“Duele decirlo, pero hay que decirlo”
- Por Pablo Alfredo Herken Krauer
- Analista de la economía
- Email: pabloherken@yahoo.com
Por distintas causas, necesidades y razones Paraguay (Nos) se ha venido convirtiendo en todo un ejemplar adicto al endeudamiento, que cada vez más tiene fuertes ingredientes de adicto enfermizo que perdió su esencia de disciplina macroeconómica, que lo había caracterizado desde finales del 2003 en adelante, y que tanto reconocimiento internacional ha recibido desde entonces, pero que está en camino a desdibujarse caminando sobre el filo de la navaja, o en dirección a los desequilibrios que sufrieron varios países de la región, siendo el caso más patético Argentina. No digo que el desbarrancarse por el endeudamiento esté a la vuelta de la esquina, como suceso inminente. Pero, muchas tragedias económicas latinoamericanas se iniciaron con la adicción al endeudamiento o a endeudarse.
Argentina, nuevamente, es un muy buen ejemplo. Pocos países son tan “ricos” como el querido vecino país, que es el segundo Paraguay en muchos sentidos, o el Paraguay en el extranjero, como gusta decir a un estimado profesor, agregando que “nos” siempre hemos mirado al Sur, y que casi siempre no nos quedó otra salida que ir al Sur para trabajar y vivir. Una Argentina pobre como la actual, aunque tenga sectores que no lo son, no nos sirve. Hoy, como ayer, Argentina perdió su moneda. Vale casi nada. Se “alegra” el Gobierno porque la inflación en agosto fue del 2,5%, ubicándose por debajo del 3% en julio pasado, con un pico mensual del 4,8% en marzo. Nosotros tenemos una inflación mensual del 0,9% (agosto) o del 1,2% (julio) y casi cunde el pánico.
La nuestra acumula una suba del 3,6% en ocho meses y del 5,6% en doce meses o interanual (agosto 2021 contra agosto 2020) y estamos muy preocupados, porque no padecíamos de dicho flagelo en muchos años. ¿Y Argentina? Un 32,3% de inflación en ocho meses y del 51,4% en doce meses. Un informe oficial argentino revela que fuera del sistema financiero local y en el exterior nuestros hermanos argentinos tienen 249.971 millones de dólares en ahorros e inversiones. Es el 55% de lo que la golpeada economía argentina produce en el año. Argentina perdió su moneda y no puede endeudarse en el exterior. La causa principal ha estado en depender exageradamente del endeudamiento externo para “solucionar” sus problemas.
Siendo realista y no agorero anunciando el mal o la desgracia, cabe avisar que estamos caminando como Argentina, lo hizo décadas atrás o años atrás, según el horizonte que se quiera manejar. Y otros países latinoamericanos también. Pero sería desgracia doble que “nos” no aprendamos de las duras lecciones de hacer mal las cosas por demasiado tiempo. Nadie más que yo, quizás, quiere una Argentina “rica”. El beneficio para Paraguay sería tremendo. Pero nadie más que yo, quizás, no quiere que Paraguay repita errores que fuertemente desgraciaron a Argentina. Cabe entonces una seria advertencia. Tenemos ya una deuda del Estado de 13.163 millones de dólares equivalente al 34,2% del tamaño de nuestra economía. Y para ir sumando tenemos un saldo de préstamos externos contraídos y en ejecución por 2.734 millones de dólares.
A lo que cabe ir agregando un endeudamiento por venir de 2.248 millones de dólares en préstamos en distintos niveles de tratamiento, como en el Congreso, o a ser enviado al mismo, los llamados “préstamos suscriptos”, ubicándose a continuación aquellos préstamos en proceso de formalización y en etapa de negociación. ¿Total?: 4.982 millones de dólares. No hay peor cosa para el adicto que cuando intenta convencernos de sus justificaciones por la conducta en el ayer, en el hoy, y para el mañana.
Y le creemos. Nosotros, en Paraguay, hemos estado justificando nuestra adicción en el endeudamiento. Motivos no nos faltan. Y, lamentablemente, nos gusta ser adictos a la droga del endeudamiento. No hay buen puerto al que llegar con tal enfermedad. Tomemos en serio las muchas advertencias que se realizan. Nunca es tarde para cambiar el rumbo. Siempre y cuando no viajemos en el Titanic. Was gesagt werden muss, muss gesagt werden. Duele decirlo, pero hay que decirlo.