- Por Jorge Torres Romero
- Columnista
Al día siguiente de la sanción en el Congreso de la ley que aumenta las penas para los invasores de propiedades privadas, entrevistamos a Derlis López, uno de los dirigentes indígenas que encabezó la violenta manifestación frente al Congreso. El hombre había emplazado al Ejecutivo para que, en 24 horas, vete la ley; de lo contrario, estaban dispuestos a resistir.
¿En qué les afecta la ley?, ¿ustedes son invasores?, le preguntamos. “Nosotros no somos invasores. Pero en el Paraguay hay muchos invasores ricos, algunos están en el Congreso que se quedaron con tierras malhabidas y a esos nadie les persigue”, fue la respuesta.
De vuelta, ese argumento ¿qué tenía que ver con la ley en cuestión? Y la respuesta es sencilla, pero a la vez dolorosa: estos líderes indígenas fueron asquerosamente engañados y manipulados por sectores que tienen un plan para el Paraguay y que no responden a dar soluciones a la problemática de la tierra, sino a las estrategias de conquistar el poder a cualquier costo.
La senadora Nani Arrúa, de Patria Querida, relató que en su recorrido por el interior y en charlas con las organizaciones indígenas los líderes de las comunidades estaban convencidos de que esta ley aprobada les expulsaría de sus tierras, porque todavía no tenían el título en mano y encima irían a parar 10 años en la cárcel.
Alguien les metió eso en la cabeza y les motivó a que se movilizaran hasta la capital del país para protestar por sus legítimos derechos. La senadora Arrúa directamente menciona como uno de los actores intelectuales de estas movilizaciones absurdas, deslocalizadas y violentas al senador del Frente Guasu Sixto Pereira.
Pero ¿qué ganan estos actores políticos de izquierda con esto? En primer lugar, conquistan la adhesión de estos sectores vulnerables como bolsones electorales por su supuesto interés en sus problemas y, en segundo lugar, según la senadora Arrúa, a que se conviertan en caldo de cultivo para generar inestabilidad, tensión social, caos, violencia, enfrentamientos (como pasó en Chile) con el fin de desarticular el sistema democrático y forzar una modificación de la Constitución Nacional.
Las exposiciones de los líderes indígenas y de quienes cuestionan la ley que combate las invasiones de tierras recurriendo a argumentos referentes a la problemática de la tierra son verdaderos, pero nada tienen que ver con el espíritu de la ley promulgada, cuyo único fin es desalentar las invasiones y brindar garantía jurídica a los propietarios y productores de las tierras.
Al dirigente López le preguntamos si tenían tierras y nos dijo que sí; entonces, la ley promulgada también les beneficia a ellos, ya que si sus propiedades son invadidas las consecuencias serán más severas.
Por supuesto que el escenario ideal hubiese sido que, al mismo tiempo de garantizar el respeto a la propiedad privada, paralelamente se establezcan las herramientas para la regularización de los títulos de propiedades pendientes con los sectores más vulnerables. Y este debe ser el siguiente paso de la clase política.
El Indert no puede seguir siendo una cueva de delincuentes. La regularización de los títulos no puede demorarse una eternidad. Mientras esto no se solucione, seguirán habiendo instigadores que pedirán hacer justicia por manos propias ante la pasividad del Estado.
En las permanentes invasiones de tierras están los “profesionales” del negocio. Son grupos de personas (abogados y políticos) que alientan a ingresar a propiedades ajenas bajo engaños para luego buscar soluciones mágicas con los propietarios. Se convirtió en una “industria” altamente rentable para estos.
Ya tenemos las garantías para los dueños de tierras, ahora faltan las respuestas para los sintierras reales. Hasta que no resolvamos esto, los agitadores de siempre, que tienen los votos para la conquista del poder, seguirán merodeando, engañando a fin de generar esa grieta en Paraguay, los ricos versus los pobres, y eso sería la conversión de nuestro país en la próxima Venezuela o tal vez la Argentina. Puedo estar equivocado, pero es lo que pienso.