Hay un tiempo para cada acontecimiento. Desde la siembra hasta la cosecha hay un proceso que respetar. Son innumerables las lecciones que en el devenir de la vida se suceden unas tras otras. En ellas siempre existió alguna expectativa. A la que se conceptualiza como la posibilidad razonable de que algo suceda. Son tantas las historias que han nacido de una idea, que ameritan ser leídas, escuchadas y contadas miles de veces, para darle fuerza a quienes se animan a movilizarse en cuantas ocasiones sean necesarias, para concretar lo que quieren lograr. En los días por vivir hay un espacio temporal gigantesco para realizar lo que hoy forma parte de lo expectante. Es propio de la naturaleza humana construir lo que alguna vez fue ideado.

El empuje interior es el que despierta las fuertes intenciones que sostendrán el crecimiento constante de las conexiones que permiten la concreción de lo querible. En el fuero intrínseco se producen grandes descubrimientos, son los que atraen aquellos pensamientos que pregonan convicciones nobles, genuinas, entusiastas, enaltecedoras, motivantes, sorprendentes, sencillas, cobijantes e interesadas en lo que aumenta las chances de ser útiles socialmente. Las pretensiones, fruto de dichas motivaciones, una vez puestas en marcha tienen un altísimo margen de vitalidad. Resaltar esta aseveración es indispensable, es así debido a la plena seguridad que otorga la sana creencia que fundamenta la verosimilitud de lo que se espera.

Victor Harold Vroom, psicólogo canadiense, ha desarrollado relevantes estudios vinculados con la motivación, y dentro de lo que se consideran teorías de procesos se encuentra la suya, denominada “Modelo de expectativas de Vroom”. El maestro de la Escuela de Administración de Yale parte de tres supuestos elementales para darle firmeza a sus análisis sobre el tema. Parte de las fuerzas que existen dentro de las personas y de las externas que suceden en sus entornos, y cree que de la combinación de ambas surgen las motivaciones que determinan las conductas. Luego, se detiene en la toma de decisiones conscientes que posibilitan los comportamientos y, finalmente, hace hincapié en que la selección de los caminos depende de que la expectativa ante determinada conducta dé los resultados esperados.

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Valencia, expectativa e instrumentalidad son factores indispensables para el funcionamiento del modelo Vroom. La valencia se ocupa de indicar el nivel de deseo que se tiene ante una meta u objetivo. La expectativa representa la convicción de que vale la pena hacer tal o cual esfuerzo porque el mismo acarreará sus frutos. Y la instrumentalidad indica el juicio que hace cada persona cuando proyecta el escenario que existirá una vez logrado lo propuesto, aquí hace referencia a las valoraciones y recompensas que podrían suceder.

Lo posible se torna alcanzable cuando se lo imagina con gran magnitud, con amplitud sensorial, cuando se siente que será realidad; aunque a todo esto hay que anexarle planificación, tiempos concretos de ejecución, seguimiento, control, evaluaciones periódicas, flexibilidad de criterios, reconsideraciones si son necesarias, ajustes hasta donde sean acordes con lo que se persigue hacer y, junto a lo indicado, las condiciones sanguíneas de todo andar: dedicación, perseverancia, esfuerzo, aceptación, silencio, humildad, alegría y mucha disposición para ser ayudado y para ayudar.

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