Lo que se quiere hay que desmembrarlo. ¿Para qué? Para conocerlo detalladamente. Al desmembrarse el aprecio se divide y se reproduce en cada pedacito que integra ese amplio querer. La extensión de lo segmentado puede sorprender a los ojos que la ven. Aquello que parecía no existir por su carencia de atención se irradia como un fluorescente cargado de luminosidad. Al desmembrarse se le da su lugar. Se lo reconoce como tal, se lo valora naturalmente y se lo aprende a disfrutar. No se trata de separar porque sí algo que se está viviendo o que ya se ha vivido o que se quiere vivir, son las razones las que fortalecen la posibilidad de hacerlo. Al poder escindirlo la comprensión de las secuencias adquiere una fuerza especial.

Al desmembrar se descubren horizontes diferentes. La división se transforma en una multiplicación de significados. Lo que lleva a producir nuevos interrogantes que pueden ocasionar asombrosas respuestas. Al desmembrar se estimulan diversas facetas de lo acontecido. E incluso es factible que se generen reacciones desconocidas o no manifestadas en el tiempo en que lo parcelado tuvo participación de lo unívoco e integrado. Darle profundidad de campo a una zona particular del vivir le da a la imagen obtenida una nitidez resaltante.

Al dividir las etapas de un acontecimiento pueden surgir claramente los momentos oportunos que ayudaron a construir el cimiento final. Esa división facilita la precisión de lo ocurrido, lo que fomenta el desarrollo de un solvente juicio al respecto. Quizás a lo que está disperso u oculto no le convenga la puesta en práctica del desmembrar, a lo mejor molesta a las estructuras disfrazadas de intereses absolutamente distantes a los principios que las crearon. Ocurre que el ejercicio de remover o tocar lo que está obsoleto conlleva aceptar que así lo es y, conforme la situación, decidir qué hacer.

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También se pueden asomar los temores ocultados en el pasado. Es por eso que animarse a indagar particularmente un tiempo, un hecho, una historia o la situación que sea requiere de una entereza existencial que habilite a tal fin. Por otra parte, también todo desmembramiento sobre acciones futuras puede ocasionar miedos o dudas o incertidumbres imaginarias. De ahí la relevancia de entender que los mismos pueden superarse si la intención del hurgar se sostiene de la vocación de crecer.

Desmembrando se va aprendiendo a identificar lo que pasa en el presente. El núcleo social se construye en cada acción individual y colectiva. Es la esencia de las voluntades la que debe priorizar la factibilidad de identificar concretamente el andamiaje del instante en cada acontecer. Los hechos sociales necesitan ser atendidos, entendidos y comprendidos. Al desmembrarse el fondo y la forma en que se manifiestan fluye la conciencia del verdadero efecto que ocasionan.

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