- Por el Hno. Mariosvaldo Florentino
- capuchino
Estas palabras que encontramos en el evangelio de este domingo nos parecen muy fuertes, y nos llama la atención que sean referidas, nada más y nada menos, que a san Pedro, el mismo que unas líneas antes había profesado su fe de que Jesús era el Señor y que le valió el primado en la Iglesia.
Jesús no quería decir que san Pedro estaba poseído por el demonio, sino que su razonamiento en aquel momento era contrario a la voluntad de Dios. Pedro quería liberar a Jesús del sufrimiento. Quería que no caminase hacia la cruz. Quería que Jesús pensase en sí mismo, y no en la salvación que su sacrificio traería a todos. En el fondo él quería solo proteger a Jesús. Su modo de pensar era solo humano. Él no estaba consiguiendo ver más allá de lo inmediato. Es por eso que Jesús lo llama ¡Satanás!, porque estaba siendo un obstáculo en el camino de Dios.
Satanás es aquel que nos confunde, que nos hace ver mal a las cosas; que nos hace creer que el mal, no es tan malo; que nos hace inventar justificaciones que nos acomodan y tranquilizan nuestra conciencia; que nos hace pensar que lo que hago yo es lo correcto y los demás yerran, cuando en la verdad soy yo el que camino en la oscuridad. Así que su acción en nuestras vidas es muy sutil y continuada. Todos nosotros estamos muy sujetos a caer en sus trampas, y también muchas veces queriendo ayudar preparamos sus trampas para los demás, como Pedro estaba haciendo con Jesús.
Es verdad, que no es muy fácil conocer los pensamientos de Dios. La lógica del Señor es muy diferente de la lógica del mundo. Para él, los pobres son bienaventurados, así como los que lloran, los mansos, los pacíficos, los que buscan la justicia, los que perdonan, los perseguidos, los puros de corazón ... cuando en la lógica del mundo estos son desgraciados o estúpidos.
Abrazar la cruz por amor es una cosa que el mundo jamás comprenderá. Ser capaz de morir, de renunciar mis pensamientos y proyectos, para que otro pueda ser feliz, es para el mundo una autentica tontería.
En nuestro caminar en este mundo hacia Dios nos encontramos cada día delante de estas dos lógicas. Naturalmente nuestros instintos nos quieren convencer que la lógica del mundo es la mejor, es la más sensata, es la justa. Pero desde nuestro bautismo habita en nosotros el Espíritu del Señor, y es él quien nos hace recordar las cosas que nos dice Jesús y que son la voluntad de Dios. Depende de cuánto nosotros fortalecemos a este Espíritu, con la oración, con la eucaristía, con el examen de conciencia, con la meditación de la palabra de Dios... para que él nos dé la posibilidad de ver más allá de lo aparente.
Una persona que está completamente metida en las cosas del mundo tendrá a flor de piel la lógica de mundo, vivirá mundanamente. Una persona que se deje envolver por Dios podrá despacito desenmascarar los fraudes del mundo y vivir según el Espíritu. No nos olvidemos que, para nosotros desde el pecado original, el mal es siempre más atrayente. Y aunque ya tengamos hecho muchos progresos en la vida espiritual, siempre estamos sujetos a caer en sus insidias. Nadie está libre de su tentación: ni Pedro, ni los grandes hombres espirituales, ni nosotros... “Quien está de pie, se cuide para no caer...” nos dice san Pablo.
El Señor te bendiga y te guarde,
El Señor te haga brillar su rostro y tenga misericordia de ti.
El Señor vuelva su mirada cariñosa y te dé la Paz.