• Por Felipe Goroso S.
  • Columnista político

En las últimas semanas se ha visto un agravamiento en las líneas discursivas de ciertos sectores a los que les molesta profundamente la presencia de todo aquel que no piense como ellos. Son los defensores, voceros y escribas del modelo de pensamiento único. En el mundo, el modelo no es nuevo, viene siendo estudiado desde la segunda década del 1800, en un principio era sindicado como propio de la derecha, pero desde hace ya un tiempo, la izquierda se apropió de la bandera. De esta y de otras tantas.

En Paraguay, el pensamiento único hace que sus discursos estén repletos de hipótesis que solo buscan la propia validación y que repetidas de manera incesante y monopólica (el monopolio empezó a resquebrajarse con el gobierno de Horacio Cartes y terminó de quebrarse con la irrupción del Grupo Nación en el mercado de medios) se transforman en definiciones con el mismo misticismo de médicos brujos. El sesgo de quienes en su momento lucharon contra la dictadura, y hoy se convirtieron en pontífices del pensamiento único, solo ellos pueden tener la verdad en sus medios y los demás somos carteristas; solo ellos pueden dar cátedras de decencia. Financian, ponen y quitan presidentes, pero les quita de quicio hacerse cargo de la responsabilidad que eso implica, fueron asesores y amigos de presidentes inmorales con múltiples reclamos de paternidad que para ellos fueron irrelevantes, pero les parecen indecentes las ferias de empleo que generan oportunidades tanto para las empresas privadas con vacancias como para los paraguayos que buscan trabajo. Sonríen complacidos y aplauden cuando la izquierda coopta organizaciones sociales y no gubernamentales para las cuales escriben informes, pero les parece humillante que se hagan actos políticos en la sede de una asociación de empleados de una empresa privada. Habrase visto semejante delirio.

El pensamiento único paraguayo tiene profundas raíces autoritarias y desprecia la innovación. Sus escribas están seguros de saberlo todo, se creen no solo moral sino también intelectualmente por encima de todos los que se animen a pensar distinto. Ese pensamiento único pretende que la política reniegue de su capacidad de proponer alternativas. Los voceros del pensamiento único no conciben que en nuestro país puedan existir distintas dimensiones, miradas y, ni qué decir, opiniones.

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La política, esa mala palabra que empieza con p y termina con a, está llamada a apropiarse del futuro, no puede darse el gusto de claudicar ante el modelo de pensamiento único. Nuestro país precisa abrirse a nuevas ideas, nuevas formas y nuevos rumbos, que los grandes señores del pensamiento único se queden en el laberinto de donde no pueden salir: el laberinto del pasado.

Etiquetas: #modelo#único

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