Uno de los ejes estratégicos primarios desde el punto de vista de riesgos de crédito se refiere a que las instituciones financieras deben contar dentro de su plantilla con un equipo de funcionarios que muestre la capacidad y experiencia necesarias de análisis crítico de las principales áreas de riesgos de sus clientes, observando proactividad en la detección oportuna de potenciales problemas que puedan suscitarse en los créditos desembolsados.

En el caso de las entidades financieras se rigen por los parámetros establecidos en su proceso crediticio institucional y la Resolución 1/07 del BCP vigente a la fecha, que engloba las clasificaciones adversas y porcentajes de previsiones de las deudas de los clientes que operan tanto dentro de la banca corporativa como de consumo (Retail).

El negocio de las mismas no debe circunscribirse al otorgamiento de créditos de corto plazo, destinados a financiar necesidades de capital de trabajo, sino también estar enfocadas a préstamos de mediano y largo plazos, y que incorporen además a las pymes para poder llevar adelante los planes de crecimiento/expansión de sus actividades, cuidando no caer en el error de tomar un préstamo de corto plazo, cuando que en el fondo el propósito real se concentra en financiar inversiones en activo fijo, o de capital estructural donde la fuente primaria de repago de estos últimos proviene de las utilidades y no del producido de sus facturaciones.

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Coyunturas desfavorables a nivel macroeconómico afectando en forma directa a nuestra microeconomía como aconteció con la pandemia sanitaria ha obligado a muchas empresas y entidades financieras a tener que refinanciar o también reestructurar sus deudas para evitar desmejorar las clasificaciones de sus activos de riesgos, derivado de factores incontrolables como ha sido el covid-19.

Necesitamos seguir expandiendo y fortaleciendo nuestra economía al igual que la gestión de nuestras empresas, no solamente para satisfacer la demanda del mercado doméstico, sino apuntando a un mayor crecimiento hacia afuera, lo cual podrá seguir dándose en la magnitud deseada si las instituciones financieras locales apuestan con confianza en las mismas y en la capacidad profesional y carácter de los que tienen a su cargo la responsabilidad de dirigirlas.

Es por ello que debería siempre darse el necesario punto de inflexión entre lo cualitativo y cuantitativo.

Resulta difícil decir que para una entidad financiera no existe riesgo crediticio, pues se da hasta en países de primer mundo con niveles tecnológicos, humanos y desarrollo macro y microeconómico superiores al nuestro. Riesgo cero en la práctica no existe.

Lo importante es que a través de mecanismos de evaluación y seguimiento adopten una actitud proactiva y no reactiva.

Para la detección oportuna de señales que muestren debilidades en la estructura de un crédito (persona jurídica y/o física) es recomendable que se tengan en cuenta los siguientes aspectos que puedan tornar los riesgos de créditos a niveles no superiores a los normales.

A) Factores gerenciales, b) factores financieros, c) factores industriales, d) factores de negocios y e) “mucho sentido del olfato”.

Una gestión exitosa de los créditos problemáticos depende de su pronto reconocimiento y que a veces no se da porque algunas entidades descuidan o no la priorizan al nivel necesario la observancia de los criterios básicos que engloban la concesión de préstamos sin un propósito claro y definido y una evaluación técnica previa de las formas/capacidad de repago del cliente que constituyen su esencia misma, pues las garantías son accesorias salvo que sean líquidas en un 100% como depósitos de ahorros en ML y/o ME, por ejemplo.

En créditos hay un axioma que dice: “No hay tasa de interés que pueda compensar razonablemente una financiación mal estructurada”.

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