet (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas), lo que generó repudios y críticas desde múltiples sectores que se expresaron con dureza y argumentos sólidos para que se entendiera la inconveniencia de esa iniciativa privatizadora. No reiteró esa idea.
Faltan explicaciones. No solo las que podría dar el diputado Milei. También las de Patricia Bullrich y las de Sergio Massa. En la semana que pasó la economía y finanzas públicas se agravaron. El FMI dialogó con los tres y todas las partes hicieron públicos esos encuentros de trabajo. Tiene sentido. Los que deberán honrar las deudas con ese o cualquier otro organismo multilateral serán quienes gestionen el poder entre el fin de este año y el de 2027. Los 62 días que faltan hasta el domingo 22 de octubre, hasta las elecciones presidenciales serán de gran tensión. Muy probablemente, los casi USD 8.000 millones que el ministro y candidato oficialista Massa asegura que en los próximos días traerá desde Washington por un nuevo acuerdo transitorio con el FMI, servirán de muy poco.
La economía, sobre todo, es una cuestión de confianza. Y, justamente, ese factor es el que falta y no consiguen construir quienes se proponen para gobernar. No serán un sendero de rosas los días que vienen.
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Argentina electoral. Macri no será candidato. Cristina tampoco. ¿La hora de lo nuevo?
La mañana perezosa de todo domingo se sacudió ayer en la Argentina. El ex presidente Mauricio Macri (2015-2019), fundador del partido Propuesta Republicana (PRO), con un vídeo que circuló en las redes fue claro y contundente: “Quiero ratificar la decisión de que no seré candidato en la próxima elección y lo hago convencido de que hay que agrandar el espacio político del cambio que iniciamos”. Es palabra de Mauricio. El 6 de diciembre pasado, la vicepresidenta Cristina Fernández, luego de ser condenada judicialmente por defraudar al Estado durante su gestión presidencial, dijo algo parecido: “No voy a ser candidata a nada, ni a presidenta, ni a senadora. Mi nombre no va a estar en ninguna boleta. Termino el 10 de diciembre”. Coincidencias. Juego de espejos. Pero, por sobre todo, ambos saben que un 70% de las personas a las que consultan numerosos encuestadores los rechazan.
Inmediatamente después del anuncio de Mauricio, los portales digitales de noticias estallaron con supuestos y certezas cuando faltan 139 días para las elecciones primarias abiertas simultáneas y obligatorias (PASO), con las que se definirán las candidaturas de quienes se postularán para relevar –o no, dentro de 249 días– al presidente Alberto Fernández y a la vicepresidenta Cristina Fernández, el venidero 10 de diciembre, cuando finalicen sus mandatos.
Sin embargo, –y pese a que una de las mayores incógnitas de la política argentina–, el futuro inmediato de Macri ha dejado de existir en los pliegues y repliegues de la política local, muchos serán los movimientos que sacudirán el tablero donde se juega el futuro de alrededor de 47 millones de habitantes que, mayoritariamente, alcanzaron la mayoría de edad cívica con pleno funcionamiento del sistema institucional desde el 10 de diciembre de 1983, cuatro décadas atrás.
Entre ellos, el evento que más suspicacias e incomprensiones genera es la invitación que el 46to presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, hizo llegar a su homólogo local, Alberto F. para que lo visite en la Casa Blanca. La reunión, inicialmente organizada para el 21 de julio del año pasado, fue suspendida cuando el norteamericano contrajo covid.
El convite tuvo considerable impacto local. Especialmente cuando lo hizo público Karine Jean-Pierre, secretaria de Prensa del gobierno estadounidense quien, además, puntualizó que Joe y Alberto “discutirán cómo Estados Unidos y Argentina pueden continuar asociándose para abordar los desafíos globales y continuar avanzando en áreas de interés nacional mutuo, incluidos los minerales críticos, el cambio climático, el espacio y la tecnología”. La comunicación oficial añade que también hablarán sobre “la cooperación económica, así como sus valores compartidos de inclusión, democracia y protección de los derechos humanos”.
Coincidentes observadores de la actividad internacional, consultados por este corresponsal no ocultaron la sorpresa que les causó el anuncio de la reunión bilateral. Destacaron en ese contexto que, así como los jefes de Estado evitan visitar países que se encuentran en períodos electorales para no aparecer como entrometiéndose en asuntos internos de otras potencias, en la misma línea procuran también evitar recibir a mandatarios en las sedes gubernamentales que ocupan para evitar que los visitantes potencien sus propios proyectos electorales en beneficio propio.
Tanto en Washington DC como en esta ciudad, no son pocos ni pocas quienes –mientras ensayan hipótesis que aporten sentido a la visita de un “pato rengo” (así se suele mencionar a los mandatarios de cualquier gobierno cuando le faltan 250 días para dejar el cargo) a la Casa Blanca– admiten, al ser consultados, carecer de suficiente información para opinar y se limitan, con prudencia, a señalar que “Biden debe tener sólidos fundamentos para hacer un movimiento tan inusual”.
Otras fuentes a las que se recurre en procura de información, en algunos casos con muecas de disgusto en sus rostros, sostienen que “las fotos en la Casa Blanca solo habrán de servir para que el álbum familiar de Alberto se enriquezca y alguna vez lo pueda repasar con sus nietos y nietas cuando sea mayor”. Desde esa perspectiva y las anteriores respuestas consignadas, la prudencia induce a la espera para saber cuál será la evolución que la relación bilateral argentino-norteamericana tendrá a partir del encuentro cuyos resultados –guste o no– deberá revisar el futuro gobierno que suceda o no a Alberto y Cristina, sea del color que fuere.
El embajador argentino en Washington, Jorge Argüello, escuetamente, explicó que “la reunión es el mensaje”. Parafraseando al canadiense Marshal MacLuhan reiteró que “el encuentro es el mensaje” y sostuvo que la cita da cuenta “claramente de la buena sintonía que hemos logrado establecer entre la administración norteamericana y el gobierno argentino”.
Alberto F. llegará a Washington acompañado del ministro de Relaciones Exteriores, Santiago Cafiero, y con el de Economía, Sergio Massa, con quien –según coincidentes trascendidos– no pasa por una etapa de buenas relaciones interpersonales y políticas por cuanto el jefe del Palacio de Hacienda se piensa como candidato a presidente por el oficialista Frente de Todos (FDT) con un eventual apoyo de la vicemandataria Cristina F. De ser ciertas esas informaciones que nadie desmiente, Massa se enfrentaría con Alberto, quien no retrocede en su vocación reeleccionista que desde muchos meses hace pública sin el apoyo del kirchnerismo. Claramente, concurrirán al encuentro con Biden en el marco de los desencuentros que se verifican en el orden político oficialista local. Sorprendente.
De hecho, Malena Galmarini, esposa de Massa y funcionaria, luego de señalar a la Casa Rosa como una usina de operaciones en contra de su marido ministro para debilitarlo frente a una eventual candidatura presidencial, opinó que “Sergio está caminando sobre las brasas”. Alberto F., también. En ese contexto llegarán a la sede presidencial estadounidense, aunque no al salón Oval porque allí solo suelen reunirse y retratarse los jefes de Estado. Así y todo, la Casa Blanca es muy atractiva para negarse a visitarla.
¿Y Cristina F.? En el contexto comentado, al menos durante el día de ayer y con las tapas de los diarios de hoy que, en este país tienen casi todos sus titulares dedicados a la confirmación de Macri acerca de que “no” será candidato presidencial, solo aparece en informaciones secundarias y, en algunos casos, vinculadas con Macri. Mientras –como una forma concreta de desactivar su relato de proscripción y sin aludir a la segunda al mando en la estructura política local– la Cámara Nacional e Casación Penal dejó trascender que “no” se abocará al estudio de la condena que en primera instancia pesa sobre la señora Fernández de seis años de cárcel e inhabilitación permanente para la ocupación de cargos públicos, que ha sido apelada por sus abogados.
¿Por qué la demora? Es una forma simbólica muy clara para derrumbar los argumentos de Cristina F. y sus más cercanos seguidores de que por esa condena se encuentra proscripta. Dos magistrados consultados por este cronista, desde el compromiso aceptado para no mencionar sus nombres, lo dijeron con todas las letras: “Cristina si quiere ser candidata a lo que le dé en gana, puede hacerlo. Nada se lo impide. Está totalmente habilitada. Solo ella puede escribir el final de su historia política personal”. Sin Macri y sin Cristina parecería que llega la hora de un recambio hacia una nueva generación de dirigentes.