- Por Juan Carlos Zárate
- MBA
- jzaratelazaro@gmail.com
Muchos de nosotros participamos a menudo de reuniones de diversa índole, varias de ellas dentro de nuestras empresas y otras fuera de las mismas con clientes o proveedores en busca de captación de nuevos negocios o cierre de una operación de compra de productos o servicios, por ejemplo.
Lamentablemente en varias ocasiones participamos de algunas que parecerían ser de mera rutina o de cumplimiento, pues ni tan siquiera se preparó antes una agenda preestablecida o una hoja de ruta de tal forma a que podamos sacar al término de las mismas algo en claro como conclusiones valederas.
Los que tienen a su cargo la coordinación y realización de estas reuniones en nuestras empresas tienen bajo su responsabilidad el mejorarlas, lo cual no solo significa que habrá que hacerlos más breves, sino más eficientes y más organizadas.
La gente no rehuye a las reuniones, pero desean poder pasarlo bien, por más que se aborden temas candentes y a veces “no muy alegres” que atañen a la estructura organizacional, además de planes estratégicos y de negocios de las mismas además de las orientadas a captación de nuevos negocios con nuestros clientes.
¿Cuántos de nosotros nos pasamos todos los días dentro de nuestras oficinas más horas de lo que lo hacemos con nuestra propia familia?
Si dentro del contexto de las reuniones se dieran sentimientos negativos afectan a la creatividad y a la innovación, además de las ganas de poder trabajar en equipo.
Deben constituir sitios y momentos en la que se pueda dar un elevado grado de colaboración y empoderamiento entre sus integrantes.
En función a estos escenarios, ¿como podríamos hacer para que nuestras reuniones de trabajo resulten más agradables y que generen sentimientos positivos entre todos?
Deberían participar las personas adecuadas, precisamos crear mejores agendas y estar más preparados para poder obtener los resultados esperados. El tiempo transcurre y se constituye en un bien intangible irrecuperable.
Si pretendemos que los participantes de las reuniones puedan trabajar conjuntamente, es preciso que depositemos nuestra confianza en todos ellos, para lo cual es importante el desarrollo de dos competencias claves de la inteligencia emocional que son la empatía y la gestión de las propias emociones.
¿Por qué hablamos de empatía? ¿Por qué constituye una habilidad que nos permite interpretar a la gente, quién apoya a quién? ¿Quién está enfadado y quién está tranquilo? ¿Dónde está la resistencia?
Interpretar cuidadosamente a las personas nos ayudará a poder entender los principales conflictos que podrían suscitarse dentro del grupo de trabajo, que a veces están ocultos.
La empatía constituye una virtud importante de cualquier ser humano, pues nos permite ver y gestionar mejor todas las dinámicas de poder dentro de los integrantes de nuestras empresas.
Nos permite entender mejor cómo la gente nos está respondiendo. No todos tenemos la pasta de liderazgo. Muchas personas dentro de tu empresa siempre estarían supeditadas a tu voluntad.
Aquí es bueno aplicar la ductilidad que se precise según sea la situación que se plantee, pues a través de ello podríamos estructurar un grupo que sea dependiente y otro polarizado con lo cual nos daría la posibilidad de lograr lo que nos proponemos como objetivo y la que no los deseamos que se lleven adelante.
Las emociones intensas por lo general marcan el tono del grupo. Es por ello que resulta importante que el líder proyecte emociones positivas de forma eficaz, con lo cual sus integrantes podrían estar marcados por el optimismo y un verdadero sentido de empoderamiento hacia la organización.
La responsabilidad del líder es asegurarnos de que la gente pueda salir de la reunión con una buena opinión de lo que ha acontecido ayudando a que se cree dentro del grupo un estado de ánimo que fomente realizar el trabajo en forma entusiasta.