EL PODER DE LA CONCIENCIA

Hace cinco días el Gobierno Nacional anunció oficialmente que un equipo técnico y político de Corea vendría en las próximas semanas a Paraguay para concretar el acuerdo definitivo del tren de cercanías.

La información aclaró que esta visita representaba la continuación de la firma del memorándum de entendimiento entre el Ministerio de la Tierra, Infraestructura y Transporte de Corea y el Ministerio de Obras Públicas y Comunicaciones, y del Acuerdo para el Desarrollo del Proyecto entre Korea Overseas Infrastructure & Urban Development (KIND) y Ferrocarriles del Paraguay SA (Fepasa), celebrada el 9 de setiembre.

Corea no solo va a otorgar a Paraguay el préstamo para desarrollar el tren de cercanías, sino que va a encargarse de la transferencia tecnológica para concretar el proyecto, cuyo primer trayecto iría de la Estación Central de Asunción a Luque. El segundo tramo llegaría a Ypacaraí.

Con bombos y platillos se vanaglorian de que se instalará de nuevo la “industria ferroviaria como en la época de don Carlos Antonio López”. Pero no, según el plan, lo que se pretende es hacer funcionar un tren ligero que puede circular de manera interurbana, alcanzando 80 km/h, y 40 km/h en la ciudad.

El anuncio del Gobierno suena al cuento “El pastorcito mentiroso”, puesto que tantas veces ya se anunció la misma intención y todas las veces acabaron con el mismo resultado: ¡Nada!

Sinceramente, espero que se concrete este que sería apenas un avance de lo que tanto necesita el Paraguay, pero no solo para descongestionar el tránsito Asunción-Luque o Asunción-Ypacaraí, que comparativamente con una visión global es insignificante, sino para devolver al país la oportunidad de desarrollo que le fue robada hace un cuarto de siglo atrás y cuyos responsables en algún momento la historia se encargará de visibilizar.

Con la premisa de que el transporte fluvial era más barato, en poco tiempo Paraguay “entregó” Líneas Aéreas Paraguayas, con sus rutas y aviones; la Flota Mercante del Estado que, curiosamente, pasó a manos privadas para convertirse en unas de las mayores vías de exportación-importación del mundo... y también el ferrocarril.

La industria ferroviaria adquiere un valor inimaginable al punto que, por ejemplo, se convierte en una estrategia clave para que China pueda convertirse en la primera potencia económica mundial en este siglo.

Para tener una idea de la enormidad del volumen que se transporta, podríamos mencionar a la nueva “ruta de la seda”, un antiguo “camino” por el que en siglos pasados los productos eran transportados en camellos y cuyos tiempos se contaban en meses o años, pero que hoy las mercaderías van desde los puertos de Alemania, pasando por Europa Oriental y atravesando toda Rusia, hasta los puertos de China. La distancia entre Hamburgo y Pekín es de aproximadamente 7.500 kilómetros, que se cubren en pocos días.

Según proyecciones, hacia el 2017 unos 2.400 trenes transportaban casi 150.000 contenedores entre Europa y China, lo que sería “apenas” la capacidad de carga de 7 grandes barcos; para el 2019 pretendían incrementar el tráfico a 670.000 contenedores, o sea 33 barcos contenedores. El “negocio” entre Xi Jinping y Putin es tan grande, que la Hidrovía Paraná-Paraguay se convierte en insignificante.

Es cierto, para esas grandes potencias el transporte ferroviario es más caro que el marítimo, pero las ventajas en tiempo están a la vista. Mientras que los barcos deben navegar desde el Norte del Océano Atlántico (Alemania), bajar hacia el Sur, bordear Sudáfrica, remontar el Océano Indico, atravesar el Mar de la China Meridional y finalmente llegar al Mar de China Oriental, la nueva Ruta de la Seda con los trenes es directo.

Los convoyes ferroviaros suman cientos de vagones, que se desplazan con gran velocidad las 24 horas del día, todos los días de la semana. El desarrollo no se detiene ni a causa del clima.

La visión de los paraguayos es diferente, pequeña, egoísta. El comercio se desarrolló apostando a la vía fluvial, a costa de onerosos dragados, a merced de las inundaciones y sequías, como la actual que desde hace meses mantiene paralizado el transporte de mercaderías, encareciéndolas, precio que debe soportar el bolsillo del ciudadano.

Es triste que el Gobierno mencione la “industria ferroviaria como en la época de Carlos Antonio López”, puesto que para las generaciones actuales el tren no existe y solo sirve para cruzar de Encarnación a Posadas, en 5 minutos.

La visión de desarrollo de nuestras autoridades es tan limitada (o interesada) que nadie propone seriamente utilizar la energía eléctrica en lugar del diésel para mover grandes volúmenes de carga todos los días del año, con tramos que comuniquen hacia todos los puntos cardinales, con salidas tanto al Atlántico como al Pacífico, uniendo la capital con las ciudades del Chaco para transportar ganado, logística o simplemente agua.

La visión de desarrollo de nuestras autoridades se quedó trunca en alguno de los miles de habituales accidentes mortales en la ruta Transchaco o varada en algún reseco banco de arena en el río Paraná.

Una nueva versión del cuento “El pastorcito mentiroso” está en marcha. Ojalá que esta vez se concrete para beneficio de los paraguayos y no quede como antes en una inútil muestra de caro ñandutí, inservible para todos, menos para los encargados de la obra.

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